"Son tiempos difíciles para el saber y las artes. ¿Cuándo no lo han sido?". Eso se preguntaba ayer viernes el ensayista Ramón Andrés, para empezar la mesa redonda Mitología, destino y conocimiento: la obra de Roberto Calasso, en homenaje al Premio Formentor. Andrés reivindicó a los autores "como focos de resistencia", cuando "la cultura puede ser una barricada". O el relato, un antídoto a la peste negra de los jóvenes florentinos del Decamerón.

Le tocó a Vicente Verdú, en cambio, abominar de la narrativa, "no creo que vaya a ningún lugar. Un narrador es un tontorrón, un señor que no hace más que contar historias". Verdú, por cierto, participa en las Converses por partida doble: una exposición de sus pinturas cuelga de las paredes del hotel.

Para Ramón Andrés, "un libro es un peldaño de la escalera al desván del saber. Una página es un paso" para sustraerse a "la espesura nihilista". "Literatura, pensamiento, imaginación" es lo que encuentra en los títulos de Calasso, a quien, editor y autor como es, compara "con un Aldo Manuzio", el mítico impresor, "capaz de escribir como el mejor de sus contemporáneos".

Mitos

La catedrática de filología Victoria Cirlot se centró en la pregunta de "cómo un libro sobre los mitos puede convertirse también en un mito", hablando de los volúmenes de Calasso en torno a la cuestión, y tomando como referente los que Lévi-Strauss publicara. "El mito no es la fantasía del bardo o del hombre ante la hoja de papel. Participa de la creación de la gran poesía". En conclusión, "los que devuelven la vida a los mitos hacen que sus libros también sean mitos", y éste sería el caso del editor de Adelphi.

Se intercambiaron amables pellizcos verbales Edgardo Dobry, moderador de la mesa y traductor al castellano de la obra reciente de Calasso, y Jorge Herralde, de Anagrama, su editorial española. Dobry se disculpó con Herralde "por mi retraso" y Herralde le elogió como traductor, aunque "poco apresurado".

Los libros de Calasso, señaló Dobry, "no son novelas, no son ensayos". A ello hay que sumar su consideración de que "la edición es un género literario" o el concepto de "literatura absoluta". Entre aquellos creadores a quienes consagra algunos de sus análisis, entre Tiepolo y Kafka, "se establece la modernidad". Así que su obra es "una reflexión sobre Occidente".

El editor de Anagrama protagonizó la intervención más prolongada, en virtud de su "relación personal y de amistad" con "Calassísimo", como a veces le llaman sus íntimos. Por eso mismo, recorrió el más de medio siglo de trayectoria de Adelphi, con los "miracoli" obrados por el ahora Premio Formentor, como la dignificación de Simenon, por ejemplo. Herralde destacó el valor de "la forma", de "la marca" del editor, en contraste (según Calasso) con los agentes literarios: "Un agente no tiene forma, sólo una lista de clientes".

Y por fin, Vicente Verdú, que se incorporaba con algo de retraso a la mesa, para dar la batalla, decididamente, por el ensayo. Y mejor si resultan difíciles de captar. "Los ensayistas que no he entendido me han resultado más productivos", y ese valor de despertar la inquietud es lo que valora de Calasso, a quien se imagina como "un roturador" de la tierra literaria.