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Crítica de música

Las almas se divierten

Orquestra Simfònica de Balears i Cor Jove de l´Orfeó Català

Tal como afirmó el propio compositor antes del estreno, el Réquiem de Albert Guinovart és una obra llena de vida, nada tétrica ni tenebrosa. Sí tiene algunos momentos en los que los metales pueden parecer indicar que se abren las puertas del Averno, pero son solo breves compases puntuales; el todo, la idea que marca esa partitura para solistas, coro y orquesta, es de optimismo, como si quisiera decirnos que las almas, en el más allá, también tienen derecho a la alegría, a la diversión.

Curiosa forma esa de ver la Misa de difuntos. ¿Nueva? Bueno, Brahms en el siglo XIX ya compuso su Réquiem alemán pensando en los que se quedan más que en los que se van, pero eran otros tiempos. El siglo XXI tiene otra literatura musical y otra estética. Así que bien podemos decir que con esa partitura, el compositor catalán consigue algo nuevo, indicar que sí hay vida después de la muerte, y no aburrida. ¿No es ese, por otra parte, el mensaje cristiano?

Pero ¿qué otra cosa podíamos esperar de un compositor que ha firmado las bandas sonoras de teleseries, musicales y películas de éxito? Sí, Guinovart es un todo terreno, y bueno en todos los estilos. Lo ha demostrado sobradamente. Y ahora lo hace una vez más en el campo de la música religiosa. De todas maneras queda una pregunta ¿Qué tiene de religioso su Réquiem?

Una observación estética: escuchando ese Réquiem, en algunos momentos es obligado pensar en Carl Orf y su Carmina Burana.

Tanto la Orquestra Simfònica de Balears, como el Cor Jove de l'Orfeó Català (que dirige Esteve Nabona), como los solistas vocales (la soprano Marta Mathéu, el niño Ferran Quílez y el barítono Josep-Ramón Olivé) estuvieron magníficos. Sin titubeos ni momentos menores. Y algo tuvo que ver en ese buen hacer la dirección de Pablo Mielgo, precisa y atenta. Pensemos que se trataba de un estreno.

Esa partitura de Guinovart (que seguro formará parte del repertorio de algunas otras formaciones) llenó toda la segunda parte del concierto que comentamos. En la primera, la orquesta sola interpretó la Segunda Sinfonía de Johannes Brahms. Y aquí la crítica no puede ser tal elogiosa. La versión empezó muy lineal, casi sin acentos, aunque fue de menos a más. En el tercer y cuarto movimientos, surgieron los matices.

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