Dos hermanos acaban de obtener el certificado de origen de una escultura con el rostro de Beethoven, perteneciente al artista mallorquín Antonio Oliver Sitjar, escultor de 92 años, autor del busto de Rubén Darío del Passeig Sagrera de Palma. Magín y José María Clarió han podido confirmar la autoría y procedencia de esta escultura gracias a la investigación que han realizado por su cuenta y que les ha traído a la isla, donde han conocido al propio artista, tras el hallazgo de la obra en un domicilio en Alicante.

“En la casa que adquirió mi hermano en Alcoy había una chimenea de ladrillo y justo en su esquina un busto de piedra de Beethoven, pegado con cemento con una firma en su base izquierda. El pintor que le vendió la casa nos dijo que la talla la había hecho un tal Antonio Oliver y que la talla vino hace muchísimos años de Mallorca”, relata Magín Clarió, que junto a su hermano ha investigado para obtener más detalles y poder certificar la pieza. Una curiosa historia que han narrado en las redes sociales.

La pieza ha resultado ser una obra de juventud del escultor Antonio Oliver Sitjar, autor de la pieza de Rubén Darío hecha en piedra de Santanyí o de una figura de la Virgen ubicada en el centro del ábside la Parroquia de Santanyí, trabajada en madera policromada. El artista trabajó en el taller madrileño de Mariano Benlliure entre los años 40 y 50, mientras se formaba en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid. Según el licenciado en Historia del Arte, especialista en heráldica y cronista de la ciudad desde 2002 Bartomeu Bestard, “es un escultor muy poco conocido. Los hermanos Clarió contactaron conmigo por mail y les pasé la ficha de la escultura de Rubén Darío, de ahí pudieron estirar el hilo”.

Final feliz

Las pesquisas no fueron fáciles. Una primera búsqueda en internet arrojó luz sobre la firma del autor y les permitió compararla con la de la escultura urbana de Palma. Pasado un tiempo contactaron con la mujer del artista. Siguiendo el rastro que les había proporcionado este contacto, trataron de encontrar a Oliver sin éxito, a lo que tiempo después sucedió el fallecimiento de esta primera.

“Tras una infructuosa búsqueda llegamos a Palma donde nos entrevistamos con el Sr. Bartomeu Bestard, cronista del Ayuntamiento”, añade. Posteriormente llegaron al domicilio del artista, con la esperanza de encontrar a sus familiares. Una vecina les dió la pista final sobre el escultor, que se encontraba en una residencia de mayores, donde los hermanos Clarió se reunieron con él.

Oliver les trató con humildad y cortesía. “Se limitó a presentarse como escultor mostrándonos un álbum con las esculturas más relevantes que había hecho en su vida. Vimos algunas realizadas en París para el magnate Paul Ricard, también otras obras para iglesias de la isla, tallas de santos, murales, trabajos para hoteles, etc., estando su última gran obra en el Gran Hotel de Palma”, relata Magín Clarió.

Oliver también fue pintor, tocó el violín, y tiene siete registros de patentes de diversas máquinas, entre ellas algunos artefactos deportivos y otros relativos a energías reutilizables. “Estábamos impresionados; ver a un anciano de casi 92 años con tantas ganas de hacer cosas nos sorprendía, había una descompensación entre sus posibilidades físicas y su desbordante creatividad y entusiasmo”. El escultor se emocionó visiblemente ante las fotos del busto. La historia concluye con un reconocimiento de la talla de Beethoven, hecho en piedra de Porreres, a partir de unas fotografías y su posterior certificación.