Miguel Adrover ha vuelto, y por todo lo alto. Su nuevo trabajo, Sa mort amb prebes torrats, que se inauguró ayer en el espacio Plaza Canal 16 y donde estará hasta el 15 de abril, no dejó indiferentes a los amigos, conocidos y desconocidos locales, nacionales e internacionales que se acercaron a Santanyí con las expectativas por los aires esperando ver lo nuevo de un artista de primer nivel mundial como es Adrover. Pocos sabían que al entrar en la galería se sentirían observados por 33 piezas con maniquíes retratados con atrezo diverso. Telas, plumas, pintura, flores, plástico. En el jardín de Adrover se puede encontrar de todo.

Que nadie cometa el error de llamar a las piezas expuestas fotografías, pues su autor no las considera como tal: son obras. La fotografía es el final del proceso, la inmortalización de la creación. Del mismo modo, el que un día fue diseñador no ha vuelto convertido en fotógrafo, sino más artista, con más habilidades, pero con la misma necesidad de transmitir. Si alguien se pregunta por qué el artista ha retratado maniquíes en lugar de personas, su respuesta es clara: "Las personas fingen". La intención de Adrover no es otra que transmitir una emoción real, algo que tiene dentro, y así lo explica: "Busco crear una emoción, los sentimientos. Este trabajo es como abrir las ventanas de mi casa y que todo el mundo pueda ver lo que hay dentro de mi corazón". Sa mort amb prebes torrats es el resultado de dos años de trabajo en solitario, autodidacta y autosuficiente, durante el cual no ha contado con la ayuda de nadie. "Es un viaje a muchos sitios", dice Adrover, casi una reconciliación con el mundo. Porque para el artista, esta vuelta "es una mirada casi apocalíptica de lo que pueda pasar, con el cambio climático, por ejemplo. Es como si ya hubiera pasado la gran tormenta que ha cambiado las cosas y hay una persona buscando la belleza y la tranquilidad entre todo lo que hemos dejado".

Santanyí, origen y destino

Más de 200 personas se acercaron a la fiesta entre viejos y nuevos amigos que fue la inauguración, en la que no faltó la música, la comida típica de Semana Santa y el vino. "Me siento como una novia", aseguraba emocionado Adrover, con varios ramos de flores en las manos, y a quien todo el mundo saludaba y abrazaba. El artista no dudaba en explicar el largo proceso de creación de lo que considera su "debut" en el campo de las artes plásticas, lejos de la moda que lo dio a conocer: "Esto es un nuevo inicio, un principio", contaba sonriente. Un principio que se inicia en Santanyí, su pueblo, algo que era como una obligación para él, ya que "la obra ha nacido y crecido aquí". Y, entre besos y abrazos, Adrover aseguró ayer sentirse satisfecho de haberlo hecho así y que la gente de su entorno haya podido ver las obras, que están en venta.

Las flores y plantas que llenaban el espacio, originales del jardín de Adrover, brotaban de la cabeza y la boca de unos jarrones de cerámica con formas faciales, hechos por otro artista a quien Adrover le propuso la idea: Tristan Favre.

Después de matar a su yo diseñador, todo parece apuntar que Adrover ha resucitado con su parte creadora más activa, diversa y poliédrica que nunca.