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Tribulaciones de un sirio en Finlandia

as historias de emigrantes intentando obtener el estatus de refugiados en países occidentales van calando, aumentando poco a poco en el cine. Notables ejemplos recientes son The visitor (T. McCarthy, 2007) o Dheepan (J. Audiard, 2015). El finés Aki Kaurismaki, con su peculiarísimo estilo visual y narrativo, inició en 2011 con El Havre una trilogía de filmes sobre este tema tan candente y sufriente.

El otro lado de la esperanza es la segunda entrega de esta trilogía. Ocurre en Helisinki, no en el puerto francés; su protagonista es un adulto sirio que ha cruzado toda Europa y, gracias a un marino, ha varado en el país nórdico. En paralelo conocemos a un viajante de mediana edad que se separa de su mujer, cierra su negocio, arrienda un restaurante y acaba ayudando al desesperado sirio. Por el peculiar estilo del finés, localizaciones e iluminación muy teatrales, diálogos mínimos, actuaciones premeditadamente estáticas, hieráticas, banda sonora camp, temas locales o blues y rockabilly norteamericanos y un humor que más que escandinavo es críptico, el tono de la película es mucho menos duro que los dos ejemplos citados al inicio. Sin embargo eso no descafeína el grado de la denuncia. Se deja claro que tanto las autoridades como grupos neofascistas hacen todo lo posible para impedir la entrada de refugiados. Kaurismaki no sale ni un milímetro del carril de su libro de estilo. Y a la vez logra compaginarlo con una sincera historia de denuncia social, sumándose al coro que intenta paliar la (posiblemente) mayor tragedia humanitaria que sufre el planeta en estos momentos. Se agradece.

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