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Crítica de cine

El juego de la vida

Un fotograma de la película.

Curioso, en Japón hay una especie de Juego de la Oca monetizado con el título de esta reseña. Los personajes de Después de la tormenta recurren a él fugazmente durante el paso de un tifón. Hirokazu Koreeda (Still walking, Nuestra hermana pequeña) insiste en acercar la lupa a microcosmos burgueses, removiendo las fichas de su (nuestro) juego cotidiano: trabajo, amor, dinero, familia, salud. Lo hace, una vez más, con aparente inacción y mucha carga de profundidad.

El protagonista (Abe) es un adulto dando palos de ciego con su vida. Inmaduro, inquieto, disperso, creativo (novelista que tres lustros antes tuvo un éxito puntual) y con brotes de ludopatía. Su exmujer (Maki) se resiste a que vea a su hijo mientras no se ponga al día con la pensión alimenticia. Su hermana impide con esfuerzo que sablee a la madre de ambos. Él, mientras fantasea con retomar su carrera literaria, trabaja en una agencia de detectives. Engañando a su jefe, sus clientes y espiando a su ex. Un fracasado hiperactivo con impulsos egoístas y un buen corazón. Reconociendo su caos, no logra procesar los consejos productivos. Fragilidad psicológica en una percha de casi dos metros de altura. Enerva a todos sin llegar a enfurecerlos. Porque reconocen el origen de su mal, los genes, los malditos genes heredados del difunto padre. Por el arraigo familiar. Y por el sentido común de que nadie es perfecto, aunque unos sean más imperfectos que otros. Historia sencilla, muy Koreeda, muy Ozu, incluso con un puntillo de Woody Allen. Muy cercana, muy identificable, en este lado del planeta.

Después de la tormenta

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Nacionalidad: Japón, 117 min. Director: Hirokazu Koreeda. Actores: Hiroshi Abe, Yoko Maki, Taiyo Yoshizawa, Kirin Kiki. Cines: CineCiutat.

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