Diario de Mallorca

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Crítica. Ópera

Le nozze di Susanna

El Principal, en el arranque de su temporada de ópera. b. ramon B. ramon

Le Nozze di Figaro de Mozart

Teatre Principal de Palma

Solistas vocales

Cor del Teatre Principal

Orquestra Simfònica de Balears

Yi-Chen Li, directora

07-03-18

Obertura.- Nada más apropiado que en los días anterior y posteriores al 8 de marzo, Día de la Mujer, el Teatre Principal abra su temporada lírica con una mujer al frente de la dirección musical. Y, digámoslo desde el principio, Yi-Chen Li hizo un trabajo impecable, tanto a nivel orquestal como en la dirección de los cantantes. Marcó unos tempi apropiados y dejó fluir las diferentes partes instrumentales, remarcando el sonido de las diferentes secciones cuando era necesario. Que si un aria alterna con la flauta, pues ésta se escuchaba nítida, que si un dúo hacía terceto con el clarinete, pues éste sonaba por encima del conjunto. También en los recitativos dejó hacer su trabajo al clavecinista, que lo hizo muy bien, por cierto.

Acto I. La Vendetta.- Tener a Carlos Chausson como Bartolo es un lujo para cualquier teatro del mundo. Él ha sido, y es todavía, uno de los grandes barítonos mozartianos (y rossinianos) de nuestro tiempo. Su Vendetta fue exquisita, vocal y teatralmente. A su lado, en la escena conjunta del primer acto, no desmereció nuestra Maia Planas como Marcellina, quien demostró su profesionalidad en todo momento, tanto en los concertantes como en el dúo con Susanna.

Siguiendo en ese primer acto, que el escenógrafo Ezio Frigerio, en esta producción de la Maestranza de Sevila, sitúa en la buhardilla de la casa señorial donde viven el conde y la condesa, destacar el Querubino de Clara Mouriz, una mezzo con una tesitura grave, muy apropiada para ese papel travestido. No so piú cosa son, cosa faccio y más adelante Voi che sapete, fueron cantados con solidez y musicalidad.

Acto II. Esci omai garzon malnato.- Después de una espera demasiado larga a telón bajado, motivada por el complicado cambio de escenario, la buhardilla se convirtió en la habitación de la Condesa, que nada más alzarse el telón debe afrontar ese gran reto vocal que es el Porgi, amor, uno de los momentos solistas más interesantes de todo el repertorio mozartiano. Una cama, una mesa, una ventana, un vestidor y la puerta. Todo muy realista y señorial. Interesante el juego de luces, en esta y en las demás escenas.

Maria José Moreno, como Condesa, quizás algo dubitativa en los primeros compases, fue cogiendo fuerza a medida que entonaba su difícil aria, venciendo y convenciendo. Saliendo también airosa en esa otra prueba de fuego que es el Dove sono del acto tercero. Pero el momento más destacable de ese segundo acto fue el Concertante a siete voces que lo cierra. Delicioso, absolutamente delicioso. Y cómico a la vez. Remarcable el buen hacer escénico de José Manuel Zapata como Don Basilio y el de Christian Senn como Conde, con una voz clara y una pose muy apta para ese papel de marido seductor y engañado. Aunque en su currículum aparece que también canta el papel de Fígaro, el de Almaviva le sienta muy bien.

Acto III. Canzonetta sull’aria.- En el tercer acto (estamos ahora en el despacho del Conde) Mozart sitúa ese prodigio musical que es el dúo entre la Condesa y Susanna. La primera dicta y la segunda escribe esa carta de enredos y falsas citas. Mozart en estado puro. Y no solamente Mozart, también Da Ponte, el libretista, se muestra genial. Las dos sopranos, Moreno y Ruth Iniesta se mostraron muy, pero que muy, mozartianas. Ruth tiene una voz muy apropiada para ese papel, su Susanna es espléndida. La ópera debería titularse Le nozze di Susanna, o al menos Le nozze di Figaro e Susanna, pues comparte protagonismos con su amado barbero, un rol que llevó muy a buen puerto nuestro Simó Orfila. Después de su Don Alfonso de Cosí fan tutte de la temporada pasada, el barítono menorquín se ha consolidado como una voz mozartiana.

Correcta la dirección escénica de José Luis Castro, aunque confusas algunas entradas y salidas de los personajes. Y de notable el vestuario de Franca Squarciapino, ganadora de un Óscar por Cyrano de Bergerac.

Acto IV. L’ho perduta…me meschina.- Un momento breve pero del todo inspirado es el que tiene Barbarina, un rol menor (si es que hay roles menores en Mozart). Aquí no podemos más que aplaudir a Maria del Mar Vives, que junto a Jorge Franco (Curzio) y, sobre todo, a Pablo López (Antonio), dieron una lección de profesionalidad en esos delicados y pequeños (es un decir) papeles. El coro, con Pere Víctor Rado al frente, muy afinado en todas sus puntuales intervenciones.

Le escenografía aumentó, en esa escena, su hiperrealismo. Un jardín, de casa noble, de verdad. Con sus plantas, sus escaleras y sus balcones. Con unos criados saliendo de la casa iluminando el patio con luces y candelabros. Todo muy real. Un final muy apropiado para cerrar esa ópera y dejar al público, puesto en pie y aplaudiendo, con muy buen sabor de boca.

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