"Miquel Barceló ha entrado en la historia del arte con la capilla del Santíssim. Nada hay igual a su intervención en ese espacio de la Catedral".

Quien así se manifestaba en marzo de 2008 era la crítica de arte estadounidense Dore Ashton, la gran historiadora del arte, la escritora y musa de los artistas de la Escuela de Nueva York, la amiga de los grandes pintores del expresionismo abstracto. Asthon, que falleció el 30 de enero en Nueva York a la edad de 88, publicó en 2008 en España el ensayo Miquel Barceló, a mitad del camino de la vida, que apareció en Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores, un ensayo crítico sobre la obra del artista de Felanitx y sus trabajos más importantes, desde su participación en la Documenta de Kassel de 1982 hasta la inauguración en 2007 de su intervención en la capilla de Sant Pere.

En aquellos años Barceló no quería un libro más sobre su obra. Nada parecido a lo publicado hasta el momento. Deseaba rigor y un estudio sintético sobre su producción. Y Ashton, la histórica crítica del New York Times, la gran divulgadora de la obra de artistas como Pollock o Rothko, aceptó el reto. Pero estableció una sola condición: no perder el tiempo. Así que artista y escritora se pusieron manos a la obra. Trabajaron y convivieron en Aviñón, durante el estreno de Paso Doble en el festival internacional de teatro; en Palma, durante la inauguración de la capilla del Santíssim; y en Nueva York, en la inauguración de la exposición Clay and Bronze que la propia Ashton comisarió. Además, visitaron juntos exposiciones y compartieron ideas sobre el arte y la vida. Por eso, la imagen que la estadounidense ofreció de Barceló fue fruto del profundo conocimiento de su obra.

Doctorada por la Universidad de Harvard, Asthon fue profesora en Yale y catedrática de Arte en la Cooper Union de Nueva York. Además, publicó másde 30 libros, conoció a personajes como Borges, Octavio Paz, Ionesco y Beckett. Y en España entabló amistad con los artistas de El Paso y Dau al Set y escribió sobre Tàpies, Millares, Saura, Miró y finalmente Barceló.

De Mallorca, la Seu y el artista de Felanitx dejó escrito: "Mallorca tenía una tradición cerámica mucho antes de que Barceló entrara rugiendo en la capilla de la Catedral. Era previsible que ideara un gran proyecto utilizando tierra horneada. Cuando inició su tarea prometeica, ya había aprendido de sus mil errores, y estaba preparado para soportar una tensión enorme. Su temperamento era acorde a la tarea", añadió Ashton. "Era consciente de que, al representar con arcilla sus propias transformaciones, entraría en la Historia, igual que lo habían hecho los grandes pintores de frescos en Italia antes que él. Barceló demostró que a pesar de su impetuosa impaciencia, visible en muchas de sus obras, fue capaz de aguantar la prolongada lucha con los notables de la Iglesia y de la ciudad", afirmó. "Las interminables objeciones burocráticas derrotaron a Miró, pero no a Miquel Barceló que, de alguna manera, logró salir victorioso", pese a las críticas de la propia Iglesia.