Somos esclavos de nuestras palabras y, si tenemos que hacer caso de las de Manzano, el partido de ayer tenía que señalar la tendencia del Mallorca. En definitiva, el equipo hizo una apuesta por el conformismo, enmarcada en una extraña puesta en escena, que compromete al propio técnico y siembra dudas importantes en orden a la importancia que se le daba a una jornada propicia para abrir horizontes que, por el contrario, parecen lejanos.

MÁS PALABRAS. Si en la declaraciones del viernes, el entrenador local se había puesto él mismo la soga, en las posteriores al encuentro mantuvo esa línea. Reconoció lo bien que les había estudiado el Murcia, lo que incluía implícitamente el reconocimiento de lo mal que planteó la batalla el Mallorca. De entrada con una alineación insospechada que no venía ni a confirmar la progresión de los lances precedentes, ni a retomar el hilo de los primeros capítulos de la competición. En la penitencia de los cambios ineludibles, se expresaba el acto de contrición por el pecado cometido y el equipo carburó muy por debajo de su capacidad y de lo que se le puede exigir hasta la sustitución de Tuni y la de un Arango al que se empeñan en hacer fracasar lejos de la banda.

VIEJOS DEFECTOS. Pero, no nos engañemos. En el Ono Estadi se han presenciado toda una colección de primeras partes dignas de olvido y el hecho de que la de ayer fuera la peor con creces, no nos oculta que la reiteración de minutos regalados al adversario al inicio de tantos partidos, ya no es solamente un síntoma, sino una clara enfermedad. Hay ocasiones en que es inevitable ir a remolque del contrario, pero cuando se renuncia al mando por voluntad propia es por pura comodidad o, simplemente, falta de carácter. El ritmo del encuentro lo marcó en todo momento el cuadro pimentonero, tampoco demasiado ambicioso, pero muy trabajado en defensa e intencionadamente aburrido, por fortuna que tuviera en la acción con la que se adelantó en el marcador.

DESCOSIDOS. En estas situaciones, el paño luce menos, el tinte se destiñe y la tela se desgarra. Si ofensivamente los bermellones fueron incapaces de imprimir velocidad, ensanchar el campo, controlar el juego y hasta no dispararon a puerta hasta bien superada la media hora de juego, los goznes de la muralla defensiva chirrían por la parte derecha, se oxidan por el centro y sólo permanecen íntegros por la izquierda. Y eso, además de otras cosas, se nota más cuando la visión del paisaje previo es borrosa y la indecisión se contagia en círculos concéntricos que se forman en dirección inversa: desde afuera hacia dentro. En eso hubo una rara unanimidad.

LA VIDA SIGUE IGUAL. La renta acumulada rebaja la gravedad del singular tropiezo. El ecuador es de clima templado, una tentación para vivir sin agobios ni sobresaltos. Una temperatura amable propicia para el relajamiento. Abajo hace ya mucho frío para el Levante, la ventisca acecha al Betis y el Deportivo se mete en la tormenta de la que muchos salen a duras penas. Arriba el calor es sofocante. Barça y Villarreal pierden el resuello viendo cómo el Madrid más vulgar pone distancia de por medio casi sin comerlo ni beberlo. El Atlético acepta el reto a costa del cuello de Cúper. Y ahí se queda este Mallorca, que huye del polo sur sin ningunas ganas de viajar al polo norte. Entre Pinto y Valdemoro. Ni chicha, ni limoná. Superior a muchos e inferior a sí mismo.