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Puro teatro

Rodo Gener: "Ningún político español se parece a Ulises, ni el coletas si se suelta el pelo"

Rodo Gener juega a ser Ulises para esta nueva sección de entrevistas veraniegas dedicadas al gremio actoral de la isla y a sus personajes preferidos

El actor recita algunos de los pasajes de 'Jo, Odisseu'. Fotos de manu mielniezuk

Si frecuentaba el teatro o IB3 TV, seguro que le conoce. Rodo Gener juega a ser Ulises para esta nueva sección de entrevistas veraniegas dedicadas al gremio actoral de la isla y a sus personajes preferidos. El 3 de septiembre, en Cabrera, volverá a ser Odisseu bajo la direccón de Carlos Garrido. Prepara al complejo Stanley Kowalski de Un tranvía llamado deseo y trabaja junto a sus compañeros de La impaciència en la adaptación del cómic He visto ballenas, de Javier de Isusi.

-¿Ulises va o viene de Ítaca?

-Sin duda, voy hacia Ítaca.

-Cuando desembarque allí después de 20 años, ¿espera ver un sector teatral sano y una estructura en perfecto funcionamiento, o ya ha perdido toda esperanza?

-Creo que un sector teatral sano y en buen funcionamiento es aún más utópico que la llegada a Ítaca. Odiseo estuvo veinte años fuera de Ítaca: diez en la Guerra de Troya y diez regresando. Pero el teatro lleva más de dos mil años en un estado precario.

-Cuando Ulises llegue a Ítaca, ¿qué país le gustaría ver?

-Un país que apueste por la cultura y que se dé cuenta de que invertir en cultura es invertir en futuro. Si seguimos como ahora, un momento en que las únicas cuestiones que se tienen en cuenta a nivel político y social son las monetarias y económicas, no avanzamos. Si pensáramos en otros términos, como los educativos y culturales, la sociedad crecería y viviría mejor, y quizá no haría falta acumular tanta riqueza.

-Y cuando aviste Ítaca, ¿cómo reaccionará al ver la isla hasta los topes de turistas?

-Seguramente, se enfadará. En realidad le sucede algo similar a Ulises, porque cuando llega a la isla encuentra un desastre en su tierra. Se encuentra con todos los pretendientes de Penélope. No es la misma situación que planteas, pero el cabreo de Ulises sería similar al ver cómo se ha vendido su isla al turismo y contemplar la destrucción de su propia riqueza, esto es, su belleza. Si Ulises mató a todos los pretendientes de Penélope, no sé con quién arrasaría antes, si con los alemanes o los británicos [bromea].

-¿Por qué Ulises es su personaje predilecto?

-Me gusta mucho la mitología y, cuando Carlos Garrido me propuso hacer Jo, Odisseu, me dio un subidón. Es un personaje que lo tienes como referencia para mil cosas en la vida cotidiana. La misma palabra "odisea" la empleamos constantemente. Ulises es el primer héroe de la literatura que es humano. Es fascinante porque reivindica todo el tiempo su humanidad. En un momento determinado, le ofrecen quedarse con Calipso y convertirse en dios y ser inmortal, pero él lo rechaza. Lucha contra los dioses y contra todo lo que le sale al paso para regresar a su casa. Y tiene claro que quiere vivir como hombre.

-¿Todos tendríamos que ser un poco más Ulises?

-Sí. No hay que intentar ser lo que uno no es, sino que hay que luchar por ser lo que uno es.

-A lo largo de su vida, ¿cuáles han sido sus sirenas?

-Te las vas encontrando, lo que pasa es que son engañosas. He escuchado sirenas y muchas veces me he dedicado a hacer cosas que veía después que no eran lo mío. Mi vocación por el teatro empezó tarde. De hecho, tenía casi 30 años cuando empecé a dedicarme a esto. Primero, comencé Historia del Arte en la universidad. Estuve tres años y no acabé. Fue una sirena fallida. Luego me puse a trabajar de camarero y tuve mi propio negocio de hippy, un tenderete en una zona turística donde vendía collares en los que escribía el nombre de la gente en un grano de arroz. Después me dio por viajar. Y, de repente, sin buscarlo demasiado, el teatro me encontró a mí. Fue algo azaroso. Yo hacía teatro amateur en Menorca y cuando Pitus Fernández vino a Mallorca a hacer una obra me pidió que viniera. Cuando estuve dentro, me di cuenta de que eso era lo que quería hacer. El teatro es mi Ítaca, es el rumbo que quiero seguir.

-¿Le diría a su hija Alicia que Ulises es un ejemplo a seguir?

-Sí. Es un ejemplo a seguir en muchas cosas. Y pienso que las mujeres han de ser más Ulises que Penélope. En la Odisea las mujeres no salen bien paradas. Le diría que siguiera a Ulises porque es un modelo de tenacidad, astucia, ingenio. En todas las situaciones, él sabe que, si piensa y le da una vuelta, encontrará una manera de salir airoso. Ulises es sobre todo un ejemplo de lucha, de que no hay que rendirse.

-Imaginemos que Ulises va en un buque de Baleària y que un camarero no le atiende en catalán porque dice que no le entiende. ¿Cómo habría actuado?

-Si en un viaje entre sus reinos de Ítaca Ulises se hubiera encontrado con un marinero así en alguno de sus barcos, seguro que éste habría acabado en las galeras. En una isla bárbara y lejana, la situación habría sido diferente: Ulises habría hecho lo posible para hacerse entender.

-¿Qué político candidato en las pasadas elecciones le recuerda más a Ulises?

-Ninguno. Ni el coletas si se suelta el pelo. Es muy difícil encontrar un Ulises hoy en día, y en el mundo de la política, menos. El coletas tiene la ventaja de que aún no le han dado la oportunidad de cagarla. Posee todavía el beneficio de la duda.

-Esta sección se llama Puro Teatro. ¿Qué faceta de la vida se ajusta más a esta expresión?

-No nos damos cuenta pero hacemos teatro constantemente. Todo el mundo tiene personajes para adaptarse a las diferentes situaciones de la vida. La gente no actúa igual cuando está en casa, en el trabajo, con los amigos o cuando sale a correr. Los que nos dedicamos al teatro intentamos ser conscientes de esto porque después lo aprovechamos en nuestro trabajo.

-¿Es Ulises el primer refugiado de la historia?

-No sé si es el primero, pero sí es el más famoso. Ulises tiene una ventaja: vivía en una época bárbara, sin leyes y sin toda la humanidad que tenemos ahora, y cuando llegaba a un sitio era bien acogido. Y supongo que ésa es la ventaja de vivir en una época bárbara y no en una civilizada como ahora, que cuando llegas a un lugar que no es tu casa te gasean, te tiran pelotas de goma, te construyen una barrera y te devuelven al mar para que te mueras ahogado. Los dioses de entonces tenían la obligación de recibir bien a los extranjeros, darles comida y un lugar para estar. Y esto era hace miles de años. Hoy en día lo decimos, hay tratados internacionales y los valores de la UE son éstos. Por eso, da mucha vergüenza lo que está sucediendo. E incluso entiendes que los ingleses se quieran ir de Europa en un momento determinado. Ulises naufraga y naufraga, y allí donde llega lo acogen, excepto el Cíclope, Polifemo, que es el gran malo de la Odisea. El Cíclope es un bárbaro total que tampoco respeta las leyes de los dioses. Europa se está convirtiendo en el Polifemo de los refugiados en lugar de ser un lugar de acogida.

-¿Qué cree que hubiera pasado en Balears si antes de las elecciones se hubieran destapado las informaciones que se están publicando sobre José María Rodríguez?

-Desgraciadamente, creo que no habría pasado nada y me cuesta entenderlo. Porque antes de las elecciones uno se ilusiona y vuelve a hablar de política. También es curioso que salgan todas estas noticias sobre delitos tan graves después de las elecciones. La gente dice que le preocupa la corrupción, pero no es cierto. Porque, si así fuera, adoptaría medidas y, al final, el día de las elecciones prefirió ir a la playa.

-Señor actor, ¿es tan corrupta la ficción como la realidad?

-Es más corrupta la realidad. Muchas veces nos pasa que ensayando una obra o escribiendo una pieza, tú mismo te frenas y dices: "Venga, hombre, ahora me he pasado". Y cuando lees la siguiente noticia que sale en los medios, te das cuenta de que te has quedado corto. Ahora, por ejemplo, estamos ensayando para estrenar una obra a finales de verano basada en Un tranvía llamado deseo. La hacemos con El Somni Produccions y la dirige Sergi Baos. Mi personaje es Stanley Kowalski. Tenía muchas ganas de hacerlo a pesar del miedo que da, porque no es nada baladí tener a Marlon Brando de referente. Es un gran personaje, pero terrible. Es un maltratador, prepotente, chulo... Y haciendo las escenas te das cuenta de que es muy duro y te preguntas a ti mismo si realmente hay gente así. Y sí, hay muchas personas que son así. Y te vuelves a quedar corto. Porque lees en los diarios que hay un tío que le tira gasolina por encima a su novia para quemarla viva. En la ficción, no te inventas nada. Al final estás haciendo una versión light de lo que sucede en la realidad.

-¿Ya le ha perdonado los supuestos vetos a Margalida Moner?

-No se le puede perdonar a una persona que esté en un cargo público que actúe de esta manera, pensando que el teatro es su casa. Pero es una consecuencia más de la incultura y del poco caso que se les hace a los temas culturales. Si pones a alguien profundamente inculto en un cargo de responsabilidad, suceden estas cosas. Al fin y al cabo, igual ni es culpa suya, sino más bien de quien la colocó ahí.

-¿Hay esperanzas con el nuevo director del Principal, Carlos Forteza, o viene otra guerra de Troya?

-Somos optimistas. La asociación de actores sí se ha reunido con él y sólo la declaración de intenciones que ha hecho desde el principio tranquiliza: ves que es una persona que sabe de lo que está hablando. Estamos esperanzados en general. Pero es cierto que luego está ese optimismo que es un poco masoquista porque el mazazo luego puede ser más fuerte. Ya veremos...

-¿Los Gener también eran teatreros?

-Sí, mi padre, Joan Gener, Joan s'Argentí de malnom. Se fue a Argentina de joven y ya volvió casado y con mi hermano. Mi madre es argentina. Mi padre siempre ha actuado con diferentes compañías amateur de Menorca. Y gracias a él conocí a Pitus Fernández. La vena teatral me viene por la vía paterna.

-Repasando su carrera, llama la atención su querencia por los clásicos grecolatinos.

-Me encantan. Así como lees la Odisea, te van viniendo a la cabeza todos los referentes posteriores. Los clásicos son la base, la semilla inmortal que se va repitiendo. Los puedes adornar, darles vueltas, pero la esencia sigue siendo la misma. Disfruto mucho con Yo, Odiseo o cuando hago Lucrecia, en la que encarno a Colatino.

-¿Se representan lo suficiente?

-Creo que hay una obsesión por transgredir y por ser moderno. Y se pierden de vista un poco los clásicos. Quizá estoy profundamente equivocado y en realidad no interesan. Pero es cierto que a nivel de creadores se dejan un poco de lado. Y a veces la innovación es hacer algo más tradicional al final. Cuando estábamos montando este Tennessee Williams [Un tranvía llamado deseo], descubrimos que no se había hecho antes en Balears. Y es uno de los grandes referentes del teatro contemporáneo.

-¿En lugar de regresar a Ítaca, ha pensado en cambiar de rumbo y dirigirse a Barcelona o Madrid, donde hay más oportunidades para un actor?

-Sí, constantemente se te pasa por la cabeza ir a Madrid a intentar hacer series y películas o a Barcelona, donde llegas a mucho más público. Pero en estos lugares tienes la desventaja de que la competencia es más feroz. En mí, al final gana el hecho de que aquí tengo trabajo para sobrevivir y me gusta vivir en la isla. Hay menos oportunidades, pero también menos competencia. Y aquí ya me he creado un nombre.

-¿Qué edad hay que tener para decir la verdad?

-¿Es necesario decir la verdad? Igual no lo es. A mí me da un poco de rabia la gente que dice: "Yo siempre digo lo que pienso a la cara". Pues qué borde. A mí no me lo digas. Guárdate las cosas. Yo no digo siempre la verdad. No se puede. Te enemistas con todos. Y es un poco una falta de respeto. Yo le digo las cosas a la gente cercana, a mi hermano, a mi mujer y a mis amigos.

-¿A qué edad se aprende su oficio?

-Nunca. Yo empecé tarde, con 27, y ahora tengo 42. Van quince años. Y es estimulante porque siempre me sorprendo y aprendo algo nuevo. Hay gente de la que aprendes siempre, por eso me gustan tanto mis socios Salvador Oliva y Luca Bonadei. O Xim Vidal, que mira que he trabajado veces con él pero en El balcó [de Jean Genet] volvió a sorprenderme. Cuando te encuentras con él sobre el escenario, no ves a Xim, ves al personaje. Y eso es muy complicado porque siempre ves restos de la persona. Pienso que aún tengo mucho que aprender.

-Después de decenas de personajes, ¿usted quién es?

-No lo sé. Intento no cambiar demasiado. Los personajes no me afectan, me afectan únicamente en el proceso de creación. Pero no soy muy Stanislavski. A los personajes no hace falta sufrirlos tanto. El arte de interpretar es un poco también el arte de engañar. David Mamet decía que si lo tuviésemos que padecer todo en la vida, no podrías interpretar nunca a un suicida. Ha de haber cierta distancia después de hacer un personaje para no irte tocado. En cuanto a quién soy yo, no sabría qué decir. No reflexiono mucho sobre mí mismo. En general, creo que soy positivo y optimista. Me gusta confiar en la gente y pensar que lo que viene será mejor y que con la próxima obra de teatro nos forraremos (risas).

-¿Se lleva mejor con sus compañeros o con su profesión?

-Con los compañeros. Individualmente me llevo bien con bastante gente. Y procuro llevarme bien porque después es más fácil trabajar. La profesión es dura porque los enemigos somos nosotros mismos. El producto que vendes eres tú. Yo me he de vender a mí y otro actor a sí mismo, y yo tengo que intentar convencer a la gente de que soy mejor que mi compañero para que me cojan para equis papel. Y eso hace que al final se acabe jugando sucio alguna vez. También hay gente que luego tiene difícil contener el ego por las características de la propia profesión. Te estás vendiendo a ti mismo para intentar convencer a un director o productor de que tú eres estupendo para ese papel. Y hay gente que después traslada eso a la vida real y se acaba pensando que es más guay que los demás.

-¿De dónde proviene esa fuerza especial y visceral que transmite?

-Me lo dicen y me gusta que me lo digan. Pero no sé de dónde me viene. Supongo que, de las mismas ganas de hacerlo bien, acabas tirando de víscera.

-¿Le ha tenido que contener algún director?

-Sí. Me han dicho: "Rodo, estamos actuando en una sala con 40 personas". O cuando el personaje lo pedía. Cuando hacíamos La marató, Jordi Cumellas me comentó: "Los personajes son contenidos, ya te daré un momento para que te explayes". Lo que más me costó es estar completamente quieto sobre el escenario.

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