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A tiro

¿Otra cultura es posible?

Presentar datos de empleo cultural que no acaban de ser halagüeños -como que la mayoría de empresas del sector no tiene empleados o menos de cinco- únicamente como actos positivos de emprendimiento empresarial ha sido una estrategia de comunicación desacertada o una interpretación parcial y deliberadamente ingenua de la realidad por parte de la conselleria de Cultura. Antes de presentar el pasado jueves su estudio sobre el impacto económico de la cultura, no hubiera estado de más cruzar datos con los trabajadores del sector, quienes hubieran contrastado tan felices e incompletas conclusiones. De hecho, se tendría información precisa para otro estudio bajo el título La precarización, el pan nuestro de cada día con revelaciones sobre la ausencia de convenios colectivos, sueldos, horarios de trabajo, problemas con el sistema de autónomos, etc.

El apartado sobre turismo cultural es otro ejercicio de optimismo. Comprendo que Bellver y la Catedral presenten colas los días nublados o que en algún concierto de la Simfònica haya extranjeros, pero son hechos aislados. Sin ir más lejos, la percepción del alcalde José Hila en la rueda de prensa de Còmic Nostrum fue que el festival iba a rebosar de extranjeros. "El año pasado no se les vio el pelo", se le espetó. La respuesta del primer edil: "Este año hemos hecho récord". Cuánta profundidad en los argumentos.

Dicho esto, me parece positivo conocer muchos de estos datos, pero más me urge saber cuáles serán los siguientes pasos de la conselleria para intuir hacia dónde irán las próximas acciones y si será posible aquello de que "otra cultura es posible". El director general Jaume Gomila me explicó su hoja de ruta tras la presentación del festival comiquero. Enumeró tres pasos. Uno, el escasísimamente desarrollado hasta el momento por la conselleria -y del que menos gala y comunicación hacen porque está claro que falta alguien (una cara visible y con ideas bien definidas) que de manera clara represente el cambio, de ahí la sensación de interinidad de todos estos meses-, se centrará en analizar con todo el sector público qué estrategias pueden desarrollarse para culturizar el territorio y llegar a toda la sociedad (no sólo a las élites) y establecer unos términos de cooperación interinstitucional. Hasta ahora, los pasos dados en esta dirección no han ido más allá de un par de conciertos de la Simfònica en hospitales o en la cárcel, habilitar líneas de bus gratuitas en la part forana para sus conciertos, el Viu la Cultura en los colegios o entradas sociales. Para este primer punto, Gomila explicó que no sólo se mantendrán reuniones con otras consellerias como la de Educación, sino que deberán implicarse Consell y Ayuntamientos, "además de los diferentes agentes de desarrollo local como gestores culturales o educadores sociales". El segundo punto que mencionó son las jornadas participativas con el sector (un buen momento para que éste, con datos, saque el tema de la precarización), a fin de trabajar la industrialización e internacionalización, una labor en la que sí está volcada la conselleria a través del IEB. El tercer punto consiste en la actualización del mapa de recursos culturales materiales e inmateriales. Con todo lo recopilado, se elaborarán unas líneas concretas de trabajo, "un Pacto de la Cultura hecho entre todos que tenga tal fuerza que sobrepase los mandatos políticos". El culmen pasará por la creación de un Consell de la Cultura "que no sólo incluiría a los tótems, a los intelectuales, sino también a los agentes sociales".

Lo que Gomila relata se asemeja al plan estratégico cultural valenciano que pude leer íntegro recientemente y que, sospecho (es una impresión personal), puede servir de modelo para la conselleria. Un plan con buenas iniciativas pero que no pone énfasis suficiente en cómo aproximar y descentralizar la cultura a los barrios, cómo aumentar la corresponsabilidad ciudadana en la cultura con una participación activa o cómo buscar otros recursos que no sean institucionales.

La realidad es que queda un trabajo infinito por hacer que no puede aplazarse más. ¿Estamos preparados para implicarnos?

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