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Crítica de cine

El senador no tiene quien le persiga

Pablo Larraín repite con su guionista Guillermo Calderón (El club) en una historia de argumento, registro y tonos muy diferentes. La película está ambientada en 1948-1949, cuando el senador y poeta Pablo Neruda (Gnecco en el filme) sufrió una persecución por parte del presidente y el gobierno de su país que acabaron empujándole al exilio. Esa cacería la singulariza Calderón en un policía (Peluchonneau/García Bernal) con juego de ratón desquiciando a gato. Neruda permitiendo que el poli se acerque a cierta distancia y burlándose de él regalándole sucesivas novelitas policiacas.

Es una persecución muy novelesca y muy peliculera en el mejor sentido del término. Con muchas capas: la personalidad arrolladora del escritor, mostrando su talento, su oratoria, su compromiso y también su ego desatado. El duelo en sí, con ecos lejanos de Conrad, King Vidor o John Ford. Un fugaz flirteo con la metaliteratura que me ha recordado al Hammet de Wenders. Y una defensa del comunismo militante, con la duda de si el afán de protagonismo de Neruda provocó un endurecimiento de la represión de los militantes del Partido Comunista. En la realización Larraín abandona la contención de No o El club y arriesga confiado. Cortes muy picados en las escenas iniciales, ecos de Wes Anderson (Gran Hotel Budapest) o los hermanos Coen en la persecución final; todo sin bandazos, con cuidada ambientación. La música es muy singular, difícil de describir. Las actuaciones son de enmarcar, siendo a la vez muy teatrales. Gnecco mimetizado con el escribano ludita, patricio y arrabalero; García Bernal con un punto de Inspector Clouseau; Mercedes Morán aguantando de puntillas el tipo. Película extraña y apabullante, rozando lo magistral.

*Neruda

****½

Nacionalidad: Chile, Francia, 107 minutos. Director: Pablo Larraín. Actores: Gael García Bernal, Luis Gnecco, Mercedes Morán. Cines: August

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