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Entrevista

Mónica Carmona: "Pocos editores extranjeros leen en español y eso limita nuestra literatura"

"En los grandes grupos editoriales, el área de gestión está anulando cada vez más el criterio del editor, y eso es un problema"

La editora y agente literaria Mónica Carmona, en la playa de Camp de Mar. Guillem Bosch

­­Camp de Mar no es sinónimo de descanso para la editora de Barcelona Mónica Carmona. La recién estrenada agente literaria prepara desde este rincón de Andratx la feria de Fráncfort y lee sin descanso los manuscritos de escritores noveles que va recibiendo después del anuncio que lanzó en las redes. “Me admira la gran cantidad de gente que escribe”, confiesa. Su línea de trabajo va desde cazar talentos más alternativos que pueden tener un pie en la música, el cine, la televisión o el cómic, hasta desarrollar una línea más literaria. Para su trabajo, ve fundamental conocer el mercado internacional. Y lamenta que en España no haya suficientes plataformas para que los autores emergentes puedan mostrar sus textos. “En EE UU hay muchas revistas que sólo publican relatos”, comenta.

-¿Qué tipo de agente literaria le gustaría ser?

-Tengo un modelo en la cabeza que conocí hace 15 años cuando trabajé un verano en Nueva York en Farrar, Straus and Giroux. Por entonces, conocí a la agente norteamericana Nicole Aragi. Tiene una agencia boutique con autores literarios muy importantes como Jonathan Safran Foer o Junot Díaz, pero luego representa a toda una gama que estaba muy poco trabajada en EE UU que es, por ejemplo, la novela gráfica de calidad. Coincide que yo, como editora, hice ese trabajo tanto en Literatura Random House como en Reservoir Books. Yo también era lectora de fanzines, pero creía que había que tratar la novela gráfica o de otro estilo al mismo nivel que una novela literaria. Es decir, no marginarla por ser otro género. En este sentido, me interesa una agencia con autores muy literarios y otra parte de artistas-autores que no necesariamente son novelistas y que pueden ser músicos, dibujantes, ilustradores...

-En esta línea, ya representa al líder de Pulp Jarvis Cocker o a los dibujantes Miguel Brieva o a Liniers. No está mal para empezar.

-Sí. Liniers es muy conocido. Además ha dado un salto impresionante a EE UU. Hace portadas del New Yorker, ilustra. También llevo a Joaquín Reyes. Ahora estoy editándole unos textos. Luego represento a un autor que es muy literario, Julián Herbert, a quien le publiqué dos libros en Random. Herbert es un autor estrictamente literario, tipo Patricio Pron, es decir, pertenece a la nueva generación de autores en lengua castellana, que fue lo que yo fui construyendo en Literatura Random. También quiero continuar descubriendo autores. Los que te he nombrado ya son conocidos. Jarvis es muy famoso y no tiene agente literario a nivel mundial. Lo cual es muy interesante porque cuando termine el libro que tiene en mente, también podré vender los derechos directamente en Inglaterra.

-¿Los nuevos talentos tienen suficiente espacio en las editoriales o las agencias?

-No. Y es algo que tienen que hacer todos los agentes y todos los editores. Sé que es complicado porque los beneficios a corto plazo son bajos, pero se ha demostrado, porque hay casos claros -desde el de Safran Foer hasta el de Roth-, que lleva tiempo construir la carrera de estos autores. Bolaño mismo es otro ejemplo. Yo le conocía mucho y recuerdo cuando empezó a triunfar un poco en España, pero tardó mucho en dar el salto fuera. Y por desgracia, cuando lo dio, ya había muerto.

-¿No deberían primar tanto los beneficios?

-A un editor por lo que se le contrata es por su criterio. Para mí el problema es que el área de gestión está anulando cada vez más y quitándole espacio al criterio. Si el criterio del editor queda fuera y sólo le piden rentabilidad, es muy difícil que pueda justificar su trabajo. Gestionar es una palabra que está muy de moda. Pero es curioso, porque luego vienen los grandes ejecutivos y el discurso que mantienen es de fomentar la creatividad y el talento en la empresa. Pero, por otra parte, exigen tales rendimientos que supone todo ello una contradicción.

-¿Qué trabajo hay que llevar a cabo para que una nueva voz se abra camino?

-Buscarse un agente es muy importante. En España esas voces nuevas aún pueden acceder a algunos editores. Las puertas de los editores todavía no están del todo cerradas. Incluso en grandes grupos se les tiene en cuenta. De hecho, en las grandes editoriales hay un departamento que se llama Foreign Rights que hacen de agentes. Por ejemplo, yo contraté a Patricio Pron y a Gonzalo Torné, y no tenían agentes. Ahora sí los tienen. Pron está con una súper agencia que es William Morris. Los agentes no tardan en darse cuenta del talento. Pero aquí sí que se apuesta, aunque sea en un porcentaje no muy elevado, desde la editorial. En otros países, como EE UU o Inglaterra, muchas editoriales ya te dicen que no envíes manuscritos. Los premios son otra vía para las voces nuevas.

­-¿Sigue funcionando la política de robar autores? ¿Los grandes les roban los descubrimientos a los pequeños sellos?

-Hay casos que son así. Pero tampoco demonizaría a los grandes. Hay editores extraordinarios en los grandes grupos que son auténticos profesionales y que creen mucho en el autor y su trabajo. Pero están en un contexto que igual no reluce tanto su trabajo como el del editor de Blackie Books, por ejemplo. También ha habido casos inversos, de grandes editoriales que han descubierto a autores y después editores pequeños que les han ido detrás porque sabían que a lo mejor eran autores que no cobraban grandes anticipos. Desde fuera parece que los grandes son los malos de la película, pero no es exactamente así.

-De los autores que editó en Random, ¿quiénes le parecieron más extravagantes o divos?

-Los más especiales fueron Chuck Palahniuk y Bret Easton Ellis. Ambos son de “alto mantenimiento”. Recuerdo un Sant Jordi con Palahniuk firmando libros y cómo se molestó por un perrito que ladraba desde un balcón. También recuerdo que estaba convencido de que algún fan podía atacarle y por eso nos pidió medidas extra de seguridad. La que más tenía que lidiar con este tipo de cuestiones era la jefa de prensa. Luego es cierto que Palahniuk nos envió un ramo de flores tanto a mí como a la responsable de prensa para agradecernos el trabajo. Easton Ellis es directamente de trato difícil.

-En el mundo de la edición siempre ha habido muchas mujeres. ¿Alguna teoría al respecto?

-No lo sé. Es cierto que es un mundo muy de mujeres, pero también es verdad que, de los agentes, los pesos más pesados son hombres. Andrew Wylie, por ejemplo.

-Se comió a Carmen Balcells, de hecho.

-No te creas. Balcells era muy lista. Y no se la comió, pero estuvieron a punto de llegar a un acuerdo. Yo creo que se medían todo el tiempo. Esas reuniones eran para medirse como buenos competidores que eran. Balcells está ahora en manos de su hijo y de momento no ha intervenido nadie. Balcells cambió la historia de la edición. Consiguió que los autores tuvieran contratos no sólo dignos sino justos. Es muy admirable.

-¿Dónde tienen más presencia los autores españoles, en la feria de Fráncfort o en la de Londres?

-En la de Fráncfort. Hay mucho interés por autores en lengua española, no solo españoles sino latinoamericanos. El problema es que los editores extranjeros, los anglosajones, apenas leen en español. Ésa es la barrera en realidad. Por eso, para mí, siempre es importante traducir una parte del manuscrito al inglés. El idioma es la gran limitación de nuestra literatura en el mercado internacional.

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