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Entrevista

"Los flamencos somos muy pesados, podríamos hacer una jam hasta el amanecer"

"Sería importante para nuestra cultura y nuestros artistas que el flamenco ocupara un lugar más señalado", añade Sara Baras

La bailaora gaditana Sara Baras.

Voces es un abanico de palos flamencos marcado por seis grandes nombres: De Lucía, Camarón, Morente, Antonio Gades, Moraíto y Carmen Amaya.

El desencadenante de Voces

Su pérdida fue un golpe muy duro. Como profesional, todo el mundo sabe quién es Paco: marcó un antes y un después en el flamenco junto a Camarón. Personalmente, teníamos una unión muy fuerte. Éramos amigos. Voces nace de la necesidad de agradecerle todo lo que nos ha dado. Por otra parte, este espectáculo me ha ayudado a ser sincera con lo que soy. A través de él quiero transmitirle al espectador que ésta es mi voz, una voz que se explica a través de mis maestros.

"Cuando hago un disco, sé que de momento no lo van a comprender", dijo Camarón. Esta frase sale en el espectáculo. Como flamenca, ¿ha sentido alguna vez ese miedo?

El miedo se tiene siempre. Lo importante en este arte es que tú te sientas libre. Todo lo que vas aprendiendo, todo lo que llevas vivido y lo que ves es muy importante a la hora de expresarte. Siempre está eso de "no sé si me vais a entender, pero tengo necesidad de contarlo". Cada dos años la compañía, que cumple 20 ahora, prepara un nuevo montaje y siempre intentamos que tenga algo nuevo y un punto de riesgo. Entonces, ese miedo a que no te entiendan aflora. Pero hay que mantener siempre ese hueco de dejarse llevar por el corazón. Los más grandes ya lo hicieron y esa es la lección que nos dejaron también.

¿La reinvención es infinita?

Está todo inventado, pero la propia personalidad del artista es lo que hace que sea diferente. Te limitas como artista si le pones muros a tu personalidad.

Paco eligió Mallorca para vivir y crear. Una zona del mar Mediterráneo.

Sí. Yo también me siento cercana a eso. La primera frase de Paco que sale en el espectáculo hace referencia al mar. Y es que cuando pongo la música de Paco escucho el mar. Su música me hace pensar en algo abierto, grande... ¡En la inmensidad!

¿Cómo se baila a De Lucía?

Se va mezclando tu verdad con la de él. El pellizco de duende que uno pueda tener debe ir acompañado de mucho trabajo. Paco era muy severo con eso. Trabajaba muchísimo. Luego desnudaba su alma con la guitarra. Mi forma de bailar pienso que también es la de un músico porque tengo la suerte de tener un instrumento. No sólo dibujo con el cuerpo sino que con los tacones hago música. A Paco hay que bailarlo con mucho respeto y orden, pero también te das la libertad para poder jugar. Paco nos enseñó eso precisamente: a sentarnos a tocar con otras guitarras de otros registros y seguir sonando flamenco. Recuerdo cómo tocaba el Concierto de Aranjuez y seguía sonando a él, a De Lucía. A Paco se le baila también con riesgo y momentos de improvisación.

Otra frase del montaje. Ésta de Morente: "El artista tiene que vivir lo que pasa en su entorno y en el mundo que vive". ¿A usted también le afecta este mundo?

Sí. Y mucho más de lo que una cree, sobre todo cuando vas sin parar. En mi vida tuve un parón profesional. Coincidió cuando fui mamá, lo mejor que me ha pasado en la vida. La maternidad ha marcado un antes y un después en mi vida. Fue entonces cuando tomé mayor conciencia de que mi trabajo tenía un mensaje y que en parte yo podía ser un poco un modelo para los niños y los jóvenes. Eso es una gran responsabilidad. También creo que he ido tomando más conciencia del mundo que me rodea. En este sentido, he de decir que soy madrina de la Asociación Mi Princesa Rett, una enfermedad grave. Pienso que cuando tú puedes ayudar, tu baile significa otra cosa. En definitiva, pienso que uno baila con todo lo que sucede a su alrededor. Pero si tengo que señalar la alegría o la tristeza, optaré por lo primero porque es mi natural.

En su espectáculo hay sobre todo voces masculinas y una única femenina, la de Carmen Amaya. ¿Le cuesta más a la mujer conseguir la etiqueta de maestra?

Da la casualidad de que a la única voz del espectáculo que no conocí en vida es a la femenina, a Carmen. Hemos vivido una época en que ha habido grandes artistas mujeres pero que cuando regresaban a casa tenían que hacer la cena. Era una forma de vida diferente. Carmen rompió con todo eso: se puso pantalones, se casó con un payo y bailó otras cosas más allá del puro flamenco. En mi caso, sólo hablo de Carmen en Voces porque el resto de maestras en mi vida están vivas, gracias a Dios.

¿Cómo cree que va a evolucionar el lenguaje del flamenco frente a las nuevas tecnologías, internet y el mundo global?

No lo sé. Hemos puesto el listón muy alto. Lo que sí diré es que ojalá sea en positivo. No podemos olvidar de dónde venimos. Tenemos otro mundo delante y hay que aprehenderlo y aprovecharlo, pero sin olvidarnos del nuestro. Acabamos de perder a una generación muy importante de maestros y ese hueco está ahí, pero hay muy buenos artistas ahora y faltan años para ver qué pasa. Lo que sí ha desaparecido en estos momentos es el sufrimiento que ellos vivieron porque el arte que practicaban no era respetado. Ahora sí lo es. Quizá sea éste un buen momento para recapacitar, hablar y compartir hacia dónde vamos. Internet se puede aprovechar, la información la consigues muy deprisa, pero a eso le falta alma.

¿Se valora más el flamenco en España o fuera?

Los grandes festivales del mundo dedican un día al flamenco y lo hacen con un respeto que te emociona mucho. Aquí a veces somos un poco más dejados. Sería importante para nuestra cultura y nuestros artistas que el flamenco tuviera un sitio más señalado.

¿Le falta calle y tablao al flamenco?

Es posible, sí. Ahora es demasiado académico. Le pasa como al jazz, que es una música para ponerse con otros a improvisar y compartirla. Lo digo de manera positiva: los flamencos somos los más pesados del mundo y podemos estar haciendo una jam hasta el amanecer. Cuando viajamos, las compañías lo hacemos cuando nos encontramos con artistas de otro lugar. Es genial.

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