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Festival Còmic Nostrum 2016

Kaz: "En los 60 había más control, en ´Bob Esponja´ sí hay hueco para la subversión"

Compagina la bestialidad de ´Submundo´ (Autsaider acaba de publicar el tercer tomo) con el fenómeno infantil de masas ´Bob Esponja´. El personaje...

Kaz (New Jersey, 1959), ayer, en su exposición sobre ´Submundo´, instalada en Ses Voltes.

-¿Se pone un disfraz más amable para dibujar a Bob Esponja?

-Más que disfraz amable lo que hago es ponerme en la piel de cuando era pequeño. Trato de recordar qué era lo que me hacía reír por entonces. Lo que tengo claro es que no eran bromas sobre muerte, drogas o prostitución. Me gustaban las cosas más tontas: gente que se caía, asuntos ridículos o personas que metían la pata y se veían en situaciones comprometidas. Ahora mismo tampoco tendría problemas para hacer cosas más amables que Bob Esponja. Yo antes hacía cómics infantiles para una revista.

-¿Cómo se toman los puristas del underground su trabajo para un fenómeno de masas que vive en una piña debajo del mar?

­-Ahora mismo no hay una crítica generalizada hacia mí por ese motivo. Cuando trabajé para Disney sí. Para muchos dibujantes, Disney es el imperio del mal por convertir los cuentos clásicos en algo muy ñoño. Pero yo respeto a Disney. Trabajé en los edificios que fundó la factoría en los años 30. Es increíble que a partir del personaje de un ratón con pantalones rojos se pudiera construir una empresa que da empleo a tanta gente. Y, por cierto, Disney no siempre ha sido ese Disney ñoño. No hay que olvidar que los primeros Mickey Mouse eran violentos, se peleaban, bebían e incluso en algunas ocasiones frecuentaban la prostitución.

-Empezó en Bob Esponja en 2001, lo dejó y hace poco ha vuelto. ¿A qué se debe ese regreso?

-Porque estaba en el paro. Y porque es un placer trabajar con un grupo de artistas con tanto talento. Es muy divertido cuando nos sentamos todos los guionistas juntos y se produce esa competición interna para ver quién hace el chiste más gracioso.

-¿Hay demasiada ideología del establishment en los dibujos animados?

-Creo que había más control y más inclusión de los valores americanos en los dibujos de los años sesenta. Es cierto que hay muchas reglas para los dibujos animados de televisión. En Disney o en Nickelodeon [de donde proviene Bob Esponja], hay unas normas que deben seguirse, pero hay un mínimo hueco de tono subversivo si sabes dónde estás jugando. En televisión también está el mundo de la animación adulta, como la cadena Adult Swim, donde el tono es muy subversivo.

-¿Le gustaría jugar en esa liga?

-Sí. Me encanta Rick and Morty, por ejemplo. He intentado más de una vez vender mis proyectos, incluido Submundo, a alguna productora, pero es un mundillo en el que es más difícil acceder porque en él han empezado a entrar muchas celebrities. Hay actores famosos que ponen la voz, tienen un guionista y llaman a dibujantes para que diseñen a los personajes. Y a mí eso no me interesa. No quiero poner mi trabajo al servicio de ese tipo de proyectos. Un joven actor de Hollywood se puso en contacto conmigo porque tenía un proyecto. Cuando se le explicaron los pasos que tenían que seguirse y que todo tardaría un año, desistió.

-¿Qué tiene Submundo de autobiografía?

-De pequeño, era pobre. En mi barrio de Nueva Jersey veía peleas, borrachos, gente tirada por la calle. Había un bar en los bajos del edificio donde vivíamos y el borracho de turno siempre gritaba “hot shit”. Todos los niños lo escuchábamos y también repetíamos “hot shit”. A él le llamábamos Charlie Hot Shit. Aquello nos parecía lo más divertido. En realidad, las historietas de Submundo son una exageración de todas aquellas cosas que viví de niño y de todos aquellos titulares de prensa sobre crímenes tremendos de la época. También se filtra en ellas el estado de ánimo con el que me he levantado ese día.

-Su humor es bestia y ácido. ¿Ha padecido censuras directas?

-Pocas. Si me han dejado de publicar, no he sabido muy bien si es porque no encajaba o porque algo les había molestado. Uno de los casos directos que viví fue en el periódico conservador Arizona Republic, donde me despidieron por dibujar una viñeta donde salía un transexual. Al principio, el editor veía como un éxito recibir muchas cartas de protesta de los lectores, pero después ya no le hizo tanta gracia. De hecho, fue el propio editor, un señor que buscaba notoriedad, el que eligió esa viñeta, porque yo envié varias.

-Hombre blanco acusado de misoginia y racismo: Donald Trump. ¿Qué sucedería si bajara a su Submundo?

-Le podría pasar como a Gadafi. Trump es un dictador, pero no acabo de verle la gracia para que conviva con mis personajes.

-¿El Nobel a Dylan abre la puerta a que reciba el premio algún autor de cómic o guionista de tele?

-Por supuesto. Se lo merecían Segar, creador de Popeye, o el autor de Krazy Kat. Se lo merecen por haber abierto la cabeza de tanta gente y haber aproximado el cómic y el dibujo al arte. Yo también me merezco un Nobel, claro (risas).

-Es heredero de Pekar, Gilbert Shelton o Robert Crumb. Estos dos últimos viven fuera de EE UU y están exiliados en Francia porque confiesan odiar su país. ¿Usted también odia América?

-No. Al estar más comprometidos con cuestiones políticas, entiendo que ellos puedan sentir eso. Mis padres son inmigrantes lituanos. Éramos muy pobres. En casa no había agua caliente y los juguetes los conseguíamos en el Ejército de Salvación. Con el tiempo, he podido progresar y eso es algo que he conseguido en EE UU. ¡No puedo odiar a mi país! No soy un forofo de Trump y no quiero que sea un modelo para el mundo. Creo que todos los países tienen un pasado o incluso un presente oscuro. EE UU es un país rico y poderoso que utiliza su gran poder militar para intervenir en otros países. Eso es algo que no me gusta. Pero EE UU no es sólo eso. Mi padre era nacionalista lituano. Mis padres se marcharon de Lituania cuando el país fue anexionado a Rusia. Mi padre siempre decía que quería regresar cuando quedara liberada de los rusos. Yo era adolescente por entonces, había conocido el rock, los cómics, dibujaba. Yo no quería volver allí, pensaba. ¡Regresar a Lituania era retroceder en el tiempo!

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