Con los deberes hechos y con un desparpajo de jugador de hierba llega Nadal a la final de Wimbledon para decirle a Federer que va a por el número uno del mundo. Quedan torneos para dar sorpresas y donde el factor pista ya no está tan decidido. Ahora cuenta el no fallar en busca del ranking necesario para entrar en el título de los mejores: el número uno del mundo de la clasificación de entradas.

Ayer Nadal volvió a demostrar ante el alemán Rainer Schuettler que es el jugador más concentrado del circuito. Sale a la pista como si el primer punto valiera el partido y no deja que los contrarios entren en juego hasta que no tiene encarrilado su partido. El manacorí demostró un poderío de los que impresionan. Cierto es que Schuettler no es nadie, tenísticamente. Pero no es menos cierto que en hierba y si no está Nadal delante cualquier cañonero puedo hacerse con el partido y pasar unas cuantas rondas. Jugar la final ya es otra cosa. Nadal y Federer tienen el puesto poco menos que asegurado. Y en esta ocasión hasta las apuestas están a favor del mallorquín a pesar de jugar en la pista de las preferencias del suizo. Nadal ha enseñado una derecha descomunal y un servicio y revés que no desentona. A ello hay que sumarle su concentración. Federer, desde luego, ya tiembla.