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Entrevista

José Luis de Juan: "La escritura es otra forma de verdad"

José Luis de Juan, ayer, en Palma.

Obra muerta vio la luz por primera vez en Francia. Tres años después y tras una revisión, Minúscula acaba de publicarlo en España. Para el propio José Luis de Juan (Palma, 1956), el texto -suspendido entre el amanecer y la noche, el presente y la memoria- posee los tintes de los relatos de Schnitzler: intensidad y atmósfera. Pese a ello, la gran cantidad de personajes e historias, así como la finalidad de su discurso sitúan al lector frente a una novela corta.

-Obra muerta es un relato o una novela muy breve. ¿Qué ventajas le ve a este formato?

-Los textos cortos tienen más impacto sobre el lector cuando es más complejo que lo consigan porque tienes que condensar más, ir al meollo y no puedes hacer tantos alardes literarios. Aunque en este texto corto me he permitido algunos vericuetos y elementos que son más propios de la novela.

-En realidad es un monólogo.

-Es el monólogo de una persona que padece insomnio y que está en la cama junto a su pareja. Es el monólogo interior de alguien que no se puede dormir y rememora a gente que se supone que ha muerto. No sé definir este libro. Sé de dónde viene, el punto de vista o por qué lo escribí. Y también sé que sigue una trayectoria que cada vez es más fuerte en mí, que es la de no usar tanto la historia o el pasado tal y como los he utilizado en otros libros.

-Entonces, ¿de dónde proviene la escritura de este libro?

-La cuestión es que para mí la escritura viene de lo que es la experiencia, tanto de lo que has vivido como de lo que te han contado. Y lo que te han contado a veces viene de lo que te han contado otras personas durante la vida o de lo que has leído, que también es algo que otros te han contado. Todo esto conforma una amalgama que muchas veces es difícil de deslindar. Tú sabes lo que es verdad y lo que no, pero la escritura lo transforma. Éste es el poder de la escritura. Lo transforma hasta tal punto que llegas a pensar que lo que está escrito es la verdad y no lo que recuerdas. Al haber escrito el recuerdo de lo que te han contado o de lo que te ha pasado, éstos se transforman. Sólo elegir las palabras, los adjetivos o el ritmo provoca que todo eso sea ya otra verdad mayor o diferente a como sucedieron los hechos.

-¿La escritura es otra forma de verdad?

-Sí. Es otra forma de verdad o a lo mejor incluso la única verdad porque has utilizado el lenguaje, le has dado un enfoque. Los periodistas lo hacéis.

-Usted también es periodista de formación.

-Sí. Estudié Ciencias de la Información. Me formé como periodista porque me gustaban mucho los artículos de Vázquez Montalbán. Los leía en la revista Triunfo que compraba mi padre. Lo llegué a tener de profesor en la Autónoma de Barcelona.

-El protagonista principal de Obra muerta también es periodista. ¿Casualidad?

-No necesariamente. La verdad es que me venía bien que lo fuera por el resto de personajes y las características de la historia. Me iba bien un protagonista con capacidad para analizar los hechos.

-El final de la historia descoloca. ¿Es un sueño dentro de otro sueño? ¿El protagonista está vivo o muerto?

-Es un relato circular. Me gusta esta estructura, la he empleado otras veces. En la versión francesa, el libro no acababa así. No me gusta hablar de temas cuando se trata de un relato o una novela, son historias. Pero uno de los asuntos aquí es la muerte y el suicidio. En el primer personaje, el marinero, también hay un poco de duda sobre lo que sucede: ¿se suicida o no? Se deja en el aire, como en el final. Camus empezó El mito de Sísifo con esta frase: "El suicidio es el único o el mayor problema filosófico al que los hombres nos enfrentamos". Realmente, es el asunto de ser o no ser de Hamlet, de seguir o no seguir en la vida.

-Aquí habla también del ser y su circunstancia.

-Sí, también está presente esa idea de Ortega y Gasset a través del personaje japonés.

-La cultura japonesa también está muy relacionada con el suicidio.

-Sí, es cierto. Por otra parte, siempre me ha interesado la cultura japonesa. Ya en el ensayo que escribí sobre la vergüenza había varios capítulos sobre Mishima y esa cultura, en la que el sentido del honor es muy diferente al nuestro.

-¿Es una manera de huir de la muerte ese no querer dormirse expresado por el protagonista?

-Sí, también. Es un personaje aprensivo, que le da muchas vueltas a las cosas, hipocondriaco.

-¿Por qué el título Obra muerta?

-Obra viva en términos náuticos es lo que está sumergido, sostiene y da flotación al barco. Obra muerta es lo que está por encima de la línea de flotación. Se trata de una metáfora. Por la vida vamos paseando la obra muerta, o sea, la punta del iceberg, que es algo que a lo mejor no es nuestra esencia. Y en cambio lo que está sumergido, lo que pocas veces podemos dejar ver, es la obra viva y lo que realmente importa. Esa obra viva la dejamos ver a veces a través de la escritura o a través de ciertas manifestaciones como el amor o el odio... Por el pudor y el miedo, lo que dejamos ver es esa obra muerta. Yo no diría que es una obra sobre la muerte o el suicidio, sino que es una obra sobre la vida porque en realidad se trata de personajes que estaban vivos y el protagonista se centra en lo que hicieron y en lo que dijeron.

-Cita El árbol de la ciencia de Pío Baroja. Es un autor poco reivindicado en los últimos tiempos.

-Es un libro que me impactó mucho. Muy triste y trágico. Esa relación de Andrés Hurtado con aquella mujer tiene fuerza. Mucha gente no lo ha leído. En la época de la que hablo, los setenta o así, se leía más a Baroja. Los autores de la generación del 98 son muy recuperables hoy día porque vivimos una especie de paralelismo contextual: la situación desastrosa del país.

-¿En qué está trabajando actualmente?

-Me pedí tres años de excedencia para viajar y escribir. Regresé al trabajo a principios de enero. Estuve en EE UU, Inglaterra, Alemania y acabé estando mucho tiempo en la India. Ahora estoy trabajando en este país, en este viaje a la India del Sur que me ha dejado bastante huella y me ha gustado mucho. Fue un viaje lento, tipo colonial... Y solitario. Fui solo y con dos libros como referentes: Kim de Kipling, como referente colonial, y Una zona de oscuridad del Nobel Naipaul, que es el relato de su primer viaje a la India en los años 50.

-¿Tuvo la sensación de que estaba en la segunda potencia emergente después de China?

-En parte sí. Mi impresión fue muy buena en muchos sentidos. Lo que vi es una gente muy amable y especial. Vi pobreza también, pero unos mercados abastecidos como no los había visto en mi vida. También vi a gente muy trabajadora y centrada en lo que hace. El inglés es la lengua franca. El hindi, que es el idioma oficial, prácticamente no se habla. Estuve en unas islas, en las montañas, en un monasterio zen... Son muchas experiencias distintas sobre las que estoy escribiendo ahora.

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