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Crítica de teatro

Mapas que matan, mapas que salvan

Encierra un mapa complejo, de lo vivido y lo hallado -buceando en los arcanos- lo último de Juan Mayorga, quizá el autor español más completo del momento. Una geografía emocional que hunde el ancla en la historia, tan triste como bella, de un viejo y una niña que intentan sobrevivir en el gueto de Varsovia; y que tiene su reflejo en la conmoción de una mujer actual ante unos hechos que ya no se pueden modificar y que cambiaron el mundo y mataron la poesía, que ya no es posible desde aquello, como sentenció Adorno.

En diferentes planos temporales, texturas y tonos, y en contraste con un escenario casi desnudo, monocromático, en rojo, como el vestuario, dos enormes intérpretes narran, y hasta parece que revivan, una tragedia conocida. La voz casi rota de José Luis García-Pérez, desplegando hasta nueve personajes, y la envolvente presencia de Blanca Portillo, tan creíble en todo lo que hace como en lo que no hace, cuando solo mira, por ejemplo. Son las únicas armas dramáticas, sin imágenes, apenas sin sonidos externos, al servicio de un texto magistral, con mil aristas.

Un relato que va de nazis -vuelve Mayorga al territorio que ya transitó en Himmelweg. Camino del cielo (la pudimos ver en el Teatre del Mar hace unos meses)- y de barbaries y heroínas y de búsquedas, también interiores. Y mientras van dibujando el mapa, los mapas -esos que salvan, esos que matan, los que guían y los que desvían- juegan con las fronteras entre lo inventado y lo que pudo ser, con el misterio y con la capacidad de encaje de un público rendido a la trama desde el inicio y puesto en pie al final de la función.

El cartógrafo

Teatre Principal de palma

****½

Texto y dirección: Juan Mayorga. Intérpretes: Blanca Portillo y José Luis García Pérez.

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