Diario de Mallorca

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Crítica de música

Roma-Aranjuez-Linz

Orquestra Simfònica de Balears

****Juan Manuel Cañizares, guitarra. Joji Hattori, director. Obras de Respighi, Rodrigo y Mozart. Auditòrium de Palma, 26/10/17.

Tres ciudades estuvieron referenciadas en el programa del segundo concierto de temporada de nuestra Sinfònica. Roma, o toda Italia, en la obra de Respighi, Aranjuez, naturalmente, en la de Rodrigo y Linz en la composición de Mozart.

Se nota que Joji Hattori es violinista además de director, los matices que consigue de las cuerdas son espléndidos. Lo demostró una vez más en esa tercera suite sobre Aries i dances antigues de Otorino Respighi. Una partitura para cuerdas y en la que sin estos matices puede resultar un simple estudio de orquestación. Hattori consiguió que las frases se enlazaran de forma intuitiva, sin estridencias, sin puntas. Ese fue el mérito del director y sus músicos. Una delicia para empezar la velada.

Pero no la única, habría más momentos deliciosos. Entre ellos algunos del Concierto de Aranjuez, obra popular como pocas, y con un solista, Juan Manuel Cañizares, que demostró que conoce a la perfección; de hecho la ha tocado en muchos y grandes escenarios. Cañizares no tiene un sonido muy potente pero sí deliciosamente limpio, como pocos guitarristas. Nada de notas falsas o medio escondidas, nada de eso. Todas eran audibles y nítidas. Incluso los rasgueos, que sonaron puntual y acertadamente agitanados son dignos de mención. Como también vale la pena resaltar la intervención de Carlos Fortea en el corno inglés. Su sonido fue, sin duda, mágico.

La tercera ciudad, Linz, nos apareció a través de la sinfonía que lleva esa ciudad austríaca como sobrenombre. Y es que la Simfonia núm. 36, K 425 también es conocida como Simfonia Linz. Y aquí es cuando volvemos a apelar al buen hacer del director, Hattori, con las cuerdas. Otra vez aparecieron los fraseos estudiados y sin fisuras. Y no solamente en las cuerdas, también los pocos vientos que Mozart utiliza sonaron bien modulados. Hattori optó por una versión clásica, de clasicismo. Con un número reducido de instrumentistas y con los timbales a pie de escenario, lo que, acertadamente, matizaba su sonido.

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