A solas es el proyecto de la bailarina y cantante Isabel Vinardell y la guitarrista Isabelle Laudenbach, un disco que publicaron en 2016. Sus canciones están grabadas en lugares distintos: una cueva, una fábrica antigua, un bosque. En sus actuaciones les gusta crear una atmósfera intimista, algo que intentarán conseguir mañana a las 20 horas en la Sala Petita del Principal, en lo que será la primera cita de la vigésima edición del Festival de Poesia de la Mediterrània.
¿Qué significa inaugurar una edición tan especial del Festival de Poesia de la Mediterrània, que cumple 20 años?
Nos hace muchísima ilusión. Es la primera vez que venimos conjuntamente a Mallorca y estamos muy contentas de poder presentar aquí este disco y ofrecer un poco de nuestra poesía. Los festivales que reivindican este arte son muy necesarios.
¿Por qué?
Porque la poesía, a veces, ocupa un lugar pequeño, quizás más propio de otros tiempos. Ahora hay un resurgir del interés hacia la poesía que creo que vale la pena potenciar. Para nosotros, los músicos, son importantes los poetas porque son los que escriben las letras. Las iniciativas de estos festivales, como el Poesia i +, que trabajan de una manera más transversal todas las artes y que entienden que todas se nutren de todas, nos parece muy remarcable. De hecho, nuestro proyecto está muy pensado en esta línea más transversal, y es una de nuestras motivaciones más relevantes a la hora de realizar trabajos creativos.
¿La poesía tiene mucho peso en A solas?
Sí, no solo porque hemos trabajado poemas de diferentes autores, como Clara Janés, José Hierro o Alfonsina Storni. Nosotras somos dos lectoras de poesía y para nuestro proyecto la letra es una parte muy importante de una canción. La poesía es un camino fantástico para desarrollar otras artes. En una canción pueden intervenir muchas de ellas. Cuando tengo que hacer una canción, a veces la pienso desde la danza, otras desde la música y otras desde la letra. Esto me ayuda a configurar mi propio mundo.
En el disco hay canciones propias, versiones, y poemas musicados. Las propias, ¿quién las escribe?
Depende. Hay una letra, por ejemplo, que es de Isabelle Laudenbach, una es de mi madre y otras mías. El proceso creativo de cada tema es muy diferente, pero normalmente no componemos juntas, los trabajamos juntas después. El proceso de creación a veces parte de un poema y otras veces sale primero la música. No somos creadoras muy metódicas, cada canción tiene su recorrido.
En cuanto a la música, ustedes parten del flamenco.
A nivel musical somos muy curiosas. Las dos partimos del flamenco, ella desde la guitarra y yo desde la danza. En nuestra carrera la curiosidad y el hecho de descubrir nuevos mundos es un leitmotiv. En el disco cantamos canciones en diferentes idiomas, y se encuentran diferentes parajes y culturas musicales, algo que nos ayuda a conformar el disco a nuestra propia manera. El flamenco está allí, pero también la música latina o la brasileña. Nos gustan mucho las músicas de raíz, que acabamos mezclando para conseguir lo que nos interesa: un sonido sin complejos.
¿Y cómo son en directo?
Para nosotras el diálogo entre el público y el artista es muy importante, nos gusta generar atmósferas de intimidad. No entendemos la música desde la distancia, la intimidad y la calidez son cuestiones básicas para hacer una actuación y nos gusta hacer lo posible para generarlo.
En la canción Monotonía se habla de un mal que devora. ¿Cuál es ese mal?
La palabra intimidad es algo que las dos buscamos en la música, el rincón del mundo donde uno se reconoce. Para nosotras es importante cultivar juntas este rincón de mundo.
En ese rincón de mundo, ¿se puede reconocer cualquier persona? ¿Es algo universal?
Cuando nos plateábamos las versiones y salían canciones de lugares muy diversos, veíamos que hay una pulsión primera que está en todos los sitios: ser sincero con uno mismo y encontrar una capacidad introspectiva para regalarse un espacio de intimidad y cuidado. Es algo universal.
