"Ver el musical de Billy Elliot Billy Elliotha sido uno de los regalos de cumpleaños más bonitos que he recibido. Me gustó muchísimo y logra el mismo efecto que la película. Una experiencia muy gratificante", subraya Nico Oliver. Nieto de artista, del pintor Nils Burwitz, este joven de 16 años es un apasionado del ballet, como el personaje que llevó al cine Stephen Daldry, que descubría su amor por el ballet en un entorno de tradicionales hombres mineros. Aquella historia, que se convirtió en un fenómeno mundial, entró en la carrera por los Oscar y se hizo con dos premios Bafta, ha vuelto ahora a los escenarios, en formato musical, y el éxito, de momento solo en Madrid, donde la obra estará dos años en cartel, ha vuelto a repetirse.
"Historias como las de Billy Elliot ayudan a la difusión de la danza, y en un país como España, donde el ballet tiene muchos estereotipos, eso es positivo. España no es como Rusia o Cuba, donde los chicos bailan más que las chicas. Aquí todavía son pocos, así que cualquier cosa que ayude a normalizar la danza, bienvenida sea", afirma Francisca Tomás, la responsable de la escuela homónima situada frente al cine Rívoli, donde solo cinco de los 220 alumnos son varones.
"Mis amigos me dicen que esto del ballet es una tontería, que es cosa de niñas pero yo les contesto que no, que la danza es para todos", señala Pep García, de 8 años.
"Hablan de oídas. Dicen todo eso sin saber de qué hablan. Pero cuando les enseñas de qué va todo esto del ballet, cambian de opinión", asegura Nico Oliver.
"Estaría muy bien que hubiera más chicos que bailaran. Cuando lo pruebas, ves que el ballet vale la pena. En la escuela solo somos cinco pero no nos sentimos solos. Con las clases y las actuaciones vamos estrechando lazos y haciendo muy buenos amigos, sin distinción de sexo", agrega Jordi Ruiz, de 16 años.
"La danza era una forma de expresión que no conocía y sinceramente, me ayudó a desarrollarme como persona. Me dio fortaleza y seguridad, y transformó mi físico. El buen ballet construye y esculpe tu cuerpo", subraya el mayor de los varones de la Francisca Tomás, el músico y bailarín Miguel Gelabert, de 19 años, que descubrió este mundo, no por Billy Elliot sino por otra película, Cisne Cisnenegro.
Los beneficios de la danza
Como estas dos películas, la danza ofrece toda "una catarata de emociones" a quien se entrega a ella. Así lo afirma Francisca Tomás, que lleva toda la vida dedicada a la enseñanza. Su experiencia le lleva a asegurar que el baile aporta muchos beneficios para la salud de los jóvenes: les ayuda a sincronizar, coordinar y equilibrar mejor sus movimientos; a crear vínculos con los demás niños; favorece su socialización; potencia la flexibilidad; y despierta la destreza corporal, entre muchas otras ventajas.
"A mí me ha ayudado mucho en la visión espacial, me ha servido para ver el entorno, comprender si algo tiene que ir delante o detrás, arriba o abajo. La danza me llena mucho", confiesa Nico Oliver, a quien el baile le viene de familia. "Tenía envidia de mi hermana. La esperaba siempre en el sofá de la escuela, a que acabara su clase. Y como era muy revoltoso, no paraba de saltar. Un día Francisca Tomás me animó a entrar en una clase, y ahí empezó todo", relata.
Algo similar le ocurrió a su compañero Jordi Ruiz: "Empecé con cuatro años. Me madre me decía que no paraba de saltar en el salón de casa en cuanto ponían música. Me animaron a probar y me gustó".
"El salto es muy varonil", reconoce Tomás, quien aconseja, a aquellos que piensan que la danza no es para chicos, que prueben de subir a peso a una mujer, y que lo hagan con música. "Esta disciplina no es de chicos ni chicas, es para atletas", apunta.
La profesora y coreógrafa confiesa que "trabajar con chicos siempre me ha encantado. Puede que les cueste más saltar pero son más nobles".
