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Crítica de arte

El enigma del rostro del obrero hermético

Joan Mateo, el obrero hermético de José Luis Serzo.

La súbita destitución del Fernando Gómez de la Cuesta como director de la Fundació Palma Espai d´Art, ha revuelto todo el patio artístico de esta tierra. Sin embargo, su corta experiencia en la dirección del Casal Solleric nos deja la exposición de J.L. Serzo instalada en la llamada zona Base, ese complejo espacio ubicado en el sótano del casal, antes aljibe de aceite. Preparada antes de su designación como director, finalmente puedo hacerse realidad durante la pasada edición de la Nit de l´Art palmesana.

La obra de Serzo ha podido verse en la extinta galería Ferran Cano y posteriormente en el proyecto Urbanea 2011. Pocas apariciones para un artista que tiene un lenguaje plástico sugerente y multidisciplinar. Desde su obra pictórica hasta sus instalaciones, Serzo mantiene una fidelidad absoluta a su manera de ver y entender el arte, generando empatía con el espectador para hacerle cómplice de su obra.

Para la propuesta del Solleric ha aprovechado la laberíntica distribución del espacio para realizar una instalación en la que el espectador avanza adquiriendo determinados conocimientos del personaje hasta llegar al cubículo final donde nos espera el obrero hermético, al que el artista llama Joan Mateo. Quimeras y fracasos jalonan el recorrido del personaje inventado por el artista y sobre él articula un recorrido visual plagado de fascinantes y algunas perturbadoras aventuras del susodicho.

En un alarde de imaginación, Serzo construye un mundo que bascula entre la barraca de feria y el museo de los horrores, tanto más por el entorno hermético del espacio expositivo que de la propia voluntad del artista. Dibujos, bocetos, imágenes, alambiques y otros objetos y un diálogo entre dos singulares ratas de cloaca, alumbran un recorrido que nos alerta sobre la identidad del obrero al que descubrimos al final, de espaldas a nuestra mirada y con actitud concentrada en un objeto.

Generoso en los detalles, la exposición mantiene intacto el espíritu renacentista y romántico de su trabajo con brotes de surrealismo y la pasión necesaria para avanzar en sus historias, porque finalmente, J.L. Serzo es un narrador, un poeta de la imagen en la búsqueda del equilibrio entre realidad y fantasía, como ese obrero hermético, alquimista del desastre. Lástima que no podamos acceder de frente al personaje para descubrir su identidad y los rasgos de su rostro, porque ¿quién sabe si sus facciones delatan el semblante de algún conocido cercano?

José Luís Serzo

"El iniciado. Los signos de un obrero hermético"

Zona Base. Casal Solleric

Hasta el 4 de diciembre.

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