La XV edición de la Bienal de Arquitectura de Venecia desveló ayer sus propuestas, planteadas para "mejorar la calidad de vida de la gente", según dijo su comisario, el chileno Premio Pritzker Alejandro Aravena.

"Si estamos de acuerdo en que lo que importa aquí es mejorar la calidad de vida de la gente la manera que los arquitectos tenemos para hacer, para entrar en este debate, en este objetivo común es por medio del entorno construido", comentó Aravena.

"Y apenas uno trata de empujar y ampliar la noción de calidad del entorno construido se encuentra con una enorme resistencia, con una gran fricción, no es fácil hacer esta mejora del entorno construido", reconoció el responsable de la que está considerada cita más importante en el mundo en su sector.

Son más de sesenta las participaciones nacionales en esta Bienal, que se aloja en los Giardini de la ciudad de los canales y en su vecino Arsenal, pero el evento desborda el espacio original y lo albergan desde hace años ya varios lugares de Venecia.

En esta ocasión, en cierto modo, la consigna del comisario a los participantes era además la de plantear soluciones a cuestiones como el impacto de las migraciones, la contaminación y los conflictos en los entornos urbanos. Muchos han querido ver en esta edición de la Bienal un intento de que los ojos de los arquitectos vuelvan un poco la espalda al skyline de las ciudades y presten una mayor atención a las calles donde vive la gente: menos rascacielos y más edificios para las mayorías.

Presencia mallorquina

El Guillermo Reynés Architectura Studio (GRAS), con sede en Palma, participará también en la Bienal a través de una exposición colectiva, Tiempo, espacio, existencia, organizada por el Centro Europeo de Cultura en el Pallazo Bembo. En concreto, presentarán tres proyectos específicos: el trabajo en una cantera abandonada, donde las antiguas piedras son ahora la fachada de un edificio invisible. El segundo, es "una casa cualquiera en una zona residencial". Se trata de un proyecto de ampliación en una casa que era un pastiche de arquitectura tradicional. El último proyecto es un inmueble casi en contacto con el cielo, una casa en una cima, un espacio natural vacío. Un espacio sin memoria y sin historia. Una casa que parece que está a punto de emprender el vuelo.

GRAS es el estudio de Guillermo Reynés Vázquez-Rovira.