El diestro Juan José Padilla resultó herido en la segunda corrida de toros de la Feria de Fallas en Valencia. Sucedió en el cuarto de la tarde, un toro que siempre se defendió y nunca fue metido en la muleta del torero jerezano. La cogida fue fea y la paliza, fuerte. Mientras toreaba por el pitón derecho, Padilla aguantó un parón y el toro le propinó una cornada "en la cara anterior externa del muslo derecho con dos trayectorias. Una transversa de unos 15 centímetros que perfora y sale por la cara externa del muslo y otra ascendente de unos 20 cm que discurre entre músculos sartorio y recto anterior. Presenta otra cornada en tórax izquierdo que diseca el pectoral mayor de 15 cm de longitud. De pronóstico grave", según indicó el parte médico.

El jerezano permanece en el Hospital Casa de la Salud de Valencia y presenta una "evolución favorable", según han informado a EFE fuentes del centro sanitario. Padilla "no tiene fiebre, ha dormido durante toda la noche y está controlado", según las fuentes, que han señalado que el diestro podría estar tres días hospitalizado.

El torero, que está "animado", ha expresado su deseo de trasladarse luego a Jerez e incluso de no cancelar la corrida que tiene prevista en Castellón para las fiestas de La Magdalena, añaden las fuentes.

Acabó la faena y cortó una oreja

La superación, la perseverancia y el afán de lucha se hicieron presentes en ruedo valenciano. Muestra de ello fue que, con la cornada en la axila y en el muslo que le dio el fuenteymbro, continuó toreando e insistiendo con un toro sin fuelle. A pesar de fallar dos veces con el acero, el público, volcado con él, pidió la oreja que paseó camino de la enfermería. En su primero, realizó una desajustada labor frente a un astado falto de raza y de fuerza y que tuvo más recorrido por el pitón derecho.

El veterano diestro sacó su versión artística en un toreo al natural que no caló en los tendidos. Padilla no entraba en la enfermería de una plaza de toros para ser operado de una cornada desde el 7 de octubre de 2011 en la plaza de toros de Zaragoza. Aquella tarde le cambio la vida y en actuaciones como las de ayer, el diestro jerezano dejó claro que tiene su sitio y su público en las ferias de postín. Valor físico y valor moral. Juan José Padilla pertenece a esa genealogía de los nacidos para arder. Aquellos que trabajan a pleno rendimiento contra sí mismo. Y emocionan. Y desconciertan. Porque tener a la muerte cerca despierta la vida.

Reaparición de Escribano

La tarde tuvo otro nombre propio. Manuel Escribano reapareció nueve meses después de debatirse entre la vida y la muerte. Que esté otra vez en los ruedos no deja de ser un milagro y una satisfacción. Su enorme fuerza de voluntad y su ansia de lucha han hecho posible lo que la temporada pasada no se obró. El torero sevillano ganó una nueva batalla a la tauromaquia con belleza y hondura. Con más ganas que nunca, Escribano trazó uno de los paseíllos de su vida y se le vio con más ganas que nunca, muy motivado y concienciado durante toda la tarde. Volvió a ocupar el sitio que la naturaleza le había reservado. La afición valenciana le pidió una oreja en el sexto de la tarde tras intensa faena en los primeros compases y recibió una calurosa ovación al pasaportar al tercero.

Curro Díaz, que se enfundó el vestido grana y oro de la gran tarde de la Feria de Otoño, tiene una hondura en su toreo que cala. Prueba de ello es la faena al quinto de la tarde, al que le cortó la oreja. El inicio de faena fue pinturero y por el pitón derecho, cuando el brazo no daba más de sí, surgía una muñeca prodigiosa gracias a la bondad colaboradora de su oponente. La plaza rugió pero el toro, muy justo de presentación, se vino a menos y la emoción preliminar desapareció. El torero de Linares hilvanó una labor compacta y sentida. En su primero, prácticamente no tuvo opción. Hay toreros y pegapases. Y Curro Díaz es un buen torero y ha demostrado que no pierde fuerza con el tiempo sino que la gana.