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Con nota

El Hermano L (La Puta Opepé): "Uno de nuestros ingredientes secretos es reírnos de nosotros mismos"

"Muchas veces nos decimos con humor: ´Qué pringados somos, aquí todo el mundo está haciendo billetes menos nosotros'" - "Los del trap se lo están comiendo todo, es lo que pega fuerte ahora" - "En el reggae está el estilo 'conscious', con el que sí se pretende dar un mensaje a la juventud"

El Hermano L, en el puente de la autopista junto al Hipódromo. g. bosch

Juan Carlos Alonso (Palma, 1973) es El Hermano L, MC integrante de La Puta Opepé. Asegura que en los años de su camino en solitario ha aprendido a entonar "y a hacer evolucionar" su estilo. Es crítico con algunos de los derroteros que han enfilado los hip hoperos más tiernos y confiesa que no le interesan las batallas de gallos que tanto predicamento están teniendo últimamente. "Antes me gustaba improvisar con humor, rechazo el ensañamiento que algunos practican hoy día", concede. Su última actuación fue la semana pasada en Eivissa, después de un concierto de Ky-Mani Marley. "El resto de agosto me lo guardo para mí".

-¿Qué provocó que se interesara por el hip y no otra música?

-La rebeldía característica de la juventud. Mis hermanos tenían cintas de grupos de la Movida y yo también las escuchaba. Pero tenía el deseo de hacer cosas diferentes a lo que me parecía que estaba establecido.

-¿Quién le introdujo en el estilo?

-En parte Poxi, un tipo de Mallorca que bailaba break. Cuando empecé a interesarme por esto ya había gente de otras generaciones que bailaba break en el Paseo Mallorca. Pero tampoco tenía un súper contacto con ellos. Por entonces también se emitía en el programa Tocata una sección que se llamaba A todo break. Y cada miércoles te pegabas a la tele para ver los shows y quedarte con la música que utilizaba cada artista. Con el radiocassete la grababas directamente en una cinta. Y luego ibas pillando cositas de sitios curiosos. Recuerdo que Emilio Aragón tenía un programa, Chispa y humo, en el que curiosamente se metían canciones de rap entre chiste y chiste.

-¿Aquí no llegaba material?

-No mucho. Llegaban algunas cosas. Si de repente una canción que estaba medio relacionada con el hip hop, como 19 de Paul Hardcastle, llegaba al top de las listas, te encontrabas ese disco en Disco Loco. Y a veces ibas a Disco Loco y te encontrabas con cosas de hip hop. Y te pensabas muy bien si te lo comprabas o no porque tenías tus mil pesetas cada dos semanas. Otra opción era comprar por correo en un sitio que se llamaba Del Sur, que era una tienda de Madrid que ya cerró hace algún tiempo. Allí buscabas referencias que por ejemplo leías en la Rockdelux.

-Teniéndolo todo a mano en internet, ¿no se ha perdido el encanto de ser casi como una sociedad secreta?

-Sí. Pero también se investiga con internet. La labor de escarbar aún permanece. Porque la red en alguna forma también está manipulada. Te van a mostrar en primera instancia lo tendencioso, lo que vende. En mi época, con 14 años, lo que había era gente rollo Hombres G o rockabillies. Te ibas a Villa Río y te estaban poniendo Rocky Sharpe & The Replays y Duncan Dhu. Llegó un momento en que no sabíamos cómo vestir. Yo me vestía como lo hacían mis compañeros de clase: una camisa bonita, unas Camper, pero escuchaba a gente como Eric B. & Rakim. Encontrar una gorra en Palma, una simple gorra, era muy complicado. A veces te ibas al puerto donde desembarcaban los barcos americanos para ver si bajaba algún tripulante y te quería cambiar la gorra por otra cosa.

-En un artículo de la Jot Down se sostiene que los orígenes del rap y los raperos podrían estar en los maestros de ceremonias de los espectáculos de variedades y vodeviles.

-A ver, el rap no deja de ser poesía y tiene que ver con el recitado. Hay un punto de conexión muy fuerte entre la poesía y el rap por la métrica. El rap viene a ser como el hermano pequeño de la poesía o el hermano comercial.

-Al rap también se le ha llamado el hijo bastardo del funk.

-También. Esta semana he visto una película mítica del hip hop, Estilo salvaje. Y en una escena se ve a una tía en plan tipo cantante de Blondie llegando a un barrio chungo con su coche porque está buscando a escritores de grafiti para conocerlos y llevárselos a las galerías de arte. Es el Bronx. Y lo que se ve es literalmente un poblado. Es lo que te podrías encontrar en la Cañada Real o en Son Banya mismo. Y ahí fue donde nació todo. Donde la gente no tenía nada y la gente empezaba a hacer su historia siempre con el anhelo de poder trascender y poder salir de allí, del gueto. Es posible que ese inicio no fuera algo que pudiéramos adjudicar exclusivamente a los negros. En los comienzos, era de puertorriqueños, negros, de todo tipo de razas.

-¿Ha visto la serie The Get Down de Netflix?

-Sí. No deja de ser una historia entre personas que se da en el momento del que estamos hablando. Pero luego hay muchas maniobras efectistas. Por ejemplo, hay técnicas de scratch que aparecen que son del 2000. En los setenta el scratch era muy rudimentario. La cosa levantó mucha pólvora y hubo gente que se molestó con la serie por eso.

-¿En el mundo del hip hop hay muchos puristas?

-Sí.

-Con La Puta Opepé han hecho y hacen mucha fusión de otros estilos con el hip hop. ¿Les han crucificado?

-Ha habido gente que con el último disco que hemos sacado se ha descolgado con declaraciones como: "¿Estos abuelos dónde van?" Estos abuelos se suben al escenario y dan más caña que tú que te subes ahí arriba mirándote las zapatillas y casi no comunicas con el público.

-En los últimos tiempos, con el trap hemos topado.

-Yeah. Hay mucha controversia ahora con la gente del trap. Los del trap se lo están comiendo y es lo que pega ahora. Cuando nosotros hacíamos hip hop hace equis tiempo, los chavalitos de los barrios escuchaban techno, techno zapatilla, techno house... Ahora escuchan trap.

-El trap está hermanado con el hip hop.

-Claro. El trap es una evolución del estilo más gangsta, de lo que se conoce como crunk o dirty south. Ese estilo sureño. Deriva de un momento en el que samplear resulta caro, porque, si tú utilizas un sampler y te forras, el dueño de la canción te viene y te dice que has de pagar por ella. Entonces, la gente empieza a preferir tocar las baterías con una caja de ritmos y tocar los sintetizadores encima. Y empiezan a utilizar los instrumentos de forma rudimentaria, porque la mayoría de los raperos no tiene formación musical, en lugar de samplear para no pagar derechos.

-¿El trap es más básico?

-Sí. De hecho conozco a gente que en los noventa cantaba muy bien y que ahora se pone a cantar de esa manera tan simple... Gente que antes en un ritmo hubiera metido 120 sílabas por minuto y ahora parece que le acaba de dar un ictus. Es un paso atrás. A veces una vuelta a los básicos está bien, pero eso no.

-Retrocedamos al kilómetro 0 de La Puta Opepé.

-Éramos dos grupitos de gente que nos juntamos por afinidad: tres éramos de Son Espanyolet-Son Dameto y dos o tres eran de la zona de Blanquerna. Al principio, que no nos conocíamos personalmente, incluso nos teníamos un poco de ojeriza. Al final un día decidimos quedar, hacer las paces y vimos que nos caíamos bien. Al principio nos dedicábamos a hacer grafiti. Eso fue lo que nos unió. Quedábamos y buscábamos dónde pintar. No nos la jugábamos demasiado para que no nos pusieran multas. Nuestro sueño era vivir del grafiti, que nos pagaran por pintar. Dos del grupo, Biyi y Mr Beat, empezaron a hacer música y a grabar sus cintas. A partir de ahí, entre el 90 y el 93, nos entró la flipadura a todos y empezamos a grabar canciones en cinta y las ensayamos. Luego nos las grabamos en directo en una cinta. Incluso los djs hacían su trabajo en directo con nosotros. E hicimos una maqueta. A partir de ahí nos llamaron para una reunión de raperos que se hacía en Alicante. Allí fue gente de todo el país. Estaban los 7 notas 7 colores, El Club de los Poetas Violentos... Luego nos empezaron a invitar desde Barcelona para actuar.

-Con Vacaciones en el mar en el grupo se hizo patente una importante fusión de estilos. ¿Cuál es el secreto para fusionar bien?

-Depende del estilo que elijas y a lo que quieras prestarte. Nosotros siempre hemos tenido un pie en una parte y otro pie en otra. Desde el principio, hacíamos 50% hip hop y 50% raggamuffin. Y nos esforzábamos por rapear, pero en mi caso era "el L rapea bien pero mola cuando canta ragga". A mí siempre me ha gustado mucho el reggae. Cuando oía a un jamaicano haciendo la introducción de una canción, me derretía. Siempre me llamó mucho la atención. Y me fui metiendo cada vez más en ese estilo. Y el resto del grupo ha sido también de pillar muchas cosas. Cada uno de nosotros tiene como una preferencia definida. Y hemos sabido juntar las piezas. Lo más experimental que hicimos fue en nuestro tercer disco, Batalla de Cazalla/Raggaflá Sistema, donde nos pusimos a hacer reggae sin tener conocimientos de música. En 2002, no había ni un solo productor a nuestro alcance que supiera decirnos cómo hacer unos acordes de reggae con el piano. Ahora mismo levantas una piedra y hay tres productores de reggae y te puedes comunicar con ellos, mandarles material. Lo que hicimos fue tocar de oído. Igual ahora ese LP se lo pones a la policía musical y se tira de los pelos. Pero yo pienso que es un LP apañado.

-Uno de sus fuertes son las letras sarcásticas. ¿En qué disco la mordacidad alcanza su clímax?

-Te puedo decir de dónde viene todo eso, pero no en qué disco alcanzamos ese clímax porque creo que está en todos. A medida que ha pasado el tiempo, ha habido momentos en que nos hemos puesto políticos, con nuestro toque irónico. El más político fue el tercero, en el que estaban José Mari, Fachiman... El último también, con temas como Que le den, No mass media... Siempre nos hemos tomado a nosotros mismos un poco a broma. Por eso, nunca hemos sido conscientes del alcance que ha tenido nuestra música. Hay gente que me dice: "Tío, no te das cuenta, pero vuestras cintas en el 93 y el disco del 96 y el otro y el otro y el otro estaban sonando en los parques juntamente con La Polla Records, con Manolo Kabezabolo, con Extremoduro". ¿Sabes qué pasa? Hemos crecido, o degenerado (ríe), dentro de nuestra propia atmósfera, nuestro local de ensayo y haciendo nuestras historias apenas sin tener influencias de ningún tipo más que de los discos que nos interesaba escuchar.

-Y estar en Mallorca acaba aislando más.

-Sí. Creo que si llegamos a ser de Madrid u otra gran ciudad o si hubiéramos pegado el petardazo allí, igual seríamos un tipo de personas bastante diferentes, con los pies en otro sitio lejos de la tierra. Uno de nuestros ingredientes secretos es reírnos de nosotros mismos: "mira qué pringados que somos; aquí todo el mundo está haciendo billetes menos nosotros". Y un tío que realmente está cantando mal porque es un patata, la gente alucina. Y nosotros salimos con canciones rápidas, cachondeo, y algunos se quedan en plan "es que no entiendo esto, son de otra generación".

-¿Las nuevas generaciones no les escuchan?

-No respiran lo mismo que nosotros. Tú tampoco puedes llegar y decirles a las nuevas generaciones lo que tienen que hacer. En el reggae sí hay un estilo, el conscious, con el que sí se pretende dar un mensaje a la juventud. En mi último disco y ya en Malo hasta el hueso hay pinceladas de ese estilo. Hay canciones en contra de la cocaína. Y hay canciones que hablan de la situación del mundo y de que tú solo estás pensando en darme una hostia y piensas que eso te va a salvar de lo que viene. Pero le cantas eso a los chavales, que han de estudiar para tener un futuro, y te dicen, ¿pero qué me estás contando? Pero sí escuchan y se tragan el conscious cantado en inglés, pero porque no entienden el idioma.

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