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Brillando

La fluorescencia, consistente en la absorción por parte de los seres vivos de ondas cortas electromagnéticas que se emiten más tarde...

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La fluorescencia, consistente en la absorción por parte de los seres vivos de ondas cortas electromagnéticas que se emiten más tarde en longitudes de onda más largas, es decir, visibles, es un fenómeno poco común pero identificado anteriormente en tortugas marinas y loros. El equipo dirigido por Carlos Taboada, investigador de la División Herpetología del Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” de Buenos Aires, ha añadido a esa lista tan breve un anfibio: la rana arbórea sudamericana Hypsiboas punctatus, poniendo de manifiesto por añadidura los componentes químicos y anatómicos que les permiten brillar en la oscuridad. En esencia, es la linfa —el líquido incoloro que contienen los vasos linfáticos— la que absorbe las radiaciones de onda corta y la piel, translúcida en dichos anfibios, la que emite la luz.

La pregunta obvia es por qué son fluorescentes esas ranas arbóreas. Y como sucede con cualquier manifestación que pueda influir en la capacidad de percibir o ser percibido, el foco acerca de las consecuencias adaptativas de un cambio tan crucial debe ser puesto sobre los otros animales del mismo grupo. Los seres de la misma especie a la que pertenece cualquier organismo son los principales elementos medioambientales a tener en cuenta si se quieren entender las estrategias adaptativas.

Como Taboada y sus colaboradores indican, se sabe muy poco del sistema visual de H. punctatus, que es el principal sentido relacionado con la fluorescencia. Pero las evidencias disponibles apuntan a que el rango de longitudes de onda visibles para la rana coincide con el de las emisiones de brillo, así que los autores dan por buena la hipótesis de que la fluorescencia mejora las posibilidades de que las H. punctatus se vean entre sí. Algo que contrasta con la idea hasta ahora imperante de que la capacidad de brillar sólo tenía una función útil en el medio ambiente marino, siendo irrelevante en el terrestre.

Ante las evidencias contrarias obtenidas, los autores del descubrimiento proponen abrir una nueva vía de investigación. Julián Faivovich, herpetólogo y coautor del trabajo, ha declarado a la revista Nature su interés en extender la búsqueda de algún tipo de brillo similar en las otras 250 especies de ranas arbóreas que cuentan también con una piel traslúcida. Porque no es ni mucho menos descartable que un mecanismo tan eficaz para incrementar la percepción entre los congéneres como es el de la fluorescencia haya sido seleccionado varias veces. El ejemplo del ojo, evolucionado por separado en tantos linajes de seres muy alejados entre sí, indica que la naturaleza no desprecia semejantes regalos.

Pero estamos en los primeros balbuceos de interpretación de las ventajas de la fluorescencia en las ranas. Aunque ser vistas mejor parece positivo para mantener relaciones, incluidas las sexuales, el brillar, ¡ay!, también puede atraer a los predadores.

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