El dibujante canadiense, un lujo tenerlo en Còmic Nostrum, sostiene que no practica el periodismo, pero no hay duda de que es un deudor directo de Joe Sacco. Sus historietas de actualidad y cruda realidad han sabido narrar como los mejores corresponsales las durezas de Corea del Norte, Jerusalén o Birmania.

¿Ve su trabajo como periodismo?

No me siento periodista. Yo voy de viaje a un sitio, vivo allí un año porque acompaño a mi mujer, miembro de Médicos sin Fronteras, voy tomando notas de lo que veo y mando postales a mi familia. Eso no es periodismo. En mi caso, son las historias las que me siguen a mí. En el de los periodistas, son ellos que van detrás de las historias. Me siento muy lejos de lo que hacen los periodistas.

¿Dibuja en los lugares directamente?

Nunca. Lo hago a la vuelta a casa. Releo mis notas y decido si tengo material suficiente para hacer un libro.

¿Adónde puede llegar el dibujo pero no el periodismo? ¿Es más libre el cómic?

Es que en mi caso sólo conozco el lenguaje del dibujo. Por ejemplo, cuando hice el libro de Pyongyang, tuve que dibujar de memoria los sitios porque allí está prohibido tomar fotos o ponerse a dibujar en la calle. Para mí, el dibujo da herramientas de narración muy útiles y diversas. Y es rápido y divertido. Por otra parte, cuando hago un libro me puedo tomar un tiempo reposado y no tengo que hablar de un asunto específico. No sería capaz de escribir sobre un tema en dos días como hacen los periodistas. Por ejemplo, no podría trabajar en Barcelona estos días con lo que está pasando. Necesito tiempo y distancia. Por eso, creo que lo que yo hago se parece más a una guía de viaje o a una novela.

Vive en Montpellier, pero es oriundo de Quebec, donde han vivido dos referéndums por la independencia. ¿Ve similitudes con el caso catalán?

En el caso de Quebec, me parecería un simple formalismo separarse cuando tienen competencias en tantos aspectos. No sé qué saldría ahora mismo si se hiciera un tercer referéndum. En cuanto a Cataluña, creo que no es un buen momento para separarse. El Brexit es un motivo. Y creo que estos intentos de separación podrían darse en otros lugares de Europa. Es el momento de ser más europeos y consolidar lo que tenemos. Pienso que Francia, Alemania, Italia y España han de estar fuertes y tener bien sentadas las bases.

El sentido del humor que emplea contrasta con la dureza de los países retratados en sus libros: Corea del Norte, Jerusalén, Birmania...

Es una manera de tratar las cosas. Me gusta hacerlo así. Cuando vas a Jerusalén y los judíos ortodoxos lo cierran todo los sábados (shabat), pues al extranjero puede parecerle gracioso.

¿Cuál es el país más duro que ha visitado?

Corea del Norte. El régimen en el que viven parece una secta. La gente no podía hablar conmigo, un extranjero, por miedo a ser denunciados por sus vecinos.

Su último cómic es algo distinto: narra el largo secuestro que padeció un activista francés en Chechenia. El protagonista no es usted.

Exacto. He tenido que poner palabras en otra boca. Por eso, le mandaba los guiones al activista. Y ha sido un trabajo minimalista, algo único. Como ahora no voy a viajar como antes con mi mujer, voy a tener que buscarme nuevos temas.