Gracias a este ciclo musical de Formentor, hemos podido conocer de primera mano lo que era conocido a través de los periódicos y otros medios de comunicación: que la soprano Olga Peretyatko es una de las grandes voces femeninas del momento.
En efecto, el recital que ofreció el pasado viernes, rozó la perfección. Con un programa bien elegido, atrevido, con arias y momentos del todo delicados, la soprano demostró por qué su repertorio es el que es, pues su voz posee una tesitura muy amplia que le permite cantar desde el rol de Susanna de Le nozze di Figaro, al de Rosina de Il barbiere di Siviglia rossiniano, que cantó en forma de bis y que, sin duda constituyó uno de los momentos más brillantes de la sesión.
De criada (Susanna) a casi condesa (Rosina), pasando por otros roles del repertorio, como el de amante fiel (Juliette) o mujer divertida y avanzada a su tiempo (Musetta). Tanto los apeles propios de soprano o de mezzosoprano fueron cantados con maestría y encanto.
Fraseo exquisito, afinación sobresaliente, pronunciación de primera, graves potentes, agudos líricos, todo eso unido a un saber estar muy teatral, convierten a la Peretyatko en una gran dama del canto.
Muy bien la orquesta, a las órdenes de Felipe Aguirre, que dirigió atento siempre, utilizando, o no, la batuta. La formación lució especialmente en el Intermezzo de Cavalleria Rusticana, aunque sin bajar la guardia en ningún momento.
Dos observaciones: Primera la referente a la enorme e innecesaria pantalla que transmitía el concierto para los que ya estábamos allí y lo disfrutábamos en vivo. Pero es que además la imagen, con un segundo de diferencia con respecto al sonido real, restaba concentración.
Segunda la que tiene que ver con la sonorización del evento, que no estuvo a la altura de la que se ha utilizado en otras ocasiones. En ésta se notaba demasiado la amplificación, resaltando, exageradamente, los ruidos externos, como el del manejo de los papeles de las partituras.
