El problema de la televisión pública en nuestra Comunidad no se reduce a IB3, ni su elevado coste es el mayor de sus, sino la consecuencia de su filosofía.

Cuando los intereses políticos priman sobre los periodísticos y la procedencia de las producciones lo hacen sobre los profesionales, entramos en un intrincado bosque cuya maraña empieza en los presupuestos, sigue en el gasto, la calidad de las programaciones y el lujo asiático, innecesario e indeseable, de mantener no a una, sino a dos autonómicas: la regional y la insular.

IB3 TV ha encontrado en el deporte un oasis reparador en la travesía de sus desérticas audiencias. Las transmisiones de los partidos del Mallorca, el torneo de Queens con Nadal y hasta el fútbol de tercera división han aumentado el número de sus espectadores. Lo que hay que preguntarse es si el fin justifica, en efecto, los medios.

Aceptando la afirmación de que la transmisión de los encuentros de liga cuestan menos que en otras comunidades y dando por sentado de que la F1 viene en el mismo paquete, tampoco podemos olvidar que no estamos hablando de transmisiones exclusivas, sino compartidas con la Sexta que, por cierto, arrastra a más televidentes que IB3.

Todo es, en consecuencia, relativo. Es indudable que la Fórmula 1 atrae espectadores, pero hay que ver a qué precio y en qué condiciones aun sin olvidar que la televisión vive mucho de su imagen, y hay que valorar el prestigio y el juego que dé el marketing. Pero esa es otra cuestión.