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Crítica cine

Florete de Damocles

Fotograma de la película.

Hechos reales, levemente embellecidos. Posguerra de la II Guerra Mundial en un diminuto pueblo de Estonia. Un profesor de esgrima y un grupo de jóvenes pupilos. Ante la convocatoria de un torneo en Leningrado, el profesor (Endel Nelis/Märt Arvandi) sabe que si acude será probablemente detenido y deportado a Siberia. Su crimen, imperdonable para Stalin: durante la guerra los alemanes lo reclutaron a la fuerza. Si no acompaña a los chicos al torneo estos se llevarán una inmensa decepción, y Nelis deberá aún así seguir huyendo. Dilema y Damocles al mismo tiempo.

La clase de esgrima es un ejemplo más de que las posguerras son no pocas veces igual de terribles e injustas que las guerras. El guión transita la mayor parte del tiempo por terreno aplanado. No hurga apenas en las barbaridades del régimen de Stalin contra su miríada de enemigos imaginarios, la trama del torneo es la clásica de David contra Goliat, la amorosa no se despega de los dramas románticos habituales, y la dirección tampoco arriesga apenas (al contrario que, precedente reciente, la polaca Ida).

A pesar de este armazón bastante convencional la película entra muy bien por unas cualidades casi invisibles: modestia, sencillez, sensibilidad. Ritmo justo, escenario atractivo, un pueblecito medieval cercano al mar sin couché de postal. Y reparto también muy atinado.

Avandi, el protagonista, explota su delgado físico y una contenida gestualidad y expresividad, la jovencísima Koppel se come la cámara con su traviesa mirada, Ratasepp tiene una belleza intemporal, y Ulfsak regala unas gotas del talento que mostró en Mandarinas. Buen, sin llegar a epatar, drama histórico.

*La clase de esgrima: Estonia, Finlandia, Alemania, 95 min.

***½

Director: Klaus Härö

Actores: Märt Avandi, Ursula Ratasepp, Liisa Koppel, Lembit Ulfsak

Cines: Augusta

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