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Arte

Laurens, el primer viajero tras las huellas de Chopin

El mayor experto mundial en la obra y figura del genio polaco, Jean-Jacques Eigeldinger, descubrirá más detalles sobre este polifacético artista en una conferencia en la Cartoixa el día 6 de mayo

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Laurens, el primer viajero tras las huellas de Chopin

A Jean-Joseph Bonaventure Laurens (1801-1890) se le conoce en Mallorca por haber redactado e ilustrado un romántico álbum de viaje, Recuerdos de un viaje artístico a la isla de Mallorca (1840). El próximo 6 de mayo, el musicólogo suizo Jean-Jacques Eigeldinger (Neuchâtel, 1940), considerado el mayor experto mundial en la figura y obra de Chopin, descubrirá en la Cartoixa de Valldemossa la conexión de Laurens con el compositor polaco y se adentrará en la figura de este humanista romántico y artista anticuario que además de su extraordinario talento para el dibujo fue un devoto de Bach y de la música antigua en pleno romanticismo europeo. Su conferencia -a la que seguirá un concierto- está anunciada a las 20.00 horas, en lo que será la inauguración del Festival Pianino.

Laurens fue el primer viajero que se desplazó hasta Mallorca tras las huellas de Chopin. Desembarcó en la isla lápiz y portafolio en mano, con el deseo de retratar tanto su salvaje naturaleza como sus monumentos. Así, visitó las casas de Santa Catalina, los molinos de viento asomados al puerto de Palma, la Torre de Portopí, los baños árabes, la catedral de Palma, Sant Francesc, el castell de Bellver, la iglesia de Santa Eulàlia, Sóller y, por supuesto, Valldemossa. En sus Souvenirs, relataría: "Según me han dicho, éste es el claustro que Georges Sand elegía para sus meditaciones nocturnas, durante su estancia en la cartuja donde acabó de escribir Spiridion. La celda que yo ocupaba era la que había habitado unos meses antes la célebre mujer; las naranjas que colmaban los árboles del pequeño jardín perteneciente a la celda, las granadas con que me refrescaba habían abierto sus flores ante los ojos de la mujer poeta; la modesta, o más bien rústica, lámpara que me alumbraba por las noches había ardido delante de George mientras ella se consagraba insomne a su obra; pero no hallé otro rastro característico de su estancia más que una pipa de cánula larga y su imperecedero recuerdo".

Sed insaciable de conocimientos

Turista centrado en descubrir bellezas olvidadas, J. J. Laurens trabajó como divulgador en publicaciones de gran tirada como L´Illustration o Le Magasin Pittoresque. Autor del volumen ilustrado con 55 litografías Souvenirs d´un voyage d´art a l´île de Majorque, editado en 1840, un año antes que la novela de Sand Un invierno en Mallorca, su insaciable sed de conocimientos le llevó más allá de los dibujos, las acuarelas y la litografía, cultivando otras artes como la arqueología, la botánica, la geología o los idiomas -hasta siete u ocho.

El profesor Eigeldinger subraya que fue la música la actividad a la que se entregó con mayor pasión. Fue un buen intérprete, de violonchelo, piano y órgano. En Mozart, Haydn, Ignace Pleyel y Bocherini encontró su formación, y dio a conocer los Lieder de Schubert en algunos salones de Montpellier, donde encontró los aplausos y el reconocimiento.

El polifacético e inquieto artista reunió con el paso de los años una importante colección musical de partituras antiguas y contemporáneas, en su mayoría de organistas y clavecinistas franceses como Raison, Lebègue, Chambonnières o Couperin, de quien se interpretarán algunas de sus obras el mismo día de la conferencia de Eigeldinger en la Cartoixa (el concierto lo ofrecerá Diego Ares, al clavicémbalo). Sus gustos también abarcaban la ópera francesa (Lully, Campra, Rameau), la música eclesiástica (Carissimi, Delalande) o de cámara (Corelli).

El culto a la música de Bach es uno de los rasgos que definen a Laurens, una pasión que compartiría con Chopin. Laurens escribiría a Sand: "Saludo encarecidamente a Mr Chopin en memoria de Seb. Bach" tras regresar de Mallorca con su álbum de paisajes. "Y también es él -explica Eigeldinger- quien nos proporciona esta información tan valiosa, si tenemos en cuenta que en la Cartuja de Valldemossa se terminaron los Veinticuatro Preludios op. 28: Le Clavecin [bien] temperé [...] fue el único libro de música que Chopin se llevó en su viaje a la gran Balear, que yo visité unos meses después de usted [Sand]".

Por Bach, Laurens viajó a Alemania, donde conoció a Mendelssohn, en Fráncfort, y con quien negoció una serie de interpretaciones privadas al órgano y al piano. Ambos mantuvieron una relación epistolar durante siete años, hasta la muerte del compositor. Laurens también sostuvo correspondencia con Schumann, quien ejerció de consejero en materia de novedades de música alemana, y gracias a él también pudo conversar con Brahms. "A ellos les dibujaría en una serie de retratos que más tarde darían la vuelta al mundo", apunta Eigeldinger.

La composición de obras musicales también sedujo a Laurens, aunque él se considerara "un aficionado sin pretensiones". Escribió unos 250 romances inéditos y la Chanson de Magali, mélodie du mode mixolydien.

En 1888, dos años de su muerte, Bonaventure Laurens donó su biblioteca musical a su ciudad natal, Carpentras, situada en el departamento de Vaucluse, en la región de Provenza-Alpes-Costa Azul. Un legado que consta de entre 8.000 y 10.000 partituras; la ingente correspondencia que mantuvo con músicos, musicógrafos y eruditos; y un total de 112 álbumes y libretas de dibujos, acuarelas y litografías (un total de 20.000 láminas).

De Laurens se ha escrito, y mucho, sobre sus Souvenirs, el volumen que dedicó a Mallorca. Un libro que tuvo una cuidada edición del original francés a cargo de la editorial Moll, con prólogo en Juan Ramis d´Ayreflor, en 1945. "La llama del arte iluminó toda la larga vida de Laurens. En la última etapa de su existencia conservaba aún bien vivo el ideal de todos sus días. Casi nonagenario, gustaba todavía de platicar sobre temas artísticos, y lo hacía con una viveza que denotaba que su espíritu no había envejecido", escribió quien fuera director de La Gaceta de Mallorca.

La primera edición en castellano de los Recuerdos de Laurens llegó en 1971. "Un punto curioso de este libro -escribe en el prólogo Luis Ripoll- es que su publicación fue la que motivó que la escritora romántica George Sand escribiera su famoso Un Hiver à Majorque (...) Laurens envió su obra a Sand que, por cierto, deja retrato de una de sus láminas, sentada junto al gigantesco chamaerops, de que ella nos habla, en el cementerio de los monjes de la abandonada cartuja de Valldemossa, que les sirvió a la novelista y a sus acompañantes -Chopin y los hijos de ella- de austero e incómodo alojamiento durante el invierno que, por esa estancia, se ha hecho famoso, el de 1838-1839".

La última edición la publicó la editorial Olañeta, dentro de su colección La Foradada, en 1994, con presentación de Carlos Garrido, quien define a Laurens como "un viajero perspicaz", "romántico hasta la médula" y un "buen amante del gótico que reivindica lo que hasta entonces estaba pasado de moda".

Como Sand, Laurens también le reprochó algunas cosas a los habitantes de Mallorca. Escribe Garrido: "Solo tiene dos rasgos negativos hacia la isla. El primero, contra la autoridad. Se queja de los aduaneros (...) El segundo es un fallo en su capacidad observadora. Al parecer, la belleza oscura y algo fiera de las mujeres mallorquinas, sus cejas poderosas, ojos oscuros, no le impresiona".

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