Diario de Mallorca

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Crítica de música

Leyenda con pasión

Orquestra Simfònica de Balears

* * * *

SayakaShoji, violín

Krzysztof Penderecki, director

Obras de Penderecki y Mendelssohn

Contemplar de tú a tú a una leyenda tiene un valor añadido más allá del arte en el cual esa persona es un mito. Y no hay duda que una de las leyendas musicales actuales es Krzysztof Penderecki, como compositor, naturalmente.

Penderecki estuvo en Palma para dirigir la Simfònica y para desnudarse ante sus seguidores en una muy interesante charla/coloquio en el club de este periódico.

En el programa del concierto que dirigió en el Auditorium de Palma el pasado jueves, el músico polaco estuvo, a sus ochenta y cuatro años, lleno de pasión y de vida por su trabajo.

En el programa, una obra suya (el Segundo concierto para violín) y otra de Mendelssohn (la Cuarta sinfonía). Ambas dirigidas con pocos aspavientos, pero con decisión, consiguiendo un resultado notable. Los músicos, nuestros músicos, conscientes de que tenían delante a uno de los grandes del siglo xx, lo dieron todo para satisfacer al maestro y al público. Todas las secciones, sin excepción, sonaron a un nivel muy alto.

Penderecki acompañó (es un decir pues la parte orquestal es tan importante como la solista) a una virtuosa, Sayaka Shoji, en su concierto conocido como Metamomorphosen, que tiene esa cualidad propia de las mariposas, la de cambiar de forma, estructura, color y propiedades. Pensado como un solo y largo movimiento, durante éste, el cambio de ritmos y tonalidades es constante. Una auténtica metamorfosis musical. Un movimiento que engloba muchos otros dentro de sí.

El compositor y director era consciente de que dirigía una obra propia, con lo que estuvo más pendiente del resultado global que de los matices. Por lo que a la violinista decir que cumplió con creces su encargo, hacer que el público entrara dentro de una obra, sin duda difícil para el intérprete y para el oyente poco habituado a la música actual. La prueba de que consiguió seducir estuvo en la cantidad de aplausos que recibió, lo que la obligó a un bachiano bis.

Ya en la segunda parte, con menos responsabilidad, Penderecki se soltó y mostró una Italiana de Mendelssohn preciosa, vital, optimista, incluso mediterránea. Ya desde los primeros compases pudimos intuir que el director ama a Mendelssohn, como es natural y como debe ser. ¿Quién no?

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