¿Qué imagen permanece imborrable en la memoria de aquel 19 de diciembre de 1992?

Joan Punyet: La de mi abuela (Pilar Juncosa), con 88 años, llorando de ilusión. Ella y su marido (Miró) firmaron el acta con el alcalde socialista Ramón Aguiló en 1982, en su casa de Son Abrines, y once años después vio, emocionada, cómo se inauguraba esta magnífica Fundació.

¿Qué le parecería hoy a Miró la actual Fundació?

J.P.: Se sentiría enormemente orgulloso de una Fundació que hoy es uno de los museos punteros de toda España y también a nivel internacional, porque viene gente de Suiza, Latinoamérica, Norteamérica, China, Japón, Francia… y siempre dicen que es un museo con alma, con identidad, con personalidad. Que no está hecho con dinero, sino con amor y con voluntad de mejorar la cultura, no solo en Mallorca sino a nivel nacional e internacional.

¿El público que visita la Fundació es en su mayoría extranjero?

Francisco Copado: Sí. En torno al 85 por ciento son visitantes extranjeros. Tenemos un recorrido para que el público local vuelva a venir a la Fundació. Atraer a los mallorquines es uno de los objetivos que la Fundació se marcó hace ya un tiempo.

¿Qué tiene que mejorar la Fundació?

F.C.: Muchas cosas. Yo destacaría el plan de inversiones que vamos a realizar en cuanto a mejoras del edificio que de alguna manera es también la imagen de la Fundació y los lugares donde los visitantes acuden. Me refiero a las reformas a comprender en cuanto a las patologías del taller Sert, proyecto que se está desarrollando y que durante el primer trimestre de 2018 se llevarán a cabo las obras de rehabilitación; y el edificio Moneo y Son Boter también necesitarán un plan de inversiones. También hay que mejorar en comunicación, una línea que hemos empezado a trabajar. En este sentido anuncio que vamos a hacer un cambio en cuanto a la nueva imagen de la Fundació, creando un nuevo logo, una nueva marca, y además una nueva página web, más cercana, más actual, más eficaz y más directa. Se darán más detalles coincidiendo con el 25 aniversario, el próximo 19 de diciembre. Se ha trabajado mucho para llegar a sintetizar a través de la nueva marca e imagen la esencia de Miró y de la Fundació, y sobre todo el futuro al que hay que mirar, sin olvidar el pasado.

Miró amaba Mallorca, a la que legó sus tesoros. ¿Los jóvenes mallorquines también sienten devoción por el artista?

F.C.: Totalmente. Por la Fundació este año pasarán más de 6.000 niños y estudiantes que acuden a los talleres, a las visitas escolares. A mí me gusta observarles, y al hacerlo veo esa mirada pura y limpia que tienen los más pequeños cuando se enfrentan a Miró sin ningún condicionante, a diferencia de muchos adultos, que dirán que no entienden lo que ven. Un niño es mucho más abierto y puro en las sensaciones a los colores, a las formas y a lo que sugiere la pintura de Miró más allá de lo que a veces desde la mente y la observación del adulto queremos ver directamente a través de la evidencia de una figura o algo reconocible en el cuadro.

Como subrayó Chillida en la inauguración de la Fundació, “Miró era como un niño”.

J. P.: La frase es totalmente cierta. Miró tenía un sexto sentido, tenía el ojo del subconsciente colectivo siempre a flor de piel. Cuando yo tenía 10 años, él sumaba 85, y éramos capaces de entendernos a la perfección, mirando un atardecer, escuchando ladrar un perro en la lejanía de Cala Major, observando un cielo estrellado o disfrutando de la película El gran dictador de Chaplin. Los dos reíamos como niños. Para mí, Miró siempre fue un niño mayor, una persona que tenía una manera diferente de entender todo lo que le rodeaba y que podía sorprenderse ante una flor, un pájaro o una estrella.

Son muchas las familias que cada vez más deciden pasar una jornada libre en una pinacoteca. ¿Los museos están de moda?

F.C.: La palabra moda no me acaba de convencer pero sí que es verdad que la visita al museo en familia se ha incrementado más significativamente que las visitas individuales. El aumento de estas visitas tiene que ver con que los museos han dejado de ser esos centros de erudición y esos lugares en el que no pasaban cosas, en el que visitante era pasivo. Ahora en los museos pasan cosas más allá de colgar cuadros y realizar exposiciones; hay actividades, hay discurso, hay interacción con los visitantes, a quienes se escucha.

¿Cómo se imaginan la Fundación dentro de otros 25 años?

J.P.: Consolidada a nivel internacional, un lugar de relación constante de artistas jóvenes que pasan por aquí a hacer talleres, grabados, litografías, dibujos y cerámicas en los estudios, que es una de las grandes virtudes de la Fundació que la diferencia del resto de museos internacionales. Tener dos estudios abiertos de Miró supone que dentro de 25 años seguirá siendo un referente mundial de peregrinación de todos los enamorados de Miró. Dentro de 25 años la Fundación tendrá una relación dentro de la sociedad aún mayor porque Miró gana adeptos con el paso del tiempo. Dentro de 25 años los mallorquines entenderemos que esto es un diamante en bruto, una joya de la corona, un lugar incomparable a nivel internacional.

F.C.: El hecho de donar los estudios significa que Miró seguirá vivo siempre. Conocer el proceso de creación de un artista más allá de las obras acabadas hace que de alguna manera te acerques a conocerlo en el momento de la creación. Los estudios seguirán siendo el referente de la Fundació junto con los talleres de obra gráfica, el espacio en el que Miró pensó que de alguna manera la sociedad podía acercarse al arte.

¿Quién ha sido el mejor director que ha tenido esta Fundació?

J.P.: Francisco Copado, de largo. Ha sido, sin duda, el mejor director que hemos tenido. Es perseverante, trabajador, disciplinado, habla idiomas, viaja, es culto y, lo más importante, ama esta Fundación, se preocupa por ella, no está aquí para hacer currículum, sino para dejarse la piel. No es de esos directores que piensan en qué hacer para viajar a París, Nueva York o Roma, y luego se van a casa.

Advierto cierta crítica a sus antecesores. ¿El resto de directores cumplieron con las expectativas?

J.P.: No, jamás. Los directores venían aquí a ver qué exposiciones itinerantes podían hacer para ellos viajar y hacer conferencias gratis, y la casa se quedaba sin barrer, con goteras, sin reformas, sin mantenimiento, un caos absoluto, el personal en situación conflictiva… No se ocupaban de la casa porque es lo más tiempo consume y más desagradable es. Copado, en cambio, sí se deja la piel para que la casa desde dentro funcione bien.

25 años dan para grandes momentos y para sinsabores. ¿Cuáles han sido los más bonitos y los más desagradables de este recorrido?

J.P.: Entre los mejores destacaría la exposición homenaje a Pilar Juncosa y entre los peores, cuando nosotros nos llevamos las obras de la Fundació porque teníamos una pelea con Fageda y la de la Arruixada, Carme Feliu.

¿La ecotasa es un enemigo del turismo cultural?

F.C.: Desde mi modesta opinión creo que no. Cuando yo viajo a Roma, por ejemplo, no tengo ningún problema en pagar la tasa turística. O a Lisboa. No dejo de visitar ciudades por pagar una tasa turística.

En su inauguración, en 1992, se dijo que la Fundació sería uno de los centros más visitados

F.C.: Es importante el número de visitantes porque sustenta en cierta medida las entradas y los ingresos de la Fundació pero no es el único parámetro ni el principal desde mi punto de vista. Doy más importancia a la experiencia de la visita que al número de visitas.

¿Queda mucho Miró por descubrir?

J.P.: Muchísimo. Picasso es el artista del siglo XX y Miró, el del XXI. Picasso se ancló a la figuración, y Miró a la abstracción. Es un terreno totalmente inexplorado y para muchos incomprensible porque requiere una formación poética, musical, filosófica, y también entender la influencia del japonismo y del expresionismo abstracto en su obra.