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Entrevista

Carme Riera: "Si Lluís Salvador viera hoy sa Foradada tan masificada, pondría una valla"

"Reivindico la escritura aunque sé que la literatura tiene los días contados"

"La saturación turística de este verano en Mallorca es un espanto", afirma Carme Riera, fotografiada en el centro de Palma hace dos semanas.

-Usted fue comisaria de la gran exposición conmemorativa del centenario del Arxiduc. ¿En qué momento decidió que novelaría su vida?

-No lo decidí entonces, fue mucho después y de repente, cuando pensé que casi vivía con el Arxiduc y que tenía cosas que decir sobre él que no se habían dicho antes.

-¿Hay un cierto atrevimiento en el hecho de ponerle carne y emociones a un "tótem de la isla", como describe a Lluís Salvador?

-Creo que sí, pero la vida es atrevimiento. Amparándome en la ficción yo puedo hacer hablar a quien quiera. El Arxiduc podría ser de alguna otra manera, pero creo que me he acercado bastante.

-'Les darreres paraules' empieza con una investigación libresca. ¿Cree que todavía hay lugar para la aventura de las palabras ahora todo se encuentra tan fácilmente en internet?

-Todo se encuentra rápidamente en internet, lo que pasa es que muchas veces internet es un almacén de mentiras. Hay que comprobar la veracidad de lo que hallas porque la red es un gran armario desordenado. Sobre Lluís Salvador, creo que todavía queda mucho por investigar en los archivos, viendo las cartas y todo el material guardado.

-Usted ha vivido la Mallorca del Arxiduc.

-Sí. De pequeña pasé los veranos, y de mayor también, en tierras que fueron del Arxiduc, conocí a personas que tuvieron mucha relación con él, como doña Aina que vivía en Son Marroig y su hija doña Lluïsa. Todo lo relativo al Arxiduc en Deià y Valldemossa me fue muy cercano. Y luego está el paisaje, que en la parte del mar no se ha movido. Sa Foradada es la misma, y el mar, que por muchas olas que traiga es el que él contemplaba.

-Las memorias del Arxiduc, y antes las suyas propias de la infancia (Temps d'innocència, Edicions 62).¿Le mueve la nostalgia?

-Yo ya estoy en una época por mi edad en que la nostalgia prima, pero no se puede caer en sus brazos, sino mirar al futuro y pensar que todo lo que te regala la vida es maravilloso. La nostalgia hay que dejarla atrás.

-¿Cómo se metió en la cabeza y, todavía más difícil, en el corazón del Arxiduc: hombre, aventurero, aristócrata...? ¿Qué tienen en común?

-Creo que muy poco, pero el mérito de los escritores es precisamente trazar personajes distintos a ellos. Aunque en este caso compartimos el amor por Mallorca y por un paisaje, el de la Tramuntana. Como había investigado mucho sobre él, su correspondencia y disponía de cantidad de referencias no me fue difícil. Me resultó complicado meter todo lo que sabía dentro del personaje, y sobre todo porque al ser unas memorias dictadas no podía hacer literatura. La tendencia a embellecer el discurso no me la pude permitir. Debía poner el freno para no hacerle decir frases brillantes que uno nunca pronunciaría cuando está dictando.

-"Nadie ha dicho que tengamos que ser más felices que nuestros súbditos", le comentó a Lluís Salvador el emperador austrohúngaro, su primo. ¿Cree que el Arxiduc escapó a su triste destino?

-Él perseguía la felicidad. Conocía sus límites y creo que por eso se marchó de la encorsetada corte. Su prima Sisí la buscó de otro modo, escapando, viajando continuamente. Compartieron una marca, la de la necesidad de huir.

-Ha dibujado a un hombre reconcomido por la culpa. ¿Cree que lo estaba?

-Es una licencia que justifica mi libro. Cuando te haces mayor y estás al borde de la muerte supongo que haces un examen de conciencia. Basándome en lo que yo sé de él pensé que habría algunos elementos de culpa.

-Dice, sin embargo, que no se arrepiente de sus pecados, cometidos con "gusto, voluptuosidad y delito". ¿El Arxiduc sería hoy un hombre políticamente correcto?

-Hoy sería totalmente incorrecto, cosa que le gustaría más.

-En nuestros días, ¿Lluís Salvador sería un bloguero o un académico?

-Ninguna de las dos cosas. Sería alguien tan excéntrico que le importarían muy poco ambas categorías. Sería lo que le diera la gana en cada momento.

-¿Cree que Mallorca ha hecho justicia al Arxiduc?

-En parte sí. Mallorca, que suele ser bastante desmemoriada con quienes se han preocupado por ella, con el Arxiduc sí se ha volcado. La generación joven no sabe quién es, pero existen dos museos en Valldemossa y Son Marroig, se han recogido sus cartas y objetos. Pienso que es de los pocos a los que se ha reconocido, quizás porque era extranjero.

-¿Amó más Lluís Salvador a Mallorca que los propios mallorquines?

-En ciertos aspectos sí, la respetó más. Debo decir que él contaba más posibilidades de hacerlo: si no tienes con qué calentarte en invierno, talarás los árboles, y él podía calentarse. El respeto por la naturaleza es algo que muchos mallorquines no han tenido, como ya hemos visto.

-¿Qué pensaría el Arxiduc al ver a 300 personas de espaldas a sa Foradada haciéndose selfis en la puesta de sol?

-Más de 300. El domingo pasado estuve y salí corriendo; nunca había visto algo así. Creo que el Arxiduc incluso pondría una valla, él, que era tan hospitalario. Esas personas podrían estar allá o en cualquier otro sitio. Es el mismo problema que tienen Venecia o Praga, el de la globalización y la invasión de los lugares bellos. No sé si habría que poner números clausus, pero algo debería hacerse.

-Al Govern balear no le gusta la palabra, pero ¿ha notado usted la saturación este verano en la isla?

-Es un espanto. Para quienes vienen imagino que también, pero para los que estamos resulta peor.

-Llevamos casi un año sin gobierno y en las investiduras se ha hablado poco de cultura.

-Les interesa poco, la cultura a penas mueve nada. Me gustaría que nos contaran qué harán con los equipos de fútbol que estafan a Hacienda y no tienen las cuentas claras, y eso no se toca. La cultura es siempre una cenicienta.

-¿Cree que llegará a modificarse la jubilación de los escritores, para que no les cueste dinero escribir?

-Espero. Como presidenta de Cedro he estudiado las propuestas de los partidos en este sentido y todos nos han dicho que se tratará de arreglar, aunque de momento está parado. Es una vergüenza que se prefiera tener callada a una persona que se jubila de su puesto de periodista o escritor; te lleva a pensar que a los políticos les interesa el silencio de los creadores. Me parece terrible.

-Lluís Salvador revela sus secretos a punto de morir, para que se conozcan a 25 años vista. ¿Cómo encaja esta decisión en una época en la que mucha gente vierte su intimidad entera en las redes sociales?

-Hay gente que no lo hace. Yo no lo hago, me horroriza que se sepa dónde estoy en cada momento, pero soy de otra generación. Pienso que al Arxiduc no le interesaría nada estar siempre localizado, al contrario.

-Él comenta que aunque siempre ha preferido la imagen a las palabras, al final fía su memoria a las palabras. ¿Reivindica por su boca la escritura?

-Sí, totalmente, aunque sé que la literatura tiene los días contados. Está clarísimo que será algo minoritario como en el siglo XVIII.

-Leer no tiene prestigio social.

-No. Bastaría preguntar a los políticos qué libro han leído este verano: la respuesta es ninguno. Y como somos gregarios, quienes toman como ejemplo a las folclóricas y a los famosos que no leen tampoco lo harán.

-La promoción de esta novela le pilla a principio de curso. ¿Es optimista respecto a lo que conseguirá transmitir a sus alumnos?

-Debería contestar que sí, porque no se puede ser pesimista, pero me temo que, por desgracia, poco. Siempre hay en una clase dos o tres que merecen la pena, pero el resto siguen llegando muy mal preparados. La enseñanza elemental es muy mala en este país.

-¿Vale la pena el empeño en seguir educando?

-Es lo único que vale la pena. Ojalá nos hubiera ido mejor. El gran problema de la Transición es la educación, que ha resultado un fracaso.

-¿Qué se cuece en estos momentos en la Academia?

-Para el nuevo curso habrá otro congreso de la Lengua en Córdoba (Argentina), y estamos continuamente revisando el diccionario para que las palabras signifiquen bien lo que quieren decir, quitándoles los aspectos de misoginia, de ideología trasnochada que aún conservan. Eso de 'limpia' que está en el lema de la Academia lo estamos haciendo.

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