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Música

Michel Camilo: "En España he podido expresar toda mi fantasía musical"

El pianista de jazz dominicano abre esta noche junto a la Simfònica, dirigida por Ángel Gil-Ordóñez, el Festival de Pollença con un programa dedicado a Gershwin y Bernstein

El virtuoso pianista Michel Camilo, ayer, en el Hotel Son Vida.

Michel Camilo trata de recuperar la verdadera esencia de Gershwin y alejarlo del clasicismo más ortodoxo en el que a veces se le ha encorsetado. El pianista, que actúa hoy y mañana en la isla, quiere apresar con el fraseo de sus dedos el swing y el blues que le puso el americano a la Rhapsody in blue, "el toque alocado de Broadway o ese saxo destemplado que emula la construcción desafiante hacia el cielo de los primeros rascacielos". "Le vamos a quitar el frac a Gershwin", declaró ayer el solista dominicano sobre el compositor neoyorquino , figura principal de la primera parte del concierto -ayer apenas quedaban entradas- que ofrecerá esta noche junto a la Simfònica balear -dirigida por Ángel Gil-Ordóñez- en el claustro de Sant Domingo de Pollença y que destapa su tradicional festival de verano. La segunda parte, la dedicarán a Bernstein. El recital volverá a repetirse mañana en el Castell de Bellver, en el marco dels Estius Simfònics.

En principio, relata el solista, Rhapsody in blue no iba a llamarse de tal modo. "Era una pieza para un concierto de jazz sinfónico, una idea para una noche de experimentos musicales", advierte. Para comprender la Rhapsody, Camilo cree que es necesario contextualizar los hábitos de Gershwin. "En aquellos momentos, vivía metido en los clubs de jazz de Harlem y trataba de entender el blues, que al fin y al cabo es la base del jazz", explica. "Por otra parte, es evidente que en esa obra se nutrió de las raíces judías y la música klezmer", agrega.

La relación de Camilo con el compositor americano arrancó a finales de los años 80, justo después de una gira que compartió con las hermanas Labèque. "Fueron ellas las que me dijeron que me quedaría muy bien interpretar sus partituras", relata. Y así fue puliéndolas hasta que un día recibió un manuscrito de Gershwin de solo piano de la Rhapsody. "Apareció en un diván en casa de la hermana del compositor", señala. "Entonces, al leerlo, me di cuenta de que estaba lleno de marcas nuevas que no aparecían en la partitura editada que habitualmente se utiliza. Gershwin escribió en algunas frases "jazzy", "let it swing", etc. Marcas que el editor eliminó y sustituyó por otras", apunta. "A Gershwin le pusieron un frac en este sentido: le quitaron fuerza y ritmo. Por eso hay que enfatizar la síncopa y los acentos para que haya más swing", opina.

Sobre la Rhapsody, confiesa que es una pieza que cuanto más toca más la disfruta "porque siempre descubro cosas nuevas. Creo que nunca la toco igual porque me dejo llevar también por la energía de la orquesta", explica. En este punto, Gil-Ordóñez, uno de los directores españoles de su generación con más proyección internacional, explicó que durante el ensayo que tuvieron ayer con la orquesta -alabada por el concertista y el pianista- se le pidió a ésta que perdiera la timidez, que sonara más a Broadway.

Uno de los géneros que más ha transitado Camilo en los últimos tiempos es el flamenco. "Acabo de terminar mi tercer disco con Tomatito, es el que cierra la trilogía que empezó con Spain", explica. Una suerte de homenaje a un país que le ha dado mucho. "En España he podido expresar toda mi fantasía musical. Es un país en el que no he encontrado ningún muro y donde he podido hacer cine [con Trueba y Emilio Martínez-Lázaro] e incluso un homenaje a Lorca con Ana Belén", señala. "Aquí he podido tocar también mis propias composiciones", añade.

Para el solista dominicano, no cabe ninguna duda del paralelismo que existe entre las jam jazzísticas y las reuniones espontáneas de los flamencos, libres, en las que aflora la creatividad.

A pesar de su querencia por el flamenco, el jazz latino y también la clásica, el pianista no se atreve a decantarse por un estilo en concreto. "Yo me identifico con la música en general. Toco desde los cuatro años. En casa, son dos generaciones de músicos y compositores clásicos y populares", comenta. También confiesa que su primer instrumento fue un acordeón que le regalaron sus padres en Navidad. "Con él saqué Noche de paz y Cumpleaños feliz", evoca. A los cinco años, compuso sus primeras melodías. Se decantó por el piano a los nueve. "En el Caribe hay muy buenos profesores de este instrumento porque muchos de ellos estudiaron en París y trajeron consigo el legado de Liszt o Chopin", afirma.

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