Gregorio Manzano quiere más y tiene razón. Va a ser autoexigente porque está en juego su prestigio, porque no quiere estancarse como un entrenador de perfil medio y porque, después de alcanzar el séptimo puesto de la tabla a un solo punto de una competición europea, no puede participar de un proyecto que, con seguridad, no le vendieron cuando aceptó dos años más de contrato. Para vegetar se queda en Valladolid, donde reside su familia, y tan amigos como antes.

Quizás no fuera casual que la primera cascada de fichajes coincidiera con la última visita del técnico que, tras asistir a la Fiesta del Deporte Balear de DIARIO de MALLORCA, mantuvo una larga reunión, prolongada a la cena, con el secretario técnico Nando Pons.

Entonces estaba preocupado y, pese a todo, lo sigue estando. Buen síntoma.

A esta plantilla le falta un defensa central, otro delantero y dos centrocampistas.

Es decir, suplir las bajas de Ballesteros y David Navarro, por una parte, Pereyra, Basinas y Jonás, por la otra y, desde luego, las de Ibagaza y Güiza.

Por ahora sólo se han tapado las de Fernando Navarro, Héctor e Ibagaza, porque Keita y Oscar Díaz están por ver y ofrecen más futuro que presente.

Es bueno que el entrenador llegue y hable claro y directo porque, como dice un refrán marroquí, para comprar hay que vender y, cumplida la mayor, falta la inversión.