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Opinión

No solo de polémicas vive ARCO (o sí)

Aspecto del espacio de la galería Horrach Moyà. Aina Ferrero-Horrach

La que debía haber sido una edición dedicada a las mujeres y al futuro ha acabado tenido como protagonista a un hombre, Santiago Sierra, y a una práctica que parecía ya erradicada de nuestro pasado: la censura. Hablamos de ARCO, por supuesto. Mucho se ha dicho ya de semejante aberración al sentido común, a la dignidad y a la libertad de expresión, pero lo que llama la atención ahora, una vez clausurada la feria, es la indiferencia con la que el mundo del arte en general ha reaccionado ante tal salvajada, quizá demasiado acostumbrado a los excesos y provocaciones. Me explico. Es verdad que muchos de los agentes del sector se han llenado la boca criticando lo sucedido, pero la realidad es que no ha podido salirles mejor la jugada: el artista censurado ha vendido por mucho más la polémica obra llevándose además el noble y rentable título de "censurado por el sistema", y la feria ARCO, por su parte, ha cerrado la edición con un récord de ventas y visitantes. En otro sector muy probablemente se hubiera promovido un boicot a la organización, pero el arte es provocación y la provocación, en arte, es dinero. ¿Estrategia de márquetin? Posiblemente, sólo así puede explicarse tan catastrófica decisión (es inverosímil pensar en que exista alguien con una incapacidad intelectual tan notoria como para creer que no iba a pasar nada por retirar una obra- cualquiera que sea- ya iniciada la feria). Sin embargo, el precio pagado a nivel mediático y sobre todo, de arraigo social, es incalculablemente negativo e irresponsable.

Entre todo este maremágnum de jaleos con tinte político, cuatro galerías mallorquinas han luchado por hacerse notar desde la dignidad de la profesión y sin los despropósitos de otros de sus compañeros. Las consolidadas Pelaires, Horrach Moyà y Kewenig han presentado sus propuestas junto a la L21, de más reciente incorporación a la feria. Uno de los aspectos más positivos de este año es que en general estas galerías han expuesto obras muy recientes realizadas en 2017 e incluso 2018, apostando por una esencia de feria actual y no trayendo obra de los años 80 y 90 (ha sucedido) que pervierte el sentido contemporáneo de la muestra.

De la Galería Pelaires resulta curiosa la obra de Guillermo Rubí ya que tiene cierto efecto de trampantojo, al parecer una pintura de tipo racionalista y ser, en verdad, una obra realizada con textiles. La Galería Horrach Moyà, por su parte, ha llevado una propuesta semejante a la de años anteriores con algunos de sus artistas en nómina: Susy Gómez, Joana Vasconcelos, o Alicia Framis, haciendo de las instalaciones las protagonistas de su estand. La mallorquino-berlinesa Kewenig se ha mantenido fiel al corte internacional de sus artistas y destaca la belleza de la obra Lekkerbreek de William Kentridge, el Tableau noir de Christian Boltanski, y las ilustraciones con aire manga de Pavel Pepeprstein. La L21 Gallery es, sin duda, la galería mallorquina que ha logrado montar un estand más coherente y atractivo a nivel de conjunto expositivo. Con trabajos frescos y divertidos de Abdul Vas, Ian Walder, Rafa Forteza o Nuria Fuster, esta galería está en disposición de atraer a nuevos públicos al conectar bien con una estética juvenil y desenfadada.

Desde siempre ha sido más fácil destacar desde la provocación y la insumisión que desde la calidad. Es agradable ver como las galerías mallorquinas han decidido apostar por esta segunda opción si bien algo más de riesgo entre sus propuestas no hubiera venido nada mal, pues como bien recoge el refranero mallorquín: "entre poc i massa, sa messura passa".

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