Rafel Nadal consiguió ayer el vigésimo noveno título de su brillantísima carrera con 22 años recién cumplidos. Treinta y seis finales de las que sólo ha perdido siete. Sin duda, estamos delante del rey de las finales. Sus números indican de manera aplastante que si alcanza la ronda decisiva, las posibilidades de que se lleve la victoria son muy elevadas. Pero el título de ayer sabe diferente al resto. Wimbledon es el trofeo con el que Nadal ha soñado desde pequeño, desde que todavía no tenía fuerzas para empuñar una raqueta. Tanta ilusión le hacía, que en una reciente entrevista en El Periódico de Catalunya, llegó a decir que si sólo pudiera elegir ganar un torneo más en toda su carrera, lo tendría claro: Wimbledon. El sueño está cumplido.

Cumplido el objetivo, es un buen momento para echar la vista atrás. Cuatro años han transcurrido desde su primer título, en Sopot (Polonia), derrotando en su primera final ATP al argentino Franco Squillari. Hasta ayer, en que superó por duodécima vez a Federer en las 18 veces que se han enfrentado. Si continúa su progresión, se situará sin duda entre los más grandes de la historia del tenis.

Su dominio, mejor llamarlo tiranía, se centra en las superficies de tierra, donde ha triunfado en 22 de las 23 finales que ha disputado. Su única derrota fue en Hamburgo, el pasado año, donde se vio superado por un Federer que, de paso, truncó la impresionante racha de victorias del mallorquín, 81, un récord que perdurará en el tiempo. Ahora mismo el propio Nadal es el único capaz de superar esa cifra. Este año, el pasado mes de mayo, se tomó la revancha y endosó al suizo su primera derrota en esta pista desde 2003. Con su victoria en Hamburgo Nadal se unió al brasileño Gustavo Kuerten y al chileno Marcelo Ríos como los únicos que han ganado los tres Masters Series sobre arcilla: Montecarlo, Roma y Hamburgo.

Nadal, que está a tan solo cuatro títulos de igualar a Manolo Orantes como el español con más títulos en el circuito -el granadino sumó 33 a lo largo de su carrera-, es el sexto jugador de la historia con más títulos en tierra (22), sólo superado, de momento, por el argentino Guillermo Vilas (43), Thomas Muster (40), Ivan Lendl (28), Bjorn Borg (27) y Orantes (24). Pocos son los que dudan de que, si sigue su ritmo actual de títulos, los superará a todos.

Pese a que la mayoría de títulos los ha conseguido sobre tierra, Nadal ha demostrado con creces que es un jugador que se adpata a cualquier tipo de superficie. Así lo demuestran sus victorias en Montreal, Pekín, Madrid, Dubai e Indian Wells, por no hablar de su semifinal, este año, en Australia, su triunfo en la hierba de Queen's -el primero de un español en hierba desde Gimeno en 1972- o sus victoria de ayer en Wimbledon tras dos intentos frrustrados.

Su gran rival, Roger Federer es el principal culpable de la mayoría de sus derrotas. De las siete, cuatro han sido ante el suizo. La primera, en 2005 en MIami, posiblemente el partido más disputado que han jugado ambos, el primero de los tres a cinco sets. Nadal ganó los dos primeros sets, pero el suizo hizo valer su experiencia y remontó. La otra final perdida a cinco sets fue el pasado año en Wimbledon, en una final que Nadal todavía debe estar preguntándose cómo la perdió. Dos de sus siete finales perdidas han sido este año, en Chennai y Miami.

Nadal aumentó ayer su leyenda. Tras su poker de victorias en Roland Garros, una gesta que le iguala al francés Henri Cochet, triunfador cuatro veces en París en el primer cuarto del siglo pasado, y a sólo dos victorias de Borg, su victoria de ayer sobre Federer le coloca definitivamente, y por si quedaba alguna duda, como uno de los más grandes de toda la historia del tenis. Ayer se convirtió en el primer tenista en ganar Roland Garros y Wimbledon de forma consecutiva desde que lo consiguiera Borg en 1980, y el primero de la historia en ganar de una tirada Roland Garros, Queen's y Wimbledon. Y todo con sólo 22 años.