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Entrevista

Lola Herrera: "Una sociedad en la que sus gentes no piensan en la vejez, es tonta"

"A mi edad no pienso en el futuro, solo en el presente, en cuidar lo que hago y en cuidarme"

Lola Herrera, actriz.

-¿Cómo llegó a sus manos el texto de La velocidad del otoño?

-No sabía de su existencia [el original lo firma Eric Coble] y llegó a mis manos por Jesús Cimarro [el productor de este montaje]. Leí el texto y me gustó, así que empezamos a trabajar, bueno, ellos primero, porque yo en ese momento estaba muy ocupada y me incorporé más tarde.

-¿En qué andaba metida?

-Hacía En el estanque dorado [con Héctor Alterio] y estaba empezando con las Cinco horas con Mario. Andaba muy liada pero la historia de La velocidad del otoño me interesó.

-¿Por qué?

-Porque se habla de algo que a mí me interesa mucho: el respeto a las personas mayores que decidan tomar las medidas que quieran para vivir la vejez como ellos quieran, si pueden hacerlo. De los viejos solo se habla para decir que han subido las pensiones o las han bajado.

-¿Por qué nos olvidamos de los mayores?

-Si lo supiera yo... Ni lo sé ni lo entiendo pero es una cosa que pasa y está ahí. Hay mucha gente que pasa por encima de esa realidad pero yo no. Y no solo porque sea mayor. Siempre he sentido devoción por los mayores, toda mi vida, desde que era pequeña, y sigo sintiéndola. En una sociedad en la que la gente no piensa que se va a hacer mayor es porque es una sociedad un poco tonta. Hay que ser agradecidos con los mayores, darles su sitio, saber que uno va a llegar a esa edad, pensar cómo le gustaría que le tratasen... Creo que es muy importante que dentro de las sociedades haya un lugar de gran respeto para la gente mayor.

-¿A quién va dirigida la obra?

-A todo el que se siente en la butaca. Es una obra para todos los públicos. Cualquiera recogerá datos que no les serán desconocidos.

-Siendo una obra mordaz y profundamente conmovedora acerca de la fragilidad y la frugalidad de la vida, ¿hay espacio para el humor?

-Sí, sí, sí, porque la situaciones llevan al humor. La gente sonríe, ríe y se emociona mucho.

-¿Usted tira del humor a diario?

-Yo sí. El humor me parece una de las cosas más importantes de la vida. Aún en los momentos más malos, tu cabeza se va a algo que tiene un humor, por lo menos la mía. El humor me acompaña desde siempre. Es que en mi casa ya había mucho humor. Mi padre, no sé por qué, tenía un humor inglés, siendo él de Valladolid. El suyo era un humor muy especial, no era grueso ni vulgar, sino muy sutil. Y el de mi madre era un humor muy de retranca, muy castellano.

-A sus 81 años, ¿le siguen mandando muchos guiones?

-No. No se escribe mucho teatro y mucho menos para la gente mayor. Como no existimos, para qué van a hablar de nosotros. No es fácil encontrar un texto que me llene y que merezca la pena ponerlo en pie.

-En pie se puso el mundo del teatro para aplaudirle el Premio Max de Honor 2016. ¿Qué significó para usted ese galardón?

-Una satisfacción muy grande, un espaldarazo, un reconocimiento, un placer.

-Antes contaba que tuvo que compaginar tres obras a la vez: Cinco horas con Mario, En el estanque dorado y La velocidad del otoño. ¿Cómo lo logró sin caer en la locura?

-Hay que echarle muchas horas, mucho tiempo y muchas ganas. Un ejercicio que vengo haciendo toda mi vida. En este sentido me siento bastante en buena forma para mis años. El ejercicio mental, del estudio, es un músculo que se desarrolla con los años y no se ablanda con la práctica.

-Y lo que le queda por probar.

-Lo que me de tiempo. Con mis años no hablo de futuro. Mi futuro más lejano lo tengo muy encima. Lo que hago ahora es lo que más me interesa. Ya veremos si llego a lo siguiente. No pienso en el futuro, pienso en el presente, en cuidar lo que hago, en disfrutarlo y en cuidarme.

-Y en cuidarlos. Me refiero a los actores que le arropan en escena, como Juanjo Artero, en el caso de La velocidad del otoño.

-Con Juanjo Artero me entiendo muy bien. Anteriormente hicimos Seis clases de baile en seis semanas [de Richard Alfieri]. Fue la primera vez que trabajamos juntos pero nos entendimos muy bien desde que empezamos a ensayar. Estuvimos tres años trabajando y ahí nació no solo un gran compañerismo sino una amistad, con él y con su familia. Es alguien muy cercano. Trabajando con él me siento muy protegida.

-¿Cuánto tiene de usted el personaje que encarna en la obra, Alejandra?

-Podemos tener cosas que ver en el sentido de la edad y de que ella es pintora, bohemia y ha viajado. Es decir, no es una mujer que se dedique a las tareas de su casa. Me identifico con ella en el sentido de que es una luchadora y decide volar la casa antes que hacer lo que los demás le dicen que tiene que hacer. Es un personaje que me ha reafirmado porque yo también soy así de cuadrada.

-¿Cómo lo lleva una luchadora como usted en un país como este?

-Yo confío muy poco en la clase política porque no miran por los que trabajamos, los que batallamos todos los días y llevamos toda la vida. Les veo muy interesados por ellos mismos, no por la gente que les vota. Hablan de que quieren darnos muchas cosas pero a lo largo de los tiempos se nota que no. Incluso quieren quitarnos libertades y derechos. No me interesan porque tampoco nosotros les interesamos.

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