-¿Qué significa para usted el Premio de los teatros públicos al mejor actor 2017?

-Es un premio gratificante porque lo conceden los programadores de teatro de las islas, la gente que más teatro ve. Lo he recibido con alegría y cierta sorpresa.

-¿Por qué hay tanto teatro público con tan poca programación durante todo el año?

-Buff, este es uno de los problemas de la gran burbuja cultural que sufre este país. En su momento empezaron a florecer teatros y en Balears hay muchos, aunque en realidad son edificios, porque un teatro vacío pierde el nombre. En su día hubo dinero para construir pero uno se pregunta quién suponía que iban a venir 500 ó 600 personas a un teatro de un pueblecito. Y ahí están. Hay más teatros que posibilidades de actuar en ellos. Yo soy de Ciutadella y el Teatre des Born clama al cielo; es precioso, uno de los mejores de Balears, con unos palcos y una platea para aplaudir, ¡y hace 10 años que está cerrado! Tiene un cartel que da ganas de arrancarlo y sustituirlo por otro que ponga: edificio vacío.

-¿Qué utilidad tiene un premio?

- A mí me sirven para ponerlos en una estantería muy mona que tengo, entre los DVD´s. Te suben un poco el ego un par de semanas pero al final lo que vale es el trabajo. No hay que dormirse en los laureles y seguir currando.

- Un reconocimiento que llega con Yo Odisseu y Un tranvia llamado deseo. ¿Qué le han aportado ambos espectáculos?

- Muchísimo. En el caso de Un tranvia llamado deseo fui yo el que le metí el gusanillo al productor, Joan Porcel, de El Somni. Le dije que me encantaría hacerla y que si no hacía ya de Stanley Kowalski se me pasaba el arroz. Al cabo de un año me llamó para decirme que la montaba. Era un personaje que tenía ganas de interpretar por el referente de la película, con Marlon Brando, todo un icono. Tenía ganas de meterme en la piel de este tío violento, maltratador, machista, dominante y desagradable, tan alejado de lo que yo creo ser. No ha sido fácil encarnarlo. Y en el caso de Yo Odisseu€ es que yo soy un enamorado de la historia y la mitología, y esta es una de las grandes obras de la literatura universal. Era la primera vez que me enfrentaba a un monólogo, explicando la Odisea, y ha sido la bomba, al permitirte pasar por todos los sentimientos, desde la victoria absoluta al rey déspota, sin olvidar la miseria, la pena, la desesperación, la rabia, el miedo...

- ¿Qué espera del teatro?

- Hay una frase de Xavier Albertí que me gusta mucho y dice: El teatro ha de crear preguntas, no respuestas. Ese es el lema que nos marcamos en la compañía La Impaciencia. Si en una obra te lo dan todo masticado, mejor ir al cine a ver Transformers. Lo que me encanta como actor es que últimamente me ofrecen personajes muy diferentes. Uno de los miedos del actor es que te encasillen. Estoy consiguiendo esquivar eso. Los personajes que hago en Un tranvia llamado deseo y He visto ballenas no pueden estar más alejados uno del otro.

- Un aula es el mejor lugar para hacer preguntas. ¿Cómo es La classe, la obra que representará este jueves y viernes en el Teatre Principal?

- La classe presenta un texto precioso, de Sergio Baos, con el que ganó el primer Torneo de dramaturgia de Balears. Aparte de actor, director y dramaturgo, Baos es profesor de instituto y gran parte de la obra se basa en comportamientos y cosas que va oyendo de sus alumnos, lo cual le da veracidad; a los pocos segundos nos olvidamos de que somos tíos de 40 años interpretando a chavales de 15. Es una obra que habla de la vida, de cosas que nos pasan a todos, de la amistad en la infancia, de cómo la vida te va cambiando y de cómo muchas veces te pasa por encima, de las ilusiones y los proyectos de joven y en qué quedan...

- Dice que La classe habla de la amistad. ¿Es una familia bien avenida la de las artes escénicas de Mallorca?

En general, sí. Siempre tenemos a la suegra de la familia, que son las instituciones, los políticos, los que en teoría están para facilitar las cosas. Toda familia tiene una suegra o un cuñado que hay que aguantar. El resto nos llevamos bien. Te toque quien te toque en un espectáculo, todos somos colegas.

- El otro día le vimos vestido de astronauta en Cort. ¿Puede entenderse como una metáfora dedicada a los políticos, siempre en la Luna?

- No iba por ellos, pero se podría aplica perfectamente. Los políticos viven en el espacio exterior y cuando vienen aquí no entienden en qué mundo están y además les toca regularlo. El astronauta de La conferència (obra que podrá verse en el Teatre Xesc Forteza el día 12, este domingo, dentro de la programación del Fesjajá) es bastante más mundano.

- ¿Sobre qué reflexiona en esta Conferència?

- Reflexión es una palabra que le viene grande a esta obra. La conferència es una gamberrada de la que solo puede salir una reflexión: dios mío por qué me he estado riendo durante una hora y media de estas chorradas. En la obra, el astronauta viene aquí a revelar una gran verdad, oculta durante muchos años, y es que en la Tierra no solo hay dos géneros, hombre y mujer, también el tío, un género que vive en una realidad paralela. Es una obra que nace de la necesidad de reírnos de todo y de ser políticamente incorrectos.

- ¿Alguna vez ha alcanzado el orgasmo en un teatro?

- Con 17 años vi El Temps i els Conway en Barcelona y me dije: qué maravilla, yo quiero hacer esto. Fue mi primer orgasmo intelectual. Actuando recuerdo el Puck, personaje de El Somni d´una nit d´estiu, con el que descubrí que era actor y quería dedicarme a esta profesión.

- ¿Qué papel ha jugado el humor en tu carrera como actor?

- El humor es una constante en mi vida. Me gusta tomarme las cosas con humor en el día a día.

También he tenido la suerte de que la gente cuando piensa en mí no me ve como un actor cómico. Me divierte muchísimo hacer papeles no humorísticos.

- Su actuación en el FesJajá se enmarca entre las de David Fernández (Chikilicuatre) y los de Mongolia. ¿Se siente cómodo ahí enmedio?

- Me siento extraño. No es un tipo de teatro que acostumbro a hacer. Cuando alguien piensa en un monólogo no piensa en teatro, sino en un taburete y un micro. Me dio un subidón al saber que compartía cartel con Alejandro Dolina, escritor, locutor y humorista argentino de talla mundial al que admiro muchísimo y que abrió el FesJajá.