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Crítica de teatro

La sombra de Lorca es alargada

La piedra oscura, que toma su título, al parecer, de una pieza que Lorca nunca llegó a escribir, constituye un estupendo ejemplo de que sí, todavía es posible realizar un buen espectáculo sobre la Guerra Civil, con valores escénicos y literarios, y que esa creación entusiasme al público. La puesta en escena de Pablo Messiez sobre texto de Alberto Conejero se ha revelado como un exitazo y, dicho sea de paso, es de agradecer que nos visite una producción del Centro Dramático Nacional, haciendo honor a su denominación.

Sólo dos personajes, en un entorno claustrofóbico: Rafael Rodríguez Rapún, un personaje histórico, de quien se sospecha una relación amorosa con Federico García Lorca, y el centinela que le vigila antes de su ejecución: un adolescente, enrolado en el ejército golpista por azar, como les pasó a tantos. Ese claroscuro resulta fértil en conflicto y en reflexiones. Se aborda una cascada de cuestiones, rozando a veces la tentación retórica, pero la historia posee la virtud de conmovernos. Hay momentos hondos, de potencia dramática incuestionable. Los creadores del espectáculo saben dónde tocarnos las fibras. Y la figura de Lorca, tan poderosa, inocula su magia incluso a una fábula, como ésta, en que su presencia parece lateral.

Una virtud sobresaliente reside, en mi opinión, en sus dos únicos y excelentes intérpretes, el medido Daniel Grao y el joven Nacho Sánchez, forzado, a mi juicio, a un trabajo, tal vez, demasiado próximo al abismo. La Sala Petita repleta a rebosar, y los espectadores aplaudiendo con ganas y puestos en pie.

***½

Autor: Alberto Conejero. Dirección: Pablo Messiez. Intérpretes: Daniel Grao y Nacho Sánchez. Escenografía: Elisa Sanz. Iluminación: Paloma Parra.

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