A petición de Ignacio Polanco, presidente de la Fundación Santillana, fue el director de ésta y coordinador de las jornadas, Basilio Baltasar, quien las clausuró, echando mano del verso de Petrarca sobre el pueblo que "confía sus golpes al viento". "Lo que aquí leemos como Converses de Formentor son, en realidad, los Conversos de Formentor".

El capítulo de agradecimientos fue abundante e incluyó "a quienes comparten con nosotros lo mejor de sí mismos: inteligencia, sensibilidad y sentido del humor", "al enigmático público de Formentor amante de las letras" y "a los que conservan la unción bohemia". Pero también, entre otros muchos, "al jornalero que poda las glicinias", a las camareras de piso o "al pinche que quita las gambas podridas y se las da al gato del jardín, que tiene menos remilgos que nosotros". Para finalizar con el deseo del reencuentro en 2017.

La noche del sábado, las Converses vivieron una Velada órfica de jazz y poesía, con la participación de una decena de ponentes de estos encuentros: la mallorquina Roser Amills, Marta Sanz, Aurelio Major, Ferrer Lerín, Antonio Enrique, Edgardo Dobry, Ramón Andrés, Lila Azam Zanganeh y Antón Castro, así como Antonio Lucas y el grupo Savejazz. La precedió la última mesa de la jornada, Arpías, con J. A. González Sainz, Juan Antonio Masoliver, Eduardo Lago, Berta Vias Mahou y Valerie Miles.

Puede que el duendecillo Martinico, de quien habló el sábado Antonio Enrique, transformara a Beatriz Rodríguez en Hernández en una frase destacada de estas crónicas. Rodríguez es, y sevillana, para que quede claro.