Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Entrevista

Antoni Parera Fons: "He tenido la suerte de trabajar y divertirme con los mejores"

"Qué bien me lo he pasado con Carreras, Caballé, Pons... Con buenos caballos puedes ganar bien la carrera"

Antoni Parera Fons.

-Asimilado ya el Premio Nacional de Composición, ¿qué le ha brindado esta distinción?

-Una extraordinaria satisfacción. Entiendo el premio como la culminación a mi trabajo. Estoy encantado.

-Un galardón que distingue su faceta de compositor, aunque a Parera Fons se le conoce sobre todo por sus trabajos como productor.

-Cierto. He trabajado mucho tiempo como productor pero paralelamente, de modo circunstancial, también lo hacía como compositor. En los últimos años he incentivado mucho el trabajo de composición, un trabajo que siempre ha ido a mi favor porque he podido contar con muy buenos intérpretes, con muy buenas voces, de prestigio internacional.

-Algo que ha vuelto a hacer con su último trabajo hasta la fecha, la ópera María Moliner, con otro Premio Nacional como protagonista, María José Montiel, y que llegará al Teatre Principal la próxima primavera.

-Sí, una ópera en la que coinciden excelentes intérpretes, con Joan Pons como académico de la RAE; un buen director de orquesta, un buen escenógrafo como Paco Azorín... Ha sido un éxito y ha ido muy bien gracias a la suma del esfuerzo y voluntades de todos. Estoy muy contento de que vaya a Mallorca después de haber estado en Madrid.

-¿Qué se siente escribiendo para una orquesta?

-Escribir para una orquesta es una catarsis, un ejercicio en el que todo es posible. Tienes todos los instrumentos y decides qué va a decir y qué va a contestar cada uno y en el que llegas a sentir una borrachera, tienes que frenarte. Orquestar es algo muy divertido y apasionante.

-¿Qué necesita una voz para que le conmueva?

-La voz es la conducción de una emoción, el elemento más puro, no necesita nada más. Pero la voz tiene que ir llena de algo, y ese algo son las emociones. Y las emociones hay que cuidarlas, dosificarlas, intensificarlas... hay que hacer muchas cosas con la voz para que llegue a buen fin. Kraus decía: Para cantar también va bien tener voz. Es importante transmitir, emocionar, registrar el alma, y para eso la voz es un buen elemento. La verdad es que he tenido mucha suerte al tener a los mejores del mundo, incluso ahora, con las últimas cosas que he hecho, como ha ocurrido con el ciclo de lied sobre la poeta Emily Dickinson estrenado por Ewa Podles. Esta señora es un portento, sale al escenario y antes de abrir la boca, ya pasa algo. Lo mismo sucede con Pons, con quien me he divertido en el sentido profundo del término divertirse. Pons y yo somos muy amigos, como hermanos. Qué bien me lo he pasado con ellos, con Carreras, Caballé, Pons y también con el gran José van Dam, cuando estrenamos e interpremos el ciclo Los 33 nombres de Dios. Todo esto me ha resultado muy enriquecedor porque con buenos caballos puedes ganar bien la carrera.

-La música clásica siempre ha sido su terreno pero usted empezó de cantautor.

-No empecé de cantautor. Yo ya escribía, y lo hacía para otros, pero en un momento dado se me indicó que por qué no cantaba mis canciones, porque la interpretación del mismo autor le daría un resultado muy distinto, más cercano e interesante. A mí nunca se me había pasado por la cabeza cantar pero pusieron mucho empeño en que lo hiciera. Y así anduve tres años, cantando mis canciones, dando recitales, apareciendo en la televisión... Pero eso fue algo que surgió sin que yo dejara de seguir estudiando y trabajando en clásico. Aquello me sirvió para descubrir qué es lo que llega al público y cómo se produce ese hecho artístico, la interacción entre artista y público. Mi etapa de cantautor fue muy intensa, estuvo muy bien, jamás renunciaría a ella. Lo que pasa es que la dejé para seguir mi camino, que era otro.

-¿Tuvo buenos maestros?

-Sí. La profesora que tuve en Manacor, por ejemplo, fue alumna directa de Miquel Capllonch, que a su vez, durante su estancia en Berlín, donde se le consideraba un gran músico, ejerció de profesor de Rubinstein. También estudié con Manuel García Matos... He tenido la suerte, desde el principio de mi carrera, de poder tratar a buenos maestros, de alto voltaje, esos que dan consejos.

-¿Qué consejo daría usted a un alumno de Composición de un conservatorio?

-Que se fije en los grandes y que nunca deje de ser él mismo; que no escriba para tener a algunos contentos; que sea sincero y aprende de los grandes.

-Su producción abarca más de 250 títulos registrados, muchos de ellos canciones o ciclos de canciones que beben de autores como Gil de Biedma, Vázquez Montalbán, Alberti o Pedro Salinas. ¿Cuál es el mayor regalo que le ha dado de la poesía?

-Un gran conocimiento de un universo en el que cuando puedes entrar en él, suceden cosas. Una galaxia a la que accedes con ganas de poner música a esas palabras que configuran una historia a través de esa cosa tan mágica, especial, misteriosa y a veces inaccesible como es un poema, que es un mundo encerrado en sí mismo. Hacer de todo este universo un universo nuevo es algo muy profundo, muy emocionante. Y además he tenido la suerte de conocer a los poetas en vida, como Vázquez Montalbán, Gil de Biedma o Alberti, y he pasado muy buenos momentos con ellos. Conociendo al poeta es más fácil acceder a esos misterios, a esos mundos cerrados.

-¿Entiende la polémica aún candente en torno a Bob Dylan y el Nobel de Literatura?

-Dylan tiene brilante poesía y un alcance internacional. Se lo merece y es una manera de abrirle ventanas al Nobel. La canción es una cosa muy seria. Su estructura es corta pero muy válida, y sigue vigente. Hay que decir en ella muchas cosas y con un gran sentido de la dosis. Requiere los elementos a exponer, una historia, llegar al clímax y despedirse, ¡y solo en tres minutos!

Compartir el artículo

stats