Estoy dispuesto a proclamarme tropical, pero si me enseñan a distinguirlo de mediterráneo. El coco y la menta son tropicales mientras no se expandan. Una guayabera en Helsinki es trópico puro. Tres mil guayaberas en esa ciudad son más esencia finesa que el vodka y la caza de mamíferos a menudo cuadrúpedos. La tendencia reposa en el aislamiento, en la fantasía de que la torre Eiffel simboliza París cuando podría estar en cualquier sitio. Y ahora además lo está. La moda no todo lo iguala, pero el clima sí. Me lo dijo un oso polar tropical.
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