El cierre de las Converses de Formentor trató de poner paz a la disputa que marcó la jornada del sábado y recordar el espíritu de las mismas. El director de la Fundación Santillana, coorganizadora del evento, se ocupó de hacerlo elegantemente sin señalar directamente a nadie: "Formentor es un lugar de concordia, conversación y lugares inteligentes. También es una Torre de Babel donde se da la infusión de las lenguas, no la confusión". No hay duda de que Basilio Baltasar se estaba refiriendo a la actitud de Marta Robles, cuando le recriminó a Andreu Gomila que no había entendido su intervención en catalán sobre Míster Evasió de Blai Bonet. O cuando alguien del público hizo lo mismo con Gabriel Janer Manila y parte del público aplaudió a esa persona y otra la abucheó. "Debemos mantener el arte de la conversación para encontrarnos con el otro," sostuvo Baltasar, todo en un clima político a causa del 1-O catalán que sobrevoló la carpa donde este año se celebraron los encuentros literarios, que doblaron su capacidad hasta alcanzar las 400 personas.

Como viene siendo habitual en los encuentros, el domingo volvió a coronarse como el mejor día de las Converses. En la primera de la mañana, pudieron escucharse las risotadas con las intervenciones de Patricio Pron o Andrés Rábago. Éste confesó su odio personal hacia Duchamp, "es el responsable de la miseria del arte actual". El Roto se dedicó a desmenuzar algunos secretos del Montparnasse de los años 20 y de los bohemios que la habitaron. Pron, después de una deliciosa intervención sobre La vida que salvéis puede ser la vuestra de Flannery O'Connor, se adentró a comentar la historia del falsificador que vendió a la Iglesia católica el vello púbico de una mujer muerta afirmando que se trataba de la barba de San Pedro. Todo ello a raíz de otro comentario sobre Trópico de Cáncer de Henry Miller. La conversación sobre ambulantes literarios tomó afluentes diversos y estimulantes gracias al nivel de los ponentes.

Alberto Manguel, Fernández-Armesto, Joana Bonet, Florence Delay y Basilio Baltasar. m. e. v.

En el último encuentro, Basilio Baltasar trazó una genealogía mística de la razón bohemia a través de las palabras de Kafka. "El bohemio es un sableador, sinvergüenza, impostor, pedigüeño, un individuo con una pobreza resentida y que rechaza las normas de etiqueta. Es alguien a quien se le tilda incluso de tener un cierto desorden mental, un malogrado y fracasado que rehúsa participar en la carrera social porque tiene miedo a perder. Eligen vivir en la intemperie cuando los demás buscamos refugio", comentó.

Florence Delay narró tres noches de octubre de Gérard de Nerval por un París de cafés y vida disoluta. Mientras que el profesor Felipe Fernández-Armesto conquistó a todo el auditorio no sólo por su ironía sino sobre todo por sus formas didácticas made in América: la suya fue una dicción teatral y entusiasta digna de las tablas de Broadway. Renunció al atril y al sofá y se puso de pie a la altura del público, pasando imágenes en una pantalla y sin leer texto alguno. Desgranó la historia de Américo Vespucio, "el gran artista del arte de reinventarse". "Es digno que América se llame como él porque es el gran país de la autoreinvención. Por eso tenemos a un presidente que es un sinvergüenza cuya historia también está llena de mentiras y fracasos", concluyó.