-Para que se haga cargo del tipo de entrevista: “¿Qué es el “mito de Ibiza” trazado en su libro?

-Es el imaginario turístico de Ibiza, formado por todo aquello que el turista esperaba encontrar en esta isla y en ningún otro lugar. Y fueron los propios turistas quienes lo crearon, quienes decidieron que así fuera. Es decir, Ibiza como un destino turístico un poco más transgresor que, por ejemplo, Mallorca. En sus primeros años había en este mito componentes artísticas y contraculturales, después se fue vulgarizando como todo, convirtiéndose en una caricatura, en eso que hoy se llama la “marca”.

-O sea que el turismo de masas empezó en Ibiza en 1933.

-No, lo que empezó en 1933 fue el turismo a secas y la idealización de un lugar en el que el visitante creía que era posible vivir una vida diferente.

-¿Cuál fue el equivalente ibicenco de Robert Graves?

-Robert Graves vivió en Mallorca casi toda su vida, no ha habido un equivalente en Ibiza. Escritores de su talla han escrito en Ibiza, pero su paso fue más fugaz.

-Y en los años treinta ya consumían drogas, como ahora.

-Como ahora seguro que no… Pero el hachís sí se fumaba, como sabemos por los testimonios de algunos visitantes. También se practicaba el nudismo. La idea de que Ibiza era un lugar donde hicieras lo que hicieras te dejaban en paz y nadie se metía contigo, es decir, un paraíso, empezó a arraigar en aquella época.

-¿Walter Benjamin escribía bajo el influjo del hachís?

-Al menos hay un texto escrito de esta manera. Se titula Al sol y en él describe un largo paseo por el interior de la isla. Es el texto más hermoso que se ha escrito sobre la naturaleza de Ibiza.

-A su enamorada, Benjamin la llamaba “puta”.

-Y también “sibila”. Pero creo que ambas definiciones formaban parte de una broma entre ellos. Hasta en sus relaciones amorosas estaba presente la literatura. Él era “Agesilao”, el rey más pobre de la historia, y ella una especie de sacerdotisa, “puta y sibila”, que lo acompañaba. De todas maneras, Benjamin era muy raro con las mujeres.

-¿Sin la fractura de la Guerra Civil hubiéramos tenido un turismo menos agobiante?

-No lo creo. Después de la Guerra, al menos en Ibiza, todo volvió a empezar de cero, muy lentamente. Pero como se ha visto, el turismo es una fuerza imparable e incontrolable.

-¿Puede usted vivir retirado en la Ibiza en ebullición?

-Sí, gracias a que vivo en el campo, en un lugar todavía tranquilo y lejos de la ebullición. Y a que me gusta poco salir de casa. Trato de aprovechar y cuidar al máximo este privilegio.

-Ibiza sedujo a aquellos primeros turistas de los años treinta porque era africana.

-Fue el dadaísta Raoul Hausmann quien habló con admiración del “carácter africano” de Ibiza. Aquellos primeros turistas estaban bastante hartos de Europa, de “lo burgués”, y ciertamente Ibiza era muy poco o nada burguesa. El propio Benjamin se sintió muy decepcionado cuando en 1933 sus amigos, con los que residía, se trasladaron, y él con ellos, a una casa nueva que tenía agua corriente y hasta una bañera.

-Sert celebraba “una arquitectura sin arquitectos”.

-La arquitectura popular ibicenca era la joya de la corona, todos se sentían cautivados por ella y todos hablaron de ella, también Benjamin. Se adaptaba a aquella extraña pero fértil idea, tan de moda en aquellos años, según la cual lo primitivo era también lo más moderno. No había arquitectos pero sí arquitectura. Hoy más bien se diría que ocurre todo lo contrario. Sert llegó a Ibiza por primera vez en 1932, como Benjamin, y estuvo vinculado a la isla toda su vida. De hecho, hasta está enterrado aquí.

­-¿El nazismo pudo plantearse una conquista de Balears, dada su infiltración en las islas?

-En la prensa palmesana de aquellos años se hacían esta pregunta con preocupación, pues Mallorca estaba llena de jóvenes alemanes que nadie sabía muy bien qué habían venido a hacer, aunque seguramente formaban parte de aquel programa de vacaciones que se inventaron los nazis, la Kraft durch Freude, para tenerlos a todos entretenidos y vigilados al mismo tiempo antes de llevarlos a la guerra. A Franco, como Comandante Militar de Baleares en aquellos años, parece sin embargo que le preocupaba mucho más Mussolini que Hitler.

-Benjamin demuestra que segundas visitas nunca fueron buenas, en 1933 asocia a Ibiza con el “horror”.

-Al final de su segunda estancia la perspectiva de quedarse un invierno en Ibiza, algo que por lo visto llegó a plantearse, le producía horror. Es verdad que Benjamin no se encontraba a gusto en ningún lado durante mucho tiempo, pero sus últimos días en Ibiza fueron desesperantes. Su enamorada se marchó, él se peleó con todos sus amigos y finalmente contrajo la malaria…

-¿Un invierno en Ibiza es más duro que un invierno en Mallorca?

-Puede que en aquellos años así fuera. Ahora sin embargo es todo lo contrario. Si no fuera por el invierno, la perspectiva de vivir en Ibiza sí sería un horror.

-No describe usted a un Benjamin particularmente simpático.

-Era un hombre amable pero no simpático. Creo que no le gustaba la gente. Y desde luego confiaba más en los libros que en las personas.

-¿El “no dejo de pensar en esa isla” de Benjamin es la constante de quienes sucumben al mito ibicenco?

-A pesar de sus horribles días últimos en Ibiza, en los años siguientes Benjamin pensó en volver y parece ser que la echaba de menos. Y sí, ha sido siempre un síntoma de lo que un escritor holandés definió como una enfermedad, la “ibicitis”.

-¿Ibiza reseca la poesía?

-No la reseca, yo diría que la hace más fuerte, menos complaciente.

-¿El siglo XX balear está protagonizado por ilustres visitantes extranjeros?

­­-No, ellos no lo han protagonizado. Han estado por aquí, eso es todo. Y han dado un poco de lustre a la vulgarización del turismo.

-¿Los viajeros eran inmiscibles con los nativos?

-Para los campesinos ibicencos, todo lo que hacían aquellos viajeros de los años treinta era incomprensible. Por su parte, los viajeros idealizaron a los campesinos y su mundo, de manera que tampoco puede decirse que los comprendieran bien. Vieron en ellos a seres de otro tiempo y, como ya se ha dicho, incluso de otro continente. Se observaron mutuamente con curiosidad y a una cierta distancia. Ya está.

-¿Aquellos visitantes de los años treinta se sentirían a gusto en la Ibiza actual?

-No, por supuesto que no. El propio Benjamin ya escribió ¡en 1933! que Ibiza se estaba convirtiendo en un vulgar sitio de “tenderos y veraneantes”. Pero quizás ni siquiera él pudo imaginar que los tenderos acabarían por venderlo todo, y los veraneantes por comprar cualquier cosa.

-Benjamin incorporó términos como “finca” a su escritura en alemán.

-Sí, escribió esta palabra, que tan bien describe el hábitat rural de la isla, en su original ibicenco. Seguramente no encontró la traducción exacta.

-¿Evita usted deliberadamente en sus libros cualquier término escrito en “el dialecto del lugar” que citaba Benjamin?

-No lo creo.

-¿Se ha planteado alguna vez vivir en otro sitio?

-Ya he vivido en otro sitio. De hecho, tengo la sensación de que, por mi manera de ser, puedo vivir en cualquier parte del mundo. Incluso en Ibiza.