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Crítica de arte

Trío de ases

Una vista de la exposición.

No cabe duda de que el Casal de Cultura de Can Gelabert es un centro cultural y artístico relevante fuera del entorno palmesano. Su programa artístico es un tour de force relevante e inédito en estos lares, consiguiendo en cada nueva inauguración llamar la atención, tanto por la calidad de sus propuestas como por diversidad de modos y procesos creativos. En este esfuerzo solo se nota a faltar un mayor presupuesto destinado a la producción de exposiciones propias, un reto a asumir en un futuro próximo. De momento, las tres exposiciones presentes ofrecen un claro ejemplo de selección tanto de los artistas como de las obras.

Por un lado, Xisco Duarte (Porto colom, 1986) propone en Via Sacra un recorrido sobre una parte de su obra que gira en torno a la simbología de carácter sagrado y una vuelta de tuerca hacia lo profano. Se diría que este trabajo está inspirado en los exvotos expuestos en santuarios y lugares sagrados como homenaje a la deidad por una redención divina y no por galeno.

Con una formación claramente dirigida hacia la cerámica (estudios en China y Limoges), su presencia en la sala Imperial la completa una serie de dibujos de clara voluntad geométrica y evocación esotérica, como si su contenido tratara sobre complejas reglas astrales o alquimias, escondiendo lecturas solo manejables por expertos. El rigor en el trazo del dibujo y del soporte completamente negro, contrasta con las voluptuosas formas de las calaveras animales, realizadas todas en porcelana que le dan un acabado hiperrealista.

Julià Panadès (Palma, 1980) lleva ya recorridos varios años con un trabajo que recupera la tradición conceptual, utilizando objetos encontrados, recuperados y reciclados, todos ellos con un alto contenido simbólico, aunque fuera de la identidad primitiva, con una nueva función que no siempre alcanza al espectador. Intenso y exigente en su trabajo, traza sobre el espacio recorridos que obligan al espectador a un prudente acercamiento, obligándole a indagar sobre los materiales y su utilidad artística.

Tal vez por eso mismo se presenta como un chamán (el que sabe), ya que con su trabajo al que denomina Inédia II, propone una reflexión sobre los excesos y la necesidad de espiritualizar nuestra relación con el entorno, por supuesto, también con la comida. Cerrada en tres salas llamadas Florentinas, exige al visitante un recorrido abierto y discrecional sin aparente conexión con apuntes a la cultura popular, a la pintura, como muestra de su trabajo multidisciplinar y ambivalente.

Finalmente, Bel Fullana (Manacor, 1985), es de los tres quien tiene un curriculum de mayor recorrido y ha consolidado un lenguaje plástico en torno a la pintura, o lo que queda de ella. La muestra reúne trabajos de diferentes épocas y en formatos y superficies diferentes. Una serie de 24 dibujos en blanco y negro que a modo de mosaico evidencian sus motivaciones en torno a un eficaz ilustración de carácter infantil.

También seis dibujos en color ofrecen una sencillez en la imagen que, pese a su aparente ingenuidad esconden una decidida visión plástica ligada a la figuración no realista, figuras y rostros adquieren visos expresionistas gracias a la energía y al uso del trazo grueso y compacto. Pese a su recurrente influencia del dibujos infantil, la obra de Bel Fullana no es nada condescendiente con el espectador que llega a captar un cierto grado obsesivo y perturbador en ellos.

Xisco Duarte, Julià Panadès,

Bel Fullana

Casal de Cultura Can Gelabert.

Binissalem

Hasta el 22 de enero

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