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La exposición del año

El enigma del Bosco en su mejor versión

El Museo del Prado celebra el quinto centenario de la muerte de Jheronimus Van Aken, uno de los artistas más enigmáticos y brillantes de la historia del arte, con una magnífica exposición monográfica que reúne prácticamente toda su producción

Es la exposición del año en España, "la mejor versión" del Bosco que jamás se ha visto en un museo. El Prado conmemora el V centenario del fallecimiento del maestro holandés con la primera muestra monográfica que se le dedica en España y la más completa y de mayor calidad realizada hasta la fecha. Además de la presentación del proyecto expositivo, que ha llevado años de trabajo al equipo, la institución aprovechó la efeméride y el aluvión de medios -muchos extranjeros- ayer congregados en la pinacoteca madrileña para reafirmar con argumentos científicos, documentales y artísticos la atribución de La extracción de la piedra de la locura, Las tentaciones de San Antonio Abad y la Mesa de los Pecados Capitales al enigmático maestro, a un pintor que es un género en sí mismo, después de que un grupo de expertos holandeses asegurara que se trataban de obras realizadas por sus seguidores. "Nadie podría haber hecho estas pinturas más que él", sostuvo tajante la especialista Pilar Silva, también comisaria de una muestra que cuenta con el patrocinio de la Fundación BBVA.

A la colección del Museo del Prado, que incluye obras maestras como El jardín de las delicias, el Carro de Heno o la Adoración de los Magos -obras que heredó la pinacoteca de Felipe II, su más fiel coleccionista- se suman préstamos reunidos por primera vez en esta muestra como el Tríptico de las tentaciones de San Antonio Abad del Museo Nacional de Arte Antiga de Lisboa, el Cristo camino del Calvario de Patrimonio Nacional, la Coronación de espinas de la National Gallery de Londres o el dibujo del Hombre-árbol de la Albertina de Viena. De este modo, las salas madrileñas reúnen más de medio centenar de obras, entre ellas 21 pinturas y ocho dibujos originales del Bosco, que constituyen más del 75% de su producción conservada, así como grabados, relieves, miniaturas y pinturas de otros autores que contextualizan el ambiente en que éstas se concibieron.

La casi práctica totalidad de la producción del Bosco está articulada en siete secciones. La primera, El Bosco (1450-1516) y 's-Hertogenbosch (Bois-le-Duc), sitúa al espectador en la ciudad donde transcurrió su vida. La primera obra, anónima, muestra el mercado de paños en la plaza de dicha urbe, "incluso puede verse aquí la casa en la que vivió El Bosco", señala Silva. Este ámbito, con el tríptico del Ecce Homo (de Boston), incorpora obras de artistas que o bien trabajaron para la ciudad en tiempos del Bosco como los dos relieves del escultor de Utrecht Adriaen van Wessel, o bien desarrollaron su labor en ella en esos años. En la época del pintor, 's-Hertogenbosch era una ciudad próspera. La plaza del mercado era punto de encuentro de todas las clases sociales y escenario de toda suerte de acontecimientos, todos ellos fundamentales en el mundo visual del maestro. "La ausencia de una tradición local y de un gremio de pintores favoreció que El Bosco creara un estilo original. Aunque partió del arte de los pintores que le precedieron, como Jan van Eych, rompió con ellos tanto en la técnica como en la iconografía", comenta Silva. Un hecho que explicaría esa inmensa capacidad de invención y la renovación a la que sometió la técnica pictórica, con su personal tratamiento de la superficie, que se suma a la que muestran sus contenidos, en ocasiones difíciles de descifrar. Por eso es difícil no mencionar al Bosco sin que se le asocie el sustantivo "enigma". Hace ya cinco siglos emanaba de él un torrente de seres imposibles, de criaturas, de visiones, de animales híbridos, diablos, misterios y símbolos que hoy siguen fascinando al mundo.

La imposibilidad de establecer una cronología con su pintura, dado que El Bosco jamás fechó obra alguna, ha obligado a que el resto de secciones de la exposición sean temáticas. En el apartado Infancia y vida pública de Cristo, la pieza destacada es el tríptico de la Adoración de los Magos del Prado. En torno a él, se disponen pinturas análogas de Nueva York y Filadelfia. En ellas, la atención recae en Cristo de acuerdo con la corriente espiritual de la devotio moderna, que trataba de transmitir a los creyentes el mensaje de la imitación de Cristo. Pese a que en estas obras el artista se encuentra más cerca de la tradición, no duda en reelaborarlas con su personal estilo, incorporando elementos simbólicos en sus fondos y edificios, o la figura del Anticristo en el tríptico del Prado.

El ámbito más numeroso es el de los santos. Gira en torno al tríptico de las Tentaciones de San Antonio del Museo de Lisboa. Completan la sección los trípticos de Santa Wilgefortis de Venecia y de Job del Museo de Brujas y las tablas de San Juan Bautista del Museo Lázaro Galdiano. En el San Antonio de Lisboa los fondos no tienen relación directa con la vida del santo. El Bosco los inventa, se deja llevar por su fantasía, como cuando representa a los demonios.

Uno de los apartados que agrupa pinturas muy oníricas es el que gira en torno al Paraíso y el Infierno, que aparecen representados en las tablas laterales de los trípticos. Tradicionalmente, en la tabla central se incluía el Juicio Final. Magníficas Las visiones del más allá de Viena, donde resulta muy original la visión del paraíso, con el túnel de luz deslumbrante que atraviesan los elegidos para llegar al Empíreo. En el Carro de heno, por primera vez en una pintura y de manera totalmente original, El Bosco dispuso en el centro del tríptico, entre el paraíso y el infierno, un carro de heno para mostrar cómo el hombre de cualquier clase social, en su afán por dejarse llevar por el goce de los sentidos y el deseo de aquirir bienes materiales, se deja engañar por los demonios que lo conducen al infierno. El carro se convierte en un espejo en el que quien lo contempla ve reflejada su imagen y propone al hombre como lección que, para no condenarse eternamente, no tiene tanto que hacer el bien, como evitar el mal a lo largo de la vida. "El Bosco siempre ilustró los exempla contraria, es decir, con los ejemplos a evitar", explica la comisaria.

El jardín de las delicias, colocado de tal manera cuyo reverso también puede ser contemplado -al igual que el resto de trípticos- constituye un capítulo aparte en la muestra. Además de la pintura emblemática del maestro holandés, se exponen la reflectografía infrarroja y la radiografía de la obra, a menor escala, para que el visitante pueda apreciar los cambios que el artista realizó desde que inició el dibujo subyacente hasta que concluyó la superficie pictórica. La sección se completa con el retrato de su comitente, Engelbert II de Nassau, del Rijsmuseum de Ámsterdam.

La Mesa de los pecados capitales es la pieza central del siguiente ámbito, que discurre entre dichos pecados y las obras profanas. Entre las pinturas que pueden contemplarse están El vendedor ambulante, La muerte y el avaro, La nave de los necios o la Alegoría de la intemperancia.

Cierran la exposición las obras relativas a la pasión de Cristo: el Ecce Homo de Fráncfort, la Coronación de espinas o los Caminos del Calvario, entre otras.

Además del proyecto expositivo, que será inaugurado el próximo lunes día 30 por los Reyes y la princesa Beatriz de Holanda y que podrá visitarse hasta el 11 de septiembre, el Prado ha confeccionado un calendario de actividades que comprende conferencias, la producción de un documental dirigido por José Luis López-Linares (que se estrenará el próximo día 9 en salas), la edición de un cómic por parte de Max y, como colofón, la V Cátedra del Prado, cuyo titular será Reindert Falkenburg.

Sin duda, el proyecto de la pinacoteca madrileña es la primera piedra para arrojar un poco más de luz sobre el misterioso pintor y su desbordante imaginación. Un excelente trabajo de años de investigación y restauración.

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