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Entrevista

Isabel Ordaz: "Cada vez estoy más cerca del lenguaje como única patria"

"Ahora solo sigo una serie, la política contemporánea. Deseo que al final venza la sensatez", confiesa

La actriz Isabel Ordaz en el papel de Miriam en ´He nacido para verte sonreír´.

¿Recuerda su última visita, como actriz, a Mallorca?

Fue con Lúcido, también de otro director argentino, Rafael Spregelburd. Parece que me estoy especializando en los dramaturgos argentinos. Fue una función maravillosa, en el Auditòrium, en 2012.

En esta ocasión viene con He nacido para verte sonreír. ¿Monólogo o soliloquio?

En principio está pintado como un monólogo aunque la puesta en escena que ha hecho Pablo Messiez se podría llamar también un soliloquio porque el antagonista, que es el hijo, no habla. La palabra es propiedad de la madre. Se establece un diálogo entre la palabra y el silencio.

¿Dónde pone el acento el discurso de la madre?

La madre habla de todo lo que le acongoja por la enfermedad de su hijo. Es una mujer que espera que llegue el marido para internar a su hijo en una institución mental. Ahogada y sobrepasada por este drama, un melodrama digamos que clásico, irá desgranando todo su mundo interior. Es una propuesta dramatúrgica que transcurre con una acción interior más que externa y ella va hablando de su pasado y sobre todo tratando de ahuyentar y exorcizar ese silencio que la asfixia, esa soledad que le produce culpa porque no sabe si ella es responsable de la enfermedad del hijo. Poco a poco se irá levantando un castillo de palabras, de pensamientos y sobre todo de emociones. Es una obra que transmite una gran emocionalidad al espectador.

¿Tiene algo de bolero?

Hay dos o tres subrayados musicales en la obra extraordinarios y uno de ellos es un bolero de Los Panchos. En el melodrama clásico la música es fundamental, ayuda a abrir el corazón para la catarsis sentimental que se pretende al final.

¿El silencio es un mal compañero en escena?

Hay tantos tipos de silencio… Hay un silencio cargado de vibración, que es cuando el actor sabe que tiene al público de su lado, embebido en su relato, en sus palabras, en su peripecia. Hay otros silencios, más inquietantes, porque no acaban de decirte dónde están situados, y resultan más fríos, dan más temblor. Y en el caso de He nacido para verte sonreír el silencio que existe, que es la no palabra por parte del interlocutor, requiere un gran esfuerzo de concentración, de preparación interior.

Desnude a Miriam, su personaje.

Es una mujer muy herida, no escuchada, ni mirada, dejada en un rincón de su propia cocina, en esos universos domésticos donde la mujer se refugiaba, sobre todo en los años 50 y 60, que es cuando se desarrolla esta historia, y ella habla, habla y habla porque le aterra quedarse suspendida en un silencio infinito.

¿Cómo reaccionan los espectadores ante una obra que, según la crítica, sirve un texto exquisito, sobre una madre y su hijo, “un vínculo que recrudece hasta el límite”?

Es una propuesta llena de claroscuros, con secretos que no se desvelan pero se apuntan. Una obra que reflexiona sobre las herencias, pues somos lo que recibimos del pasado, nos comportamos como nos educaron padres y abuelos, y no somos responsables de nosotros mismos al cien por cien. Hay un pasado que se percibe ciertamente oscuro en Miriam. También está la oscuridad de la propia locura, que siempre es un pozo negro y además tiene un estigma social. Hay momentos inquietantes para el público, incluso claustrofóbicos, pero también está presente la ternura, la solidaridad con el drama de esta mujer, el amor incondicional, la impotencia del hijo, la frustración, la ironía... Hay una buena sopa de emociones.

¿Cómoda bajo la dirección de Pablo Messiez, una de las figuras teatrales del momento?

Con Messiez se trabaja profundo y al mismo tiempo, fácil. Es muy colaborador, no trabaja solo, gracias a Dios. Le gusta recibir de los actores. No tiene un plan preconcebido, de un modo sencillo poco a poco se va construyendo aquel universo que se habitará en la representación. Al mismo tiempo es muy exigente pero no tienes la sensación de que te impone. Sus propuestas tienen algo poético. Me ha gustado mucho, yo repetiría.

¿Usted nació para ser actriz?

Creo que sí. Nací para contar. Me considero una narradora de historias. Como también hago mis pinitos con la poesía me doy cuenta de que cada vez estoy más cerca del lenguaje como única patria. A mí lo que me gusta es contar, a través de la escritura, encima de un escenario, en la televisión o el cine. El verdadero afán del hombre es narrarse a sí mismo y la realidad que le circunda. Creo que es una de las salidas más salvadoras.

¿El oficio de actriz siempre le ha resultado maravilloso?

No, también es muy tormentoso. Digamos que mitad y mitad. A veces alcanzas la plenitud, pero el resto es trabajo, trabajo y trabajo, que al final es lo que te tiene que gustar, más allá del resultado.

¿Hay personajes que trascienden y uno se los lleva consigo para siempre?

Alguno hay, sí. Con Rafael Gordon he hecho tres películas: La reina Isabel en persona, Teresa, Teresa y Todo mujer. El personaje de Teresa de Ávila, por ejemplo, me ha dejado muy marcada. En teatro también hay alguno, como Teté, la madre en Lúcido, de Spregelburd; o la Winnie del dificilísimo Beckett, en Los días felices. Son personajes que te van haciendo a tí mismo, te hacen muy tolerante.

¿Qué dice de Isabel, ‘La Hierbas’ de Aquí no hay quien viva?

‘La Hierbas’ me ha marcado a mí y también a un montón de gente. Es un personaje que a mí me ha dado mucha alegría y también mucho trabajo. Ahí hice un trabajo de clowning. El payaso es uno de los arquetipos teatrales a los que más respeto. Con ‘La Hierbas’ hice un payaso blanco, maravilloso, con el que me divertí hasta la muerte. Siempre me acompaña y me ha dado muchísimos datos sobre mi capacidad para la comedia.

¿Qué busca en las teleseries, como espectadora?

Me gustan cuando hablan de mí, cuando me siento reflejada, o reconocida en algún aspecto de su narrativa. Me agradan los buenos diálogos, que no haya demasiada acción, que la palabra sirva para algo y que las series no sean solo de gente muy joven, sino que haya una relación intergeneracional.

¿Hay alguna serie actual a la que esté enganchada?

No, ahora estoy siguiendo una serie que es la política contemporánea (risas), muy interesante.

¿Le augura un final feliz a esa serie, o culebrón?

Como optimista que soy quiero lanzar desde aquí buenos augurios, que se arregle de la mejor manera posible. Aunque no es este el foro para hablar de ello, deseo que al final venza la sensatez colectiva.

¿Cuándo volveremos a verla en la gran pantalla?

En una comedia romántica que se estrenará en abril y que se llama Sol a cántaros, dirigida por Dani de la Orden y producida por Atresmedia.

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