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Crítica de arte

La mirada transitoria

Souvenir #01 to #20. Collage.

La pintura de Tomás Pizá (Palma, 1983) siempre ha fluctuado entre la memoria y la arquitectura, dos sujetos aparentemente antagónicos que el artista ha sabido y sabe manejar con extraordinaria soltura y eficacia. El primero viene dado por su conocimiento de la cultura y un buen tramado discurso intelectual, tan denostado en la actualidad pero que en boca de Pizá no alcanza la pedantería. En el otro lado, su formación, primero como arquitecto, posteriormente licenciado en BB.AA., confieren a su trabajo pictórico una fuerza y una identidad poco común.

Desde sus primeros trabajos realizados en Berlín, gracias a una beca en la extinta fundación Karl Hofer, donde ya refleja el paisaje cercano a su residencia a través de un lenguaje nada condescendiente sobre la ruina, utilizando la memoria no como calco de la realidad sino sobre el tamiz del recuerdo, ese que siempre nos deja el rastro de algo vivo y que, sin embargo, no es más que un pedazo de una mirada, si acaso, de una vivencia.

Su aceptación de la beca Archie Gittes, a punto de entrar en la treintena, le supone un espaldarazo a su proyecto artístico y prepara un viaje que ha de llevarle desde Bélgica hasta Italia, un recorrido trazado por William Beckford (1760-1844), un rico prócer de la aristocracia inglesa autor de Dreams, Waking Thoughts and Incidents (1783), un ejemplo del libro de viaje de la época en la que los ingleses se embarcaban en lo que llamaban el Grand Tour que les llevaba desde Inglaterra hasta los confines del continente (en la galería muestran un ejemplar de viejo del libro).

El resultado de ese periplo es el que descubre en la galería Addaya de Alaró con una serie de cuadros al óleo o acrílicos de formatos grandes (200x200) o diminutos (22x27). Pizá transcribe en esta colección de cuadros un recorrido memorístico de un viaje en el que se observan los impactos que el viajero recibe, al descubrir las grandes esculturas clásicas, los negros augurios de las catacumbas o los alegres paisajes alpinos.

Todo ello pintado como un gran collage en el que se mezclan desde la hedonista mirada por la escultura clásica hasta la más prosaica visión del turista contemporáneo, la curiosidad por el edifico religioso suizo con su colorista balancín o el sorprendente y exótico papagayo que revolotea en algunas pinturas. Tomás Pizá acumula todos esos elementos en su recorrido por el continente dejando un rastro abigarrado de sus sensaciones, de su mirada transitoria, a veces a la manera de un romántico incurable, otras de un modo existencialista o con rasgos de un optimismo exultante.

En su pintura hay claras influencias de la cultura europea y sus obras recorren momentos claves de la pintura con referencias a los británicos David Hockney, Kitaj, Peter Phillips, junto a otros alemanes como Mathias Weische o Neo Rausch, todo ello matizado a partir de una mirada propia, una mezcla de lo clásico y lo contemporáneo como paradigma de nuestro tiempo, lleno de contradicciones y teorías "vintage".

Tomás Pizá

A grecian solitude

ADDAYA. Centre d´Art Contemporani. Alaró

Hasta el 20 de mayo

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